El presidente español, Pedro Sánchez, con el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, en una imagen de archivo. FOTO: UE
El presidente español, Pedro Sánchez, con el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, en una imagen de archivo. FOTO: UE

Desde que en 1986 España, junto con Portugal, entramos en el ansiado club de Europa, creo que como pueblo hemos dado buenas muestras de ser un socio entusiasta. Con mayor o menor intensidad, cada Gobierno español, tanto los que protagonizaron la izquierda, con el PSOE de protagonista, como los gobiernos de derecha, protagonizados por el Partido Popular ─quizás con menor intensidad en el periodo de Aznar con sus derivas proamericanas con Bush y compañía. Atlantismo decía él─, no se puede reprochar la actitud europeísta, integradora, de los países ibéricos. Y desde luego tampoco cabe mayor reproche a la Europa que nos acogió, nos ayudó y nos sostuvo con el helicóptero del dinero a mansalva tanto en los fondos de cohesión como en cada una de las partidas sectoriales en las que el dinero europeo llegaba a través de la consideración de nuestro país como del grupo a los que había que ponerlo en el ascensor del edificio que se estaba construyendo. Fiel aliado incluso en el apoyo de tratados que si bien en principio podrían parecer contrarios a nuestros intereses ─léase Maastrich─ el bien común, la política del deseado acuerdo y consenso estuvo siempre por encima de cualquier otra disposición y ánimo. Por tanto, nada que objetar.

La implosión del bloque del Este, la desaparición de la URSS y su influencia totalitaria en un buen número de países, hizo necesaria una recomposición de lugar en la propia Unión Europea: había que facilitar la entrada de esos países con sus recién estrenadas democracias, sus abrazos a las políticas capitalistas del Oeste, y por tanto, solidariamente, los que ya formábamos parte del club, tuvimos ─como países y como Unión─ dar unos cuantos pasos atrás para dar cobijo a estados que necesitaban nuestra ayuda como antes la precisamos nosotros. Y se hizo, y se apoyó, y se permitió que países ricos que, como Alemania, pudieran convertirse en los tutores de estos nuevos inquilinos. Se permitieron deslocalizaciones entre países miembros con tal de ayudar a estos otros ─Polonia=Delphi, ¿os suena?─, y se hicieron como antes se hicieron a favor de nosotros. No nos extraña que lógicamente cualquier país quisiera ser Europa, Turquía por ejemplo. Todos a escanciar vasos llenos de Wellfare State.

En 2008 todo estalló, y lo que parecía que iba en camino de convertirse en una Unión no solo económica, sino también política, fiscal, financiera, social… se fue por el sumidero de los neonacionalismos y de la reaparición de lo que por lo visto nunca había desaparecido y solo había estado oculto: el supremacismo. El complejo de superioridad de superioridad o el de inferioridad, y la vuelta a una coordenada indeseable para construir un espacio político: El norte contra el sur. El norte que aparte de estar lleno de frío, es rico. Y el Sur que aparte de nuestra alegría y bonhomía está falto de recursos dinerarios.

¿Tenemos nosotros alguna responsabilidad? Sin duda, nadie puede escaquearse de su cuota parte. Todos la tenemos. Y en estas que esos países del Norte bautizaron a los países del sur como países PIGS, países cerdos. Portugal, Irlanda, Grecia y España ─Spain─. Países que comen recursos ansiosamente pero que no son productivos, que sesteamos, vivíamos ─y la derecha de aquí compraba ese discurso falaz─ por encima de nuestras posibilidades…Y crearon el MEDE (Mecanismo Europeo de Estabilidad) que no es otra cosa que prestarte dinero a cambio de tener a los famosos hombres de negro ─controladores, policías de tus políticas─ encima y con unas condiciones leoninas vigiladas por la Troika. Es lo que tiene el ser un cerdo.

En esta crisis del Covid-19, en Italia y España estamos sufriendo la peor de las pesadillas: mueren nuestras gentes. El cataclismo es de tal magnitud que difícilmente puedo con palabras escritas decir lo que puedo sentir. Cambien la I de PIGS de Irlanda por la de Italia. Pues bien la respuesta de Europa ante la petición de que hiciera de Europa, es decir una unidad de países que solidariamente por cuestiones históricas, culturales, económicas y sentimentales nos ayudamos unos a otros. Volvemos a ser cerdos. Queremos vivir, aunque ya nada será lo mismo, el fantasma de las decenas de miles ─por ahora─ de muertos nos desvelará por el resto de nuestros días, pero al menos queríamos que aquellos con los que nos unimos en 1986 fueran capaces de tener la mínima empatía e inteligencia política para contestar a esta crisis, la sanitaria y también la económica por supuesto. ¿Resultado?: al igual que en 2008 nos llaman cerdos y nos dicen que nos la arreglemos nosotros como podamos. ¡Así haremos!

Ellos ríen, contentos de comprobar, una vez más, la superioridad norteña cuando ven como ellos apenas tienen muertes, que los contagios son menos extensivos. Ríen, se vanaglorian… ¡engañan y estafan a su propia gente!, sirva de ejemplo Alemania que no suma a los muertos con patologías previas al Covid-19. Y así en cada país, Holanda incluida. La falta de transparencia es su fortaleza…y su miseria moral.

Y la única solución que nos dan es el famoso MEDE y por lo tanto remitirnos a la miseria los próximos diez o 15 años. Esa es la Europa que ellos quieren. Una Europa rica, que goce de buena salud y otra de camareros que los atiendan bien cuando llegan en los cruceros con sus bermudas de colores y sus calcetines blancos. Pero ¡ojo! no caigamos en los discursos que comienza a hacer en España la derecha y la ultraderecha. Nosotros somos Europa y no nos vamos, ni nos van a echar, son ellos los que se deben ir, por cierto como han hecho en el Reino Unido, los primeros en abandonar el buque. Si Holanda no cree en Europa ─en ese discurso que su ministro Hoeskstra en el que mostró un desprecio y odio a España e Italia, y que fue contestado magníficamente por el primer ministro Portugués, Antonio Costa que lo calificó de repugnante─ los que se tienen que ir son ellos. Ellos son los que no merecen estar en el club.

Nosotros tendremos que hacer nuestra tarea. Impedir que se continúe con esa política de recortes y endeblecimiento y depauperación de nuestro sistema nacional de salud, cosa que viene haciéndose muchos años atrás, y no solamente por los Gobiernos de la derecha. Tendremos que evitar que los discursos norte/sur que se hacen en esos países se reproduzcan en España con un Norte rico y un Sur que seguimos esperando que de una vez por todas nos dejen tener los instrumentos para ser iguales. Mientras, en Europa tal y como están las cosas con países que a la mínima abandonan la casa, abandonan el espíritu fundador de nuestra Unión, con ellos, aparte de los cerdos, ya tenemos otros animales para nuestra fauna autóctona: las RATAS.

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