La milla de oro de la avenida de Miraflores en Sevilla: sus barras clave, según Javier Compás

Una gran variedad de establecimientos, como el Lobo Blanco o el Café Tarifa, unos nuevos y otros históricos del barrio, convierten al entorno en un interesante espacio para gastrónomos de la ciudad

Pepe Cruz, de Casa Pepito, en su establecimiento en Miraflores.
Pepe Cruz, de Casa Pepito, en su establecimiento en Miraflores. MAURI BUHIGAS

Mientras la avenida de la Cruz Roja languidece desde hace años, sin que todavía se noten los resultados positivos de la peatonalización impuesta por el Ayuntamiento de Sevilla, su paralela, la avenida de Miraflores, reverdece pasados esplendores y, gracias a la hostelería mayormente, cobra una nueva vida que se puede ver reforzada si se gestiona bien la apertura a la calle de la antigua fábrica de vidrio. Para ello, por cierto, ha sido espectacular el movimiento vecinal que ha conseguido el derribo de ese muro vergonzante que se estaba levantando delante de las reformadas instalaciones de la Fábrica de Vidrio de la Trinidad.

Ganado ese espacio para la ciudadanía, estoy deseando ver la vieja fábrica, como un espacio abierto, dotado de servicios sociales para el barrio y para todo aquel que se acerque para allí para disfrutar de sus dotaciones de servicios y culturales, ojalá lo veamos pronto. Y después, unas tapas por el barrio.

Casa Pepe, uno de los sitios que no perderse en la avenida de Miraflores, en Sevilla.
Casa Pepe, uno de los sitios que no perderse en la avenida de Miraflores, en Sevilla.   MAURI BUHIGAS

Acaba de abrir el restaurante Lobo Blanco, al frente de las brasas está Adrián Sotillo, hijo de un histórico de la calle, Emilio el de Casa Pepe, que también abrió hace unos meses en los mismos bajos, un bonito local de copas.

Viaje de ida y vuelta, ya que la antigua Casa Pepe, una taberna de tapas referente en toda Sevilla, estaba en los locales comerciales del edificio que albergaba los garajes y la gasolinera donde hoy hay viviendas, cuya fachada, por cierto, ha sido, una vez más en Sevilla, chuleada por los constructores en lo que es una falta de respeto a la orden de conservación de la misma.

La terraza del Café Tarifa, en la avenida de Miraflores, en Sevilla.
La terraza del Café Tarifa, en la avenida de Miraflores, en Sevilla. MAURI BUHIGAS

Cuando los garajes desaparecieron, Casa Pepe se trasladó unos números más abajo, a la antigua fábrica de sedas Santiago Pérez, donde por cierto, hay un magnífico local de esquina con Los Polancos, al que nadie le mete mano desde hace años (precio desorbitado, tal vez).

Un expositor de carnes de Lobo Blanco, en avenida de Miraflores.
Un expositor de carnes de Lobo Blanco, en avenida de Miraflores.  MAURI BUHIGAS
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El cordero de Lobo Blanco.  MAURI BUHIGAS

En los años setenta del pasado siglo mi familia se trasladó desde Triana a un piso muy cercano a Miraflores. En mi juventud, allá por los ochenta, el nuevo barrio tomó gran pujanza en 'movida juvenil'. Desde El Barato (La Viña Gilsán es su nombre real) en la barriada de Los Naranjos, pasando por El Fogón del Aragonés, que también cobró nueva vida desde hace un tiempo de la mano de los amigos, Antonio y Estíbaliz con sus guisos caseros y sus fantásticos desayunos, que tienen fama de ser los mejores del barrio.

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La terraza de RQR.  MAURI BUHIGAS

El Tremendo, Casa Pepe y Casa Vizcaino en la calle Previsión, la Cervecería Romero, hasta La Guitarra, hoy Ojo Patio, en Miraflores, y para las copas el Café Olé y el actual y muy de moda Café Tarifa. La vida juvenil del barrio era tan animada que algunos le llamaban 'los pequeños Remedios', en relación a la movida juvenil y los muchos locales de hostelería que entonces florecían en el barrio de Los Remedios, al otro lado del río Guadalquivir.

