'Toros, bonetes y cañas', obra cumbre antitaurina de José Navarrete

Portada de 'Toros, bonetes y cañas', obra cumbre antitaurina de José Navarrete.
Portada de 'Toros, bonetes y cañas', obra cumbre antitaurina de José Navarrete.

José Navarrete estudió el bachillerato en Jerez, en el Instituto de San Juan Bautista, y allí se divirtió y asistió a corridas de toros y tentaderos, bebiendo manzanilla y cantando serranas y polos, pero NUNCA JAMÁS concibió que los jóvenes de su tiempo fueran capaces de las aberraciones y crueldades que cometieron el 11 de septiembre de 1900 un grupo de jerezanos en la plaza de toros, tachada de "divertidísima fiesta". Mientras se atiborraban de cañas de manzanilla y exquisitas viandas, los jóvenes se tiraban al ruedo y lidiaban a los becerros. Según la prensa jerezana, «el primer becerro fue adornado en todos los puntos de la piel con 623 pares de banderillas, y cuando llegó a la muerte parecía un acerico o palillero».  Navarrete no entendía que se pudiera gozar con el martirio de los pobres animales, y advertía de que los que educan así las entrañas, «siempre tendrán ojeriza a todo lo que respire libertad».

José Navarrete Vela-Hidalgo falleció en Niza en marzo de 1901 (1). Había sido, en su juventud y madurez, poeta, novelista, filósofo espiritista, oficial de artillería, diputado republicano federal y periodista, pero al final de su vida emprendió la más dura batalla contra las corridas de toros.

Toros, bonetes y cañas era su proyecto más anunciado y esperado por las sociedades y colectivos antitaurinos de la época. Lo iba a publicar en París, como su anterior obra, Niza y Rota. Verdades entre cañas de vino y ramilletes de violetas (1898), y parecía inminente que viera la luz para apoyar con una nueva obra la campaña que había liderado para crear una Sociedad Abolicionista de las corridas de toros. Pero falleció antes de ver cumplido su deseo.  Su viuda Lucía Arana Idirin y sus mejores amigos quisieron reunir los fondos necesarios o buscar algún mecenazgo para imprimir dicha obra, pero no lo consiguieron. Ahora se ha hecho un esfuerzo intuitivo para recopilar en un pequeño folleto los artículos antitaurinos, en su mayoría desconocidos por los estudiosos, que Navarrete, con total seguridad, hubiera incluido en la obra.

José Navarrete era andaluz y de El Puerto de Santa María, alto oficial del ejército español y amaba a España y a su tierra chica desde lo más profundo de su alma en su lejana residencia de Niza desde 1884. ¿Cómo podía combatir alguien así la fiesta de los toros?, se preguntaban los amantes de la "burrada nacional".  Además, en su juventud, en su vida de apuesto teniente y capitán artillero en Sevilla y Cádiz había acudido numerosas veces a tentaderos, ocupado palcos en las plazas de toros y participado en los famosos gallumbos o toros enmaromados de Puerto Real; nadie como él conocía a todas las figuras del toreo, a banderilleros y varilargueros, y manejaba un vocabulario taurino que no desmerecía al de los mejores revisteros taurinos de moda. ¿Cómo era posible que un entendido del mundo de los toros se convirtiera en su más agudo y afilado enemigo en la prensa y en la tribuna?  Era algo inconcebible y que, a la vez, le ganó una reputación de autor antiespañol, maldito y extravagante, «latoso».

José Navarrete se vanagloriaba de haber pertenecido a la primera Sociedad Protectora de Animales y Plantas que existió en España, desde 1869, cuando compartía redacción en el diario El Peninsular de Cádiz, con su fundador e impulsor, Ambrosio Grimaldi. Ya convertido a la filosofía espiritista, tan extendida en Cádiz a mediados del siglo XIX, su vida se enfocó desde entonces a combatir el sufrimiento animal, desde las riñas de gallos hasta las corridas de toros y novillos. En 1877 publicó en cuatro entregas su obra Fiesta de Toros en la Revista de Andalucía (Málaga), y en 1886 su primer libro División de plaza. Las fiestas de los toros impugnadas por Jose Navarrete

