Onanismo

Ha sido la semana en que sus majestades los Reyes Magos de Oriente nos han regalado, una vez más, una estupenda cuesta de enero, que aprieta y ahoga.

Una asamblea de la Conferencia Episcopal Española.
Una asamblea de la Conferencia Episcopal Española.

¡Vaya semanita! Y no me estoy refiriendo al programa de humor –fantástico— que tenía la televisión vasca, aunque realmente si nos atenemos a los contenidos que nos han ofrecido estos siete días dan para un programa de humor, o de terror… cualquier cosa. Ha sido la semana en que sus majestades los Reyes Magos de Oriente nos han regalado, una vez más, una estupenda cuesta de enero, que aprieta y ahoga.

Nos han traído un presidente del Gobierno y un Gobierno para este divertido país en el que el estrambote se convierte en norma y podemos de esa manera escuchar en el Congreso de Diputados decir que vienen los comunistas, bolivarianos, bolcheviques, ateos, ultras… y el caso es que hay gente que se lo cree, será por eso de que somos un país muy religioso, nos creemos todo lo que nos dicen y si hay dios porque no van a obligarnos a llevar un chándal bolivariano. Esta semana también hemos estado al borde de una nueva guerra, Estados Unidos contra Irán, fanáticos contra fanáticos, la cuestión es que mientras ellos se entretienen metiéndose miedo, asesinándose y poniendo a punto sus misiles, nosotros, que somos un país pobre de mierda que no tenemos ni un miserable pozo petrolífero, lo sufrimos –de momento— con subidas de todo lo que tenga que ver con el famoso barril de Brent.

Una semana da para mucho, y como os he relatado, solo con esas tres noticias: reyes magos, nuevo gobierno y agresión de Estados Unidos a Irán, podríamos empezar a sospechar que el año 2020, como viene siendo habitual, no ha comenzado de la mejor manera, de hecho a partir de ahora paso de pedir deseos mientras me atraganto con las putas uvas, ¿para qué? No obstante que el año haya comenzado con agresividad, recuerden a esos reyes magos ofreciéndonos enormes deudas en El Corte Inglés, sitio donde por más que digan no hay elfos sino créditos, que la extrema derecha esté envalentonada y se atreva a amenazar a nuestra democracia con insinuaciones ya no tan veladas sobre golpes de estado, que Trump…bueno Trump no nos sorprende y los Ayatolás tampoco, que esto sea así no tiene porque desviarnos de nuestros objetivos espirituales para esta nueva década: amarnos mucho, mucho. Pero ¡cuidado! que para terminar la semana, la Conferencia Episcopal de España –el Gobierno de los curas católicos, la Ejecutiva nacional del tema— ha hecho algunos anuncios que pone en tela de juicio el que es nuestro objetivo, el de amarnos. Digamos que ha puesto un pero… lo de amarnos está muy bien, vienen a decir, mientras que no sea amor propio.

Onán, que era un hombre indisciplinado, optó en su momento por no tener hijos con la viuda de su hermano y para ello, a pesar de que se acostaban juntos, a la hora del coito, practicaba el interruptus e incluso para no tener ganas de descargar en la mentada viuda, se masturbaba con fruición. ¡Ay Onán si supieras que ese acto de rebeldía es hoy día un emblema sexual! El caso es que la conferencia de los curas ha decidido hacer un manual de buenas prácticas para los novios, futuros matrimonios, y en esa guía da detalles de lo pecaminoso, execrable y malo para la salud que es practicar el deporte favorito del viejo Onán.

Siempre nos han dicho que eso del amor propio tenía físicamente dos desagradables consecuencias: se reblandecía la médula y se perdía la vista. Yo no sé si hay algún estudio sobre eso pero el número de miopes es altísimo, solo hay que ver lo bien que van los negocios de óptica con sus lentillas y sus gafas graduadas. Yo mismo tengo más de ocho dioptrías en cada ojo. Lo de la médula no lo tengo bien controlado porque no sé muy bien qué es eso de reblandecerse la misma pero tiene que ser algo así como que te quedas jorobado, o te ataca la artrosis, o vete tú a saber qué.

La noticia me ha jodido puesto que mi objetivo señalado para este año y aconsejado para el resto de humanidad era el amor, pero el amor sin distingos, amarnos los unos a los otros, los unos con uno mismo y así en todas la posibilidades de combinatoria. No me lo tomo a broma —bueno, un poquito sí— e intentaré que esta década mi espiritualidad no esté contaminada por aspectos de carácter físico que me hagan ser un adecuado aspirante a pudrirme en el infierno, así que como todo en la vida, y para no dejaros más turbados de lo que estáis, ya os digo que me dedicaré al amor pero… sin pajas mentales.

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