La luz de Lucía se apagó el 20 de febrero por culpa de la violencia escolar. Tenía 12 años, amaba la naturaleza y adoraba a los animales, sobre todo los gatos, los caballos y los perros. Y era una artista con una sensibilidad única. Su gran pasión era el dibujo, especialmente el estilo manga. Lucía tenía autismo (42% de discapacidad) y grado 2 de dependencia. El fatídico 20 de febrero, al llegar del colegio, no pudo más y decidió acabar con su vida.
Sus padres se han convertido en una de las voces de una lucha que busca que tragedias como las de Lucía no se repitan. “El bullying mata y yo me he enterado demasiado tarde. Y ahora no quiero que ninguna otra familia pase por este dolor. No podemos seguir permitiendo que el acoso escolar destruya vidas”, lamenta Laura, la madre de la joven, que reclama responsabilidades y medidas firmes para frenar la violencia en las aulas.
Una petición para cambiar las leyes
Tras la muerte de su hija, los padres iniciaron una campaña en la plataforma Change.org con el objetivo de impulsar una ley estatal contra el acoso escolar. Consideran que los protocolos actuales, establecidos por las comunidades autónomas, son insuficientes. “Sé que existen protocolos en las comunidades autónomas. Pero casos como el de mi hija o como el de Kira demuestran que esos protocolos sobre papel son del todo insuficientes”, sostiene Laura, apelando a una respuesta más eficaz del sistema educativo.
La madre insiste en la petición en que no se puede ser indiferente ante el sufrimiento de los menores. “No seamos conformistas cuando se trata del sufrimiento de tantísimos niños e incluso de sus vidas, como en el caso de mi hija con tan solo 12 años. Necesitamos medidas más efectivas contra el bullying en los colegios y que esas medidas contemplen una protección real para niños con autismo y discapacidad”, señala.
La campaña ha reunido casi 90.000 firmas y aspira a alcanzar las 150.000, un apoyo ciudadano que refleja la preocupación por el aumento de los casos de acoso y las consecuencias devastadoras que puede tener en víctimas especialmente vulnerables. El mensaje de la familia es claro y contundente: “no más bullying, por favor”.
