"Tranquilidad". Es la primera palabra que sale de la boca de los vecinos de Gibalbín, la barriadarural más alejada de Jerez, cuando se les pregunta cómo es vivir en este núcleo de población de poco más de 600 habitantes.
Basta con darse un paseo por sus dos calles para comprobar por qué. El ajetreo es mínimo. No hay grandes ruidos, solo el de los coches, el del saludo de algún vecino, el canto de los pájaros. Poco más.
En este enclave hay un par de calles. La principal coincide con la carretera CA-4011, que conecta con la localidad de Arcos, y es donde se concentra la amplia mayoría de viviendas de este núcleo rural, asentadas sobre la antigua cañada de Espera.
Las fronteras de Gibalbín se puede decir que las delimitan dos ventas. La ventaAntoñito, al inicio de la barriada, según se entra desde Jerez, y la venta La Choza, una de las últimas edificaciones en la misma calle, a 1,5 kilómetros de distancia.

Entre venta y venta hay 636 vecinos censados, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2023, los últimos disponibles, lo que convierte a Gibalbín en la barriada rural más poblada de Jerez, de las 15 que hay, que este domingo eligen a sus delegados y delegadas de Alcaldía.
En la primera venta-frontera, la llamada Antoñito, está Cassandra Legupin detrás de la barra. Al frente del negocio lleva tres años, aunque avisa que está a punto de dejarlo en manos de otra dueña. El bar seguirá, ella no. También alude a la tranquilidad como punto fuerte de la barriada, y débil al mismo. "Demasiado tranquilo", dice.
Ahora vive con sus padres, pero en breve volará hasta Cádiz. "Me quedaría, pero no se puede". Y es que las viviendas de Gibalbín están asentadas sobre la cañada de Espera, una vía pecuaria donde no es posible construir. Solo reformar las casas que se van quedando vacías cuando fallece su propietario o se marcha —cosa muy poco habitual—.

Por este motivo, ni se pueden hacer nuevas casas, ni los vecinos se pueden hipotecar para comprar las que se quedan disponibles, porque no tienen escrituras. Hace años que viene hablándose de la desafectación de las vías pecuarias para que las viviendas se puedan regularizar, pero en Gibalbín —y en otras muchas barriadas rurales jerezanas— siguen esperando.
En el terreno de las carencias, todos los residentes hablan de las mismas: la imposibilidad de construir nuevas viviendas, las pocas frecuencias del autobús que conecta con Jerez —tres viajes de ida y tres de vuelta al día— o las pocas horas de atención médica que tienen a la semana en el centro de salud —tres días semanales, dos horas cada vez—.

De Gibalbín, no de Jerez
Los habitantes de Gibalbín son de Gibalbín, no de Jerez, la ciudad a la que pertenecen administrativamente, pero de la que se sienten muy lejos. Concretamente, a 30 kilómetros, convirtiéndola en la barriada rural más lejana del núcleo urbano.
Están tranquilos, se insiste, pero también "olvidados", un sentir común en muchos núcleos rurales. De ahí que se sientan de la barriada, no de la ciudad. Como le pasa a Manuel Iglesias, un vecino de 85 años que observa el paisaje que tantas veces ha visto, sentado en la puerta de su casa.
"Toda la vida", dice Manuel que ha vivido en Gibalbín. Fue trabajador en el campo, como mecánico en una viña cercana. Hace tiempo que está jubilado. Sus hijos, los que pueden viven cerca suya.

Uno de ellos pasa fugazmente durante la conversación. Mira desconfiado, y dice que ha "cogido la matrícula", por si acaso. Y es que en Gibalbín hay patrullas vecinales. Son tan pocos vecinos, y conocen tanto a los paseadores habituales de esta barriada rural, que cuando entra alguien desconocido se avisan entre ellos. Para prevenir posibles sustos.
Se puede dar fe de ello. Después de hacer fotos para este reportaje, la dueña de unas máquinas de vending se acerca para preguntar para qué son esas imágenes. "Me han avisado los vecinos", confirma. En el grupo de WhatsApp de esta particular patrulla ciudadana rural.
Tierra del primer vino blanco de Cádiz
La calle principal se llama avenida Toto Barbadillo, en homenaje a Antonio Pedro Barbadillo Romero, quien fuera presidente de la empresa sanluqueña, que en un monolito le reconocen "el impulso que su actuación como presidente de Barbadillo significó en el desarrollo de este poblado, desde el año 1973 en el que se plantan las viñas de La Barnela y El Cuartillo de Plata y se levanta la moderna planta de vinificación".

De viñas que rodean a la barriada rural salen las uvas que derivaron en el primer vino blanco de la provincia de Cádiz, hace ya medio siglo, el Castillo de San Diego de las Bodegas Barbadillo. En campañas de vendimia y labores de viña han trabajado muchos vecinos de Gibalbín, al que le dedica un vino.
Un colegio que se mantiene vivo
Gibalbín tiene pocos negocios. Las dos ventas citadas, una farmacia, y una pequeña oficina de la Caixa. Hay unos pocos edificios, como el centro de barrio o el centro de salud,
Ahora mismo no hay supermercado. Lo más parecido son unas máquinas de vending, llamado El desavío, que tienen café, paquetes de patatas, chocolatinas, refrescos o chicles. También otros objetos, como cargadores de móvil, succionadores o preservativos.
Casi en el tramo final de la avenida Toto Barbadillo está el CEIP Gibalbín, de Infantil y Primaria, divididos en edificios situadas cada uno en un lado de la carretera.
Cuando se acerca la hora de salida del alumnado, algunas madres y padres esperan en la puerta. En este lugar no hay aglomeraciones, ni prisas. Solo charlas relajadas y unos pocos coches, quien va en él, otros van andando mismamente.

Estefanía Sierra, madre de un pequeño que sale del colegio, vuelve al mantra de la tranquilidad: "Esto no lo cambio, por la tranquilidad de mis hijos". Tiene claro que los criará en esta barriada rural, donde "no hay extraescolares", pero están "acostumbrados" a coger el coche para todo.
Suena el timbre, y el alumnado sale con calma. Entre ambos edificios, hay 36 niños y niñas matriculados, de Infantil y Primaria. El curso que viene esperan mantener esta cifra, que aumentarán en los siguientes.
La candidata vasca
En la puerta del colegio aparece Natalia Yusta, candidata del PPen las elecciones rurales del domingo 11 de mayo. Ese día se enfrenta en las urnas al actual delegado de Alcaldía, RafaelPato (PSOE), y a María José Carrasco, que concurre por Vox.

Yusta es vasca, de San Sebastián. Su marido es de Gibalbín, donde reside desde hace nueve años. Abre el maletero del coche, donde lleva carteles electorales, papeletas y un pequeño folleto con su programa electoral.
Más transporte, mejor alumbrado público, regularización de las viviendas... son algunas de sus medidas estrella. Tampoco parece que estos comicios alteren la tranquilidad en Gibalbín, donde el tiempo se detiene, pero en un lugar donde no se baja la guardia.