Miguel Rodríguez nació unas décadas después de construirse la presa, el azud o la corta que da nombre a la barriada rural en la ribera del Guadalete. Sus 74 años de edad están vinculados plenamente a La Corta. Ha visto cómo ese azud fijo (ya demolido y sustituido por un azud móvil) regó decenas de hectáreas dedicadas a la remolacha y vio cómo la producción en la antigua azucarera de El Portal, otro cercano núcleo rural, "echó a perder el río". Esta no fue la causa exclusiva del deterioro del caudal, pero lo que sí está claro es que la pujanza del cauce se perdió como tienen anclada en su memoria los más veteranos del lugar.
"Mis tíos vivían de la pesca en invierno y de sacar arena del río en verano, tenía una anchura de 100 a 200 metros, ahora no supera los 30-40", cuenta el vecino. El tendido eléctrico y el agua potable llegaron en 1973, alrededor de medio siglo después de que se levantasen las primeras chozas de braceros y campesinos en este asentamiento rural.

El sol brilla en lo más alto y el remanso de paz que ofrece el curso tranquilo del cauce, reforzado por el trinar de diferentes especies de aves, solo queda interrumpido con demasiada frecuencia por los vehículos pesados y los turismos que cruzan una y otra vez la peligrosa A-2002, la carretera que corta La Corta y que hace años debió ser sustituida por una Variante Sur que nunca llega.
El río ha dado varios sustos este invierno, con algunas crecidas que han alarmado más a los políticos (tras la mortífera dana de Valencia) que a los vecinos. "Yo no me iba de mi casa. Yo he ido navegando por la zona del Balneario, cuando las playas de Jerez, yo conozco bien el río", espeta Miguel, que acaba de hacer la compra de frutas y verduras a un hortelano que vende con su furgoneta y llega todos los martes a la barriada desde Sanlúcar.

Pero no es el único que arriba en La Corta. Con sus alrededor de 550 vecinos y vecinas, con unos diez niños cuyos padres están ansiosos por estrenar la zona deportiva e infantil recién inaugurada —"a ver si lo abren ya", reclama una vecina con niño pequeño—, la barriada rural de Jerez es más cosmopolita de lo que pudiera pensarse.
El sueco que recuperó la memoria del 'río del olvido'
Lars Walker, un hombretón nacido en Suecia hace 62 años, dejó atrás el deporte de elite y se hizo empresario de turismo activo, siendo el primero en inaugurar este tipo de negocios en la Costa del Sol hace tres décadas. Hace unos años se mudó a La Corta y fundó lo que hoy en día es el Puerto de Jerez, un embarcadero donde practicar paddle surf o remar en canoa o barca dragón. 16 kilómetros navegables, desde La Ina hasta el azud de El Portal. 10 kilómetros arriba o seis más al Sur. Oxígeno para La Corta que ha encontrado en este sueco un gran aliado para revitalizar la barriada y, además, para cuidar y mimar el que se conocía (o se conoce) como río del olvido, el Guadalete.

"Con las fuertes lluvias ha subido el nivel del río unos dos metros y ahora hay toda una ribera con árboles de Navidad, decorados con basura que ha subido a la superficie. “Hay una gran oportunidad para recuperar el río, tomando el mando de la limpieza de la ribera", defiende el deportista y empresario, que no deja de remar literal y metafóricamente por el gran río de la provincia de Cádiz a su paso por Jerez.
Otro de los últimos en llegar a La Corta —aunque de momento no vive allí— es Richard, un cubano de 24 años que vino hace dos años a Jerez y ahora regenta la mítica venta Las Angulas, abierta desde 1969 y donde antiguamente muchos iban buscando ese manjar ahora prohibido que da nombre al establecimiento.


Con sus desayunos camperos, su venta de chacinas y sus almuerzos del día, “siempre con guisos tradicionales de Jerez”, Richard atiende a parroquianos y gente de paso con entusiasmo, como el que ha encontrado su sitio en el mundo. “Aquí se vive muy, muy bien, pero no lo pongas que se van a querer venir muchos”, comenta entre risas Miguel.
El tesoro "excepcional" de la barriada
Por si fuera poco, en 2019 aparecieron los llamados molinos romanos de La Corta, en principio una escombrera que ocultaba un tesoro "excepcional" con 2.000 años de historia. Unos trabajos de mantenimiento del curso bajo del Guadalete sacaron a la luz un complejo hidráulico único en el mundo por su conservación y por mantener estructuras originales que se remontan a la época romana. Tres norias, una escalinata, una sala abovedada, cuatro compuertas y hasta un bajo relieve de Ceres, entre los hallazgos que ahora se mantienen enterrados hasta que en la zona se levante un centro de interpretación —que se prometió hace ya cinco años— que sirva como nuevo reclamo para dar más vida a este transitado rincón de la campiña de Jerez.

En la calle Helechos, la vía principal de la barriada rural, están María, con sus perritos Boris y Chapulín, y Paqui, en la que llama su "finca". Un pequeño terreno donde tiene gallinas, mucho verde y un espacio para leer con la enorme finca Santa Teresa a su espalda. La primera no tiene ni idea de que este próximo domingo, 11 de mayo, se celebran elecciones en las barriadas rurales de Jerez —en las 15 que conforman el sexto municipio más grande de España, que además tiene otra pedanía y 7 Entidades Locales Autónomas—. La segunda sí sabe que Carmen Márquez repetirá como delegada de Alcaldía. No necesitará votos porque es la única candidata que se presenta.


"Está trabajando, pero también está cuidando a su madre", explica Paqui, ante la ausencia en ese momento de la representante del PP que revalidará su simbólico cargo como máximo altavoz ante el Ayuntamiento de Jerez para seguir defendiendo los intereses de la barriada. Nadie duda que así será. No tiene rival. La Corta navega bien. Desde la emblemática venta El Albero, otra parada obligada en este núcleo rural, con 40 años, regentada por Juan Pedro Jiménez y Teresa Márquez, y donde comió el equipo de Estudio 1, hasta el centro de barrio, reconvertido por las tardes en ludoteca para los pequeños residentes en la barriada y en cuya fachada reluce ese enigmático azulejo de la Virgen de Amor y Sacrificio. Como tantas otras cosas, nadie sabe muy bien quién lo puso allí.