En las últimas semanas se ha puesto de moda amedrentar a jóvenes que acuden a eventos festivos a través de pinchazos.
En las últimas semanas se ha puesto de moda amedrentar a jóvenes que acuden a eventos festivos a través de pinchazos.

Hace no tantos años, el Estado –el régimen– era una fuente de peligros para las mujeres. Solo el recordar lo que se decía en cuanto al lugar de correspondencia en el mundo, lo de justificar cualquier tipo de agresión, la consideración de seres inferiores, las particulares obsesiones pseudoreligiosas del tipo "son un regalo de la creación". Un regalito. En definitiva, las mujeres en esa etapa oscura de la historia de este país estaban desprotegidas, si no se adaptaban al papel al que se les asignaba, malo, pero es que, además, el situarlas en una situación por debajo del hombre las hacían aún más vulnerables. Es lo que tenían los regímenes autoritarios como el que tuvimos aquí. Si cualquier mujer era víctima de la violencia de su marido, inevitablemente no podía esperar la protección del Estado, el hombre era hombre, la mujer su posesión, su mascota y muchas veces su punching ball. La Iglesia, el poder político, la judicatura, las fuerzas de orden público, los “educadores”… más que proteger se convertían en victimarios y, por mor del sistema, en impunes victimarios que, encima, vertían su desprecio con desconsideraciones más propias de la edad media que la de un país en el siglo XX. 

Afortunadamente hoy disfrutamos de un régimen democrático y por lo tanto el feminismo ―me atrevo, una vez más, a recordar que feminismo es el movimiento que busca la igualdad entre hombres y mujeres― es parte fundamental de las aspiraciones de la sociedad. Un régimen democrático que aunque poco a poco, la realidad es que va consiguiendo, a través de instrumentos legales y con una labor pedagógica no siempre comprendida y posiblemente de resultados aún nimios, que la lucha de las mujeres no caiga en saco roto. Una democracia que no busca la igualdad no es una democracia. Igualdad y libertad, conceptos insoslayables de un sistema como el que aspiramos a tener. Ni más ni menos.

Uno de los elementos básicos en la consideración de las mujeres es el reconocimiento de que hay una violencia estructural contra ellas por el hecho de ser mujeres, es la violencia o terrorismo machista ¡ojo, esto no estoy dispuesto a discutirlo, ni debatirlo, el caballo blanco de Santiago es blanco y punto! Por eso los mecanismos públicos, en su orientación para la protección de sus ciudadanos, tienen que poner cuantos recursos sean necesarios para que la mitad de nuestra población pueda aspirar a vivir la igualdad y la libertad. La libertad, la cual no es posible si cualquier mujer, cualquiera, tiene que vivir preocupada cuando sale a la calle porque tiene un riesgo evidente de ser atacada en su libertad a través del acoso, la agresión, la burla… cualquier expresión que contenga ese abuso del hombre hacia la mujer, por tanto es lucha también por la libertad. Igual y Libertad. 

En las últimas semanas se ha puesto de maldita moda amedrentar a nuestras jóvenes que acuden a eventos festivos a través de pinchazos. Una vez más, nuestras mujeres tienen que tener la preocupación de que algunos descendientes directos de los cromañones les hagan daño. Y se lo hacen, por el solo hecho de no poder salir tranquilamente, el hecho de tener esa preocupación es violencia, es vivir fuera de los cánones de un Estado democrático. Por lo tanto, pinchazos, y todo lo demás, no son más que señales clarísimas de que la mitad de la población no vive en democracia, y no lo hace porque no está en plano de igualdad con la otra mitad dominante precisamente por su mayor fuerza bruta, como los toros, con cuernos y todo, y además no son libres, no hay libertad en el miedo, no hay democracia en la desprotección. 

Tenemos la obligación de que nuestro sistema sea disfrutado por toda la ciudadanía, tenemos que obligar a las autoridades a que sean demócratas y no permitan lo que está ocurriendo. Señalemos a los jueces que se ríen de estas cosas y mantienen ese discurso lamentablemente machista y preconstitucional en materia de género, que no es otro que mantener el discurso del odio. Y por encima de todo, no demos ni un paso atrás en esta lucha, por más que haya opciones políticas que precisamente estos días hablan de la inseguridad de las calles si se apagan las luces de los comercios ―no doy crédito― pero que recortan, como es el caso de la Comunidad de Madrid más del 50% del presupuesto para la prevención de la violencia de género contra las mujeres.

Pinchemos a los que pinchan con menos odio y más democracia: Igualdad y Libertad.

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