La vuelta al cole esta semana marca cada septiembre el inicio de una etapa de reencuentros y rutinas, pero para muchos estudiantes también supone el regreso del miedo. La Fiscalía General del Estado detectó 1.196 casos de acoso escolar en 2024, según recogía la Memoria de ese año. Era la primera vez que el documento incluía datos de bullying en las aulas, por lo que aún no es posible determinar si la tendencia ha aumentado o disminuido. Será a partir de las cifras de 2025 cuando se podrá establecer una comparativa.

Un problema con raíces profundas

Las cifras de la OCDE muestran la dimensión del fenómeno. El 6,5 % del alumnado en España sufre acoso de manera habitual, mientras que un 15,8 % lo padece varias veces al mes. En estudiantes de origen migrante, el porcentaje se eleva hasta el 21 %, y un 10 % ha llegado a quedarse en casa por miedo a sentirse inseguros en su centro educativo. Las consecuencias se reflejan en niveles elevados de infelicidad, miedo y malestar emocional, además de sufrir exclusión, ridiculización, amenazas, agresiones físicas, daños materiales y rumores perjudiciales.

Más allá de las agresiones visibles, las secuelas psicológicas resultan especialmente graves. Entre ellas destacan la depresión, el abandono escolar y el absentismo motivado por el temor a acudir a clase. En los casos más extremos, estos episodios pueden desembocar en el suicidio. Según datos de Save the Children, un 20,4 % de las víctimas de acoso escolar asegura haber intentado quitarse la vida en alguna ocasión.

Voces contra el silencio

José Manuel López, padre de Kira, víctima mortal de la violencia escolar, subrayó la crudeza de esta realidad al inicio del curso. “El inicio de curso debería ser sinónimo de reencuentros, ilusión y nuevas oportunidades, pero la realidad en muchos centros educativos es muy distinta. El ciberbullying y otras formas de violencia, que no se detienen ni siquiera durante las vacaciones, generan un clima de tensión que estalla al volver a las aulas. Lo que se ha sembrado en redes sociales durante las vacaciones se traslada después al aula, alimentando un ciclo de hostilidad que convierte lo que debería ser un comienzo esperanzador en un terreno abonado para el conflicto”.

El propio López advirtió de los riesgos de normalizar estas conductas: “Cuando normalizamos la violencia estamos allanando el camino para que el curso escolar arranque bajo una sombra de miedo y desconfianza. Romper este círculo exige la implicación conjunta de familias, docentes, instituciones y estudiantes, porque cada gesto de prevención y cada voz que se alza contra el acoso escolar contribuye a que el retorno a las aulas sea realmente un espacio de seguridad y aprendizaje”.

Desde Unicef se insiste en que la reacción temprana de las familias resulta decisiva. Entre las pautas recomendadas destacan escuchar a los menores, reforzar su autoestima, informar al centro educativo, buscar apoyo psicológico si es necesario y enseñarles a anticipar posibles situaciones de acoso. El objetivo es no dejar pasar los primeros signos, ya que ignorarlos puede agravar el problema.

Ante este panorama, varias campañas tratan de lanzar mensajes de prevención en el inicio de curso. Sin embargo, desde El Iceberg del Bullying han expresado su malestar con parte de estas iniciativas. “Las campañas publicitarias desvían la atención de la verdadera causa de que la violencia escolar no se pare. Están al servicio de los que quieren silenciar los casos. No nos beneficia en nada que se hable de bullying, si es para desviar la atención. Ya estamos hartas. Las familias víctimas de violencia escolar hemos cargado pilas y empezamos el curso con mucho miedo, pero también con todas las ganas del mundo de luchar por la salud mental y la vida de nuestros hijos”.

En conjunto, los datos y las voces de quienes conviven con esta realidad evidencian que el acoso escolar sigue siendo un problema estructural en España. En teoría, la implicación conjunta de familias, docentes e instituciones debería ser el único camino posible para que la vuelta al cole sea un espacio de aprendizaje libre de violencia. Después, en la práctica, la realidad devora a miles de niñas y niños que acaban maltratados por un sistema que no protege a las víctimas. 

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Rubén Guerrero.

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