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Un plato tradicional en Casa Pepe.  MAURI BUHIGAS

Ese valle de fértil cosecha hostelera que forman el Tigris y el Éufrates de Cruz Roja y Miraflores reverdece de nuevo, no olvidemos el oasis gastronómico perfecto que es en la calle Medalla Milagrosa el Bar Yebra, al que conocí en su antigua ubicación, siendo un pequeño bar de tapas del que recuerdo sus huevos rellenos, hasta que llegó la revolución de sus tapas, donde quizás el primer éxito fue la Corvina con crema de gambas. La cerveza fría y bien tirada de El Filatélico, alguno de cuyos supervivientes sigue a pie de grifo tirando tan bien el rubio elemento en la barriada San Carlos, allí está Manuel, impertérrito, con su leve y amigable sonrisa, en la Cervecería Mediterráneo.

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La barra de Casa Pepito.  MAURI BUHIGAS

La acera izquierda del primer tramo de Miraflores está de moda, a ese tramo de calle me refiero con el titular de “la milla de oro”. Al nuevo restaurante, Lobo Blanco y al Café Tarifa se suman locales como la antigua Guitarra, hoy Ojo Patio y otros aledaños, como la Abacería RQR y el Café Levante. Pero no se acaban ahí las opciones de la calle. Más arriba, en la misma avenida, han existido, y existen, bares históricos del barrio, como el Chimenea (hoy Bar Nuevo Chimenea) y, por supuesto, sobreviviente durante décadas, el bar Cine Pío XII.

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El interior de Lobo Blanco, en la avenida de Miraflores.  MAURI BUHIGAS

Así como alguna nueva cervecería de éxito, de esas que tanto gustan en la ciudad, con su luz deslumbrante, sus paredes de azulejos blancos y cerveza bien tirada, me refiero a la Cervecería La Fundición, en los bajos de otro edificio industrial histórico, precisamente sobre el mismo bar está el histórico y magnífico azulejo con el nombre de la antigua empresa que radicaba en el edificio: Lucicio Izquierdo. Fundición de bronce y grifería en general.

Con lo cual, comprobamos que la avenida de Miraflores, además de ofrecernos una variada posibilidad de locales hosteleros, también nos da la oportunidad de, bajos sus altos árboles de sombra, hacer un recorrido por lo que era el cinturón industrial del casco histórico de la ciudad. Recordamos también, al principio de la calle, esquina con la misma Ronda de Capuchinos, el gran Bazar España, tristemente recordado por el trágico derrumbe de su muro cuando ya llevaba tiempo cerrado.

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El timbal de pulpo de Casa Pepito. MAURI BUHIGAS

Volvamos a la alegría de sus nuevos locales. El restaurante Lobo Blanco es modernito de apariencia, elegantón y con buena pinta, a lo que contribuye una iluminada bodega en el mismo comedor, con buenas etiquetas. Tiene una zona de mesas altas en la entrada para medias y raciones y unas mesas bien vestidas en el salón para comer a la carta. Prometedores chuletones de la firma vasca Txogitxu y pescados frescos de las costas españolas, sin que falten unas ostras para empezar bien el tema.

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Croquetas de Lobo Blanco.  MAURI BUHIGAS

Para la crónica gastronómica más detallada esperaré un poco, como siempre digo, me gusta, por lo general, que los sitios hagan algo de rodaje. En Lobo Blanco están ajustando el equipo y afinando la carta, así que le dejaremos que se estabilicen para dar una vuelta por allí, esta vez sentado en una de sus mesas.

Terminemos nuestro recorrido sentados en el Café Tarifa, en la esquina de la calle Albaida. Un local con el aire de aquellos bares un tanto bohemios de los ochenta que tan buenos ratos nos hicieron pasar, con buen café, buena música y, por supuesto, buenos tragos.

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Javier Compás

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