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La influencia de la Ilustración en Andalucía.

Las revisiones y replanteamientos historiográficos han demostrado que durante el siglo XVIII se produce en España un cambio de mentalidad, que ya es perceptible a finales del siglo XVII y primeros del XVIII, encabezado por el grupo de los "novatores". Por eso podemos hablar de unas raíces de la Ilustración española en un tiempo anterior al año 1700, caracterizadas por el rechazo del escolasticismo aristotélico y de las actitudes metafísico-teológicas, y la admisión de nuevos planteamientos científicos. Incluso, como apunta una reciente investigación de Luis Jiménez Moreno, podemos encontrar raíces ilustradas en autores españoles anteriores, como es el caso de Baltasar Gracián (1601-1658), "a quien podemos considerar ya un ilustrado por sus recursos novelísticos-ensayísticos al filosofar y, por referir la filosofía, ante todo, a un saber vivir y descubrir los elementos del “interés” que tergiversan, con las apariencias públicas, la verdad". Por ello, desde los últimos años del siglo XVII y en casos aislados antes, se puede percibir una tendencia innovadora en España que se prolonga en el siglo XVIII, lo que implica que aquellas reformas iniciadas en la época de Carlos III se vieron favorecidas por los avances anteriores. En el siglo XVIII, según afirma Domínguez Ortiz, se recogía la semilla sembrada "a partir de los Reyes Católicos: la igualación de todos los súbditos ante el poder real, representante de los intereses de la nación, del estado, sin perjuicio de mantener unas distinciones honoríficas, basadas en una jerarquía de valores de singular arraigo".

Nosotros para referirnos a la Ilustración en Andalucía, lo haremos en relación con los argumentos que consideramos razonables, de dos modelos de pensamientos concretos convergentes, el de Blas Infante y el de Kant, a través de las obras de Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y La dictadura pedagógica. Pero la convergencia fundamental entre el pensamiento filosófico de Blas Infante y el de Kant –siempre referido al ámbito de las dos obras mencionadas–, consiste en la afirmación de la aparición histórica de la libertad como resultado del propio proceso evolutivo de la especie humana en el contexto evolutivo de las demás especies sobre nuestro planeta, es decir: como algo también natural, regido, al igual que las restantes formas vitales de la Tierra y del universo, por una misma ley de la naturaleza. Ley que puede manifestarse con modalidades diferentes en el conjunto infinito y eterno del mundo –expresado por Blas Infante por el concepto de vida universal, Dios, creación universal, y por Kant como Providencia–, en el aspecto de que el hombre podrá conocer el significado del sentido evolutivo de su propia especie a partir de la reflexión sobre la lógica y la dialéctica de la práctica de su libertad–individual y colectivamente–, pero nunca podrá comprender el fundamento vital que lo especificó como hombre en este planeta, porque radicalmente es un copartícipe de la vida universal manifestada específicamente en su singularidad biológica, evolutivamente inacabada y teleológicamente condicionada. En el contexto de la incomprensible «creación» dinámica y "eterna" del universo vital, el hombre tiene también regularmente marcado su rumbo por la dialéctica de su libertad viviente.

Kant y Blas Infante hicieron la misma apuesta: procurar acelerar y adelantar el proceso evolutivo, a través de la participación ciudadana, activa y consciente, para evitar, hasta donde fuera posible, sufrimientos innecesarios a la humanidad. En este sentido, podemos considerar La dictadura pedagógica de Blas Infante –y esta es la finalidad esencial de su obra– como una verdadera apuesta revolucionaria. Porque la toma de consciencia mayoritaria por la especie humana del destino último de la humanidad, es decir, la progresiva consciencia clara y verdadera de su finalidad, históricamente hablando, por parte de un número de individuos cada vez más amplio y de un aumento progresivo de estados, es una evidencia derivada y apoyada en una creencia cada vez más generalizada, a saber: que por medio del voto consciente individual –condición previa y garantía de cualquier ordenamiento jurídico de la sociedad civil y, por tanto, de todo estado democrático, cuyo fundamento último estriba en el reconocimiento de la libertad individual como posibilidad del estado de derecho–, pueden condicionar las actuaciones del propio estado, forzando su tendencia natural al conservacionismo, y, de esta manera, cooperar en generar "un movimiento acelerado" (Infante 1989: 227) de la evolución natural de la especie, que posibilitará, un día, un estado internacional de derecho y una sociedad civil cosmopolita.

Así pues, Blas Infante, con La dictadura pedagógica, pretendía que la racionalidad de su apuesta por la "sociedad del porvenir" pudiera llegar a convencer a otros, para que intentaran seguir el mismo camino, estando como estaba profundamente convencido que "un imperativo de solidaridad consciente de una finalidad o de un ideal de supremo perfeccionamiento de la especie, por la vida, no es aún idea que se haya hecho sentimiento o voluntad poderosa en la conciencia de la inmensa mayoría de los individuos". Por eso, concluiría Blas Infante, que la sociedad del futuro, "la sociedad comunista no tiene aún alma" (Infante 1989: 144). Y esta alma estamos obligados a crearla todos aquellos que creamos que la democracia puede y debe y debe ampliarse hasta convertirse en una verdadera democracia individual y social, ideal al que inconscientemente aspira toda la sociedad humana. Libertad, democracia y verdadero estado de derecho serán garantizados indefinidamente en la futura sociedad cosmopolita.

Blas Infante entiende la revolución, igual que Kant, como progresiva evolución de la humanidad: "La finalidad natural de toda revolución es, en definitiva –indica Blas Infante–, la de vencer los obstáculos que vengan a detener el curso positivo de la vida hacia su fin. Una revolución verdadera no es más que un fenómeno de fatalidad de justicia: de libertad, de belleza, de encarnación de verdad, en una palabra: al ser artificialmente contenida, su necesaria evolución. Una revolución verdadera–continúa Blas Infante–, ha de conspirar por esto a alcanzar estas dos próximas reivindicaciones: igualdad y libertad;  tras de las cuales están la paz y la felicidad individuales y colectivas, condición precisa de realización del destino vital" (Infante 1989: 47-48). Y matiza un poco más adelante el propio Blas Infante: "El desarrollo de estos dos conceptos –igualdad y libertad–, se acelera por la paz y solidaridad libre entre todos los seres humanos" (Infante 1989: 48). Y éste constituye el verdadero espíritu de lo que Blas Infante denomina "el alma de la sociedad comunista". Es ésta la única y verdadera perspectiva filosófica desde la que podemos entender la riqueza del pensamiento universal y universalista infantiano que inspira su concepción de un nacionalismo solidario andaluz: "Andalucía por sí; pero no para sí, sino para la Humanidad" (Infante 1989: 231).

José Morales Fabero es Licenciado en Humanidades. Ha realizado un Máster en Filosofía Teórica y  Práctica, y está doctorando en Filosofía Contemporánea en la UNED. Es socio del Centro de Estudios Históricos de Andalucía.

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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