Desde entonces y hasta el final de su vida no cejó en su empeño de hacer propaganda contra lo que él consideraba que ni era andaluz ni español, ni mucho menos cultura o fiesta. Por eso, su primer artículo aparecido en el diario madrileño El Correo, donde comenzó su campaña antitaurina, se llamó La diversión más salvaje, y le siguió La vergüenza nacional para continuar con La fiesta de los mondongos, en referencia a los intestinos sanguinolentos que los caballos arrastraban por el albero mientras eran apaleados por el mono sabio.

Navarrete combatió el "flamenquismo", el falso carácter andaluz que quería representar una multitud de jóvenes maletillas o torerillos, con un imitado lenguaje grosero y soez, pantalones ceñidos y coletas, analfabetos, de navaja fácil y borracheras y juergas de madrugada, que pedían más caballos en los ruedos, y que tenían como héroes a Lagartijo, Guerrita o Frascuelo.  Frente a esta España de pandereta, Navarrete admiraba y consideraba verdaderos héroes a los pescadores, a los obreros del campo, a los mineros, a los obreros portuarios, a todos los trabajadores que después de trabajar de sol a sol apenas si podían alimentar a su familia.

Las corridas de toros de hoy día no se parecen mucho a las de finales del siglo XIX, es cierto. Por suerte, la legislación ha limitado en buena medida el salvajismo de la pretendida fiesta, pero sigue siendo tortura y no cultura, y no puede ser divertido ver a un animal ensangrentado y agonizante en una plaza mientras el público aplaude y vitorea a los torturadores y matadores.  Navarrete no entendía que el progreso humano hacia la paz y la felicidad se acompañara de una afición al embrutecimiento y la crueldad hacia los seres inferiores; para él eran incompatibles y por eso luchó por la abolición de las corridas de toros y en su lugar premiar diversiones donde se promoviera el compañerismo, la ayuda mutua, la sensibilidad artística, el esfuerzo común para conseguir cosas bellas, para así ir "ensanchando el alma", como no se cansaba de decir el que también orgullosamente presumiera de ser gran amigo del astrónomo francés Camille Flammarion.

(1) «El increíble José Navarrete Vela-Hidalgo»-Tomo I, de Manuel Almisas Albéndiz. Ed. Suroeste, 2021.

** Las personas interesadas pueden solicitar el libro a la dirección electrónica de la Editorial El Boletín (El Puerto de Santa María, Cádiz): puertoboletin@yahoo.es.

Sobre el autor:

Manuel Almisas.

Manuel Almisas Albéndiz

Manuel Almisas Albéndiz (Rota, 1958). Médico, profesor jubilado,  escritor e investigador histórico y vecino de El Puerto, ha participado como impulsor y coautor en la obra con la que se hizo un homenaje el 8 de marzo de 2016 a una luchadora portuense, 'María Luisa Rendón Martell 1909-1981. Movimiento obrero y represión franquista en El Puerto de Santa María' de la Editorial El Boletín. Coguionista del documental sobre Luisa Rendón, 'La Utopía Truncada', de Aitana Transmedia. Posteriormente, ha publicado en la misma editorial dos libros sobre Daniel Ortega, 'Daniel Ortega Martínez, el médico comunista que revolucionó El Puerto' y 'Cartas desde la cárcel (1939-1941)', obras fundamentales en el reconocimiento en 2018 de Daniel Ortega como Hijo Adoptivo de El Puerto. Es autor también de una biografía sobre la capitana republicana nacida en Cortes de la Frontera (Málaga), 'Anita Carrillo', escribió un libro-homenaje popular a  la portuense Ito Maraver, 'Ito, una mujer imprescindible', y ha descubierto la figura de 'Vicente Ramírez Brunet, el primer maestro laico'. La última obra, publicada por la editorial portuense 'Suroeste', ha sido '¡Paso a la mujer! Biografía de Amalia Carvia', donde daba comienzo al estudio de las librepensadoras gaditanas injustamente olvidadas por la historia.

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