Los emplazamientos embrujados de Jerez han estado ahí por generaciones, con energías raras que se sienten al visitar estos sitios y las experiencias que se tienen en ellos dan lugar a un halo de terror. Jerez es una ciudad con una inmensa historia y como en todas las grandes poblaciones, las leyendas y el gusto por lo misterioso son una constante. A una gran mayoría de los jerezanos, les encantan los relatos de miedo.

 

No se puede juzgar con simpleza estas historias, en donde no hay que dejarse llevar por la anécdota y quedarse en la superficialidad. En las calles de Jerez de la Frontera, hay que ir de la mano con la muerte, acompañado de todo aquello que llamamos realidad, sumando las observaciones participantes. Aquí ya no hay lugar para las dudas, mezclaremos pasado, presente y fantasía. Como en los sueños. No hay necesidad de tergiversar la realidad, lo misterioso, lo secreto, lo oculto. Es el Jerez milagroso, con edificios encantados y calles curiosas.

De la Calle Vid, las gentes han hecho de este callejón el escenario perfecto para contar diversas historias de terror. Se dice que entre los muros de las viejas edificaciones habita el espíritu de una monja que nunca pudo alcanzar la paz después de morir durante el parto entre las paredes de uno de los edificios.

 

Una noche, dos hombres se toparon en la Calle Vid con una monja que se encontraba afuera del convento, como buscando ayuda. Los dos caballeros, preguntaron a la religiosa si podían serle de alguna utilidad.

Agradecida, la religiosa les pidió, por favor, que la acompañaran para cargar un saco que estaba a unos metros de ahí. Ellos, gustosos aceptaron.

 

La monja, al contrario de sus expectativas, caminó rápido y sin esperarlos. Por un momento, a ambos les costó seguirle el paso. Finalmente, cuando doblaron la esquina, el primero de los hombres se halló solo en la calle abandonada, apenas iluminada por la luz de la luna. No había ni rastro de la monja ni de su compañero. Regresó sobre sus pasos, para localizar de pronto el cadáver de su amigo degollado. La sangre empapaba el suelo mientras el Convento Santa María de Gracia era oscuro telón de fondo para aquella escena de espanto, que venía a complementarse con la mirada ya carente de vida del camarada.

 

La próxima vez que visiten Jerez de la Frontera, o transiten por la calle Vid, acérquense al Convento Santa María de Gracia, y observen con cuidado, tal vez vean algo que no sea de este mundo.

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Eduardo Arboleda Ballén

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