Audrey Hepburn, en una imagen de archivo.
Audrey Hepburn, en una imagen de archivo.

Hay que trabajar ocho horas y dormir ocho horas, ¡pero que no sean las mismas!, como nos recuerda Woody Allen; aunque si hacemos caso a Calderón todo estaría en la misma dimensión y lo más probable sería que vivimos sumergidos en un sueño que sueñan otros, y que nuestra pseudoexistencia acaba cuando despertamos, y por tanto nuestra vida ―y a veces me malicio que es así―, es un corolario de sucedidos independientes de nuestra voluntad. ¿Determinismo? es posible, de hecho ya lo cantaba John Lennon en su Beautiful Boy: "La vida es lo que va sucediendo mientras nosotros nos empeñamos en hacer otra cosa". Alfas y Deltas, MOR y REM, despiertos o dormidos... soñando caminos de la tarde, que nos contaba Antonio Machado. Muchas veces he comentado que duermo poco y sobretodo sueño mucho, dormido y despierto. A través, supongo, de mi agusto por las películas, he conseguido, o mejor, mi cerebro ha conseguido rizar el rizo y tener bandas sonoras en cada sueño, partituras tan extraordinarias que si Santa Cecilia me hubiera dado el don ―o yo hubiera estudiado la especialidad sin esperar el favor de la melódica santa― de la escritura musical, hubiera asegurado melodías dignas de Morricone o Williams.

Soñar mucho no es bueno ni malo, soñar dormidos o soñar despiertos, da igual, unos sirven para la elaboración, en "estilo libre", de historias rocambolescas de las cuales no controlamos el guión; y los sueños despiertos nos sirven para fantasear ilusiones y deseos (Freud aplicaba esta posibilidad de ilusiones y deseos a los sueños dormidos, el subconsciente disfraza estas "aspiraciones" en historias surrealistas que, según él, podían interpretarse. Yo, como profano, prefiero contemplar estos sueños como el que está viendo una película, sea esta de miedo ―las pesadillas―, de ciencia ficción, de risas o lo que sea). Las ilusiones, deseos, esperanzas y ambiciones, son elaborados en nuestra imaginación y sirven como motor a nuestra existencia: las expectativas. I have a dream, mitineaba Luther King.

Yo me