Zambombas (y tres)

Carlos Piedras, nuevo jefe de Edición y Opinión de lavozdelsur.es, en un retrato en la redacción del periódico.

Nací en Madrid, en 1965, aunque llevo exactamente media vida viviendo en Jerez. Soy licenciado en CC de la Información (Periodismo) por la Universidad Complutense. He sido jefe de la sección local del Diario de Jerez y también he trabajado en Información Jerez y el Diario Ya (época de Antena 3). He colaborado con El Mundo, Economía y Empresas, Notodo… Soy socio fundador y colaborador habitual de lavozdelsur.es. Últimamente he publicado el libro ‘Sherry & Brandy 2.0’ y he redactado el guion del documental sobre el vino de Jerez ‘Sherryland’. Todo esto ha hecho que me vaya haciendo una idea aproximada de las cosas… 

La turbamulta se agolpaba en las calles del centro de la ciudad sureña al ritmo machacón de un instrumento que más que sonar, bufa, y que se hace acompañar de una botella de cristal de un espirituoso afrancesado. Mientras entonaba extrañas cantigas sobre las aventuras y desventuras de marineros, daddy girls y psicodélicos viajes a Holanda, la multitud decía celebrar el nacimiento de un Niño Dios en un país lejano hace algo más de dos mil años. En realidad, miles de personas llevaban días arracimándose en los comercios, tabernas y plazuelas de las inmediaciones del templo, en especial los días de ‘shabat’ y sus vísperas, para cantar, libar –y folgar, claro, y folgar- a la espera de que llegase la efeméride. El día del nacimiento del Niño Dios, que curiosamente coincide con el solsticio de invierno, que ya es casualidad (1/365), llegó finalmente, lo que hizo que algunos cientos de personas volvieran a morar a sus arrabales.

En realidad solo era una tregua a la espera de celebrar la llegada de los Magos de Oriente, dispuestos a adorar al Niño Dios a la vez que protagonizan un desfile que llena de ilusión y, sobre todo, de chicles y caramelos, los bolsillos de la turbamulta y el suelo de la ciudad sureña. Con este panorama, tras repetirse años y años el ritual sin que el viejo Yavé diera muestras de alguna de sus bíblicas cóleras, el sanedrín del templo pensó que sería bueno declarar BIC (acrónimo, al parecer, de Bien de Interés Cultural) esta fiesta multitudinaria, pensando que a falta de gallinas de huevos de oro, podría ser un becerro (también de oro, claro está) para los mercaderes del centro y de los arrabales de la ciudad, haciendo que nuevas multitudes llegadas de fuera pudieran disfrutar, a su vez, de cómo se disfruta del nacimiento del Niño Dios. El BIC ha sido todo un éxito. La ciudad sureña se ha adelantado a otras futuras declaración de BIC que a buen seguro atraerán también sus propias multitudes, como las sevillanas o los chistes de Lepe (y sic).

Esta vez el día 7 de enero el Ejército de las Siete Naciones comenzó a organizarse en Oriente Próximo, muy cerca de donde nació el Niño Dios…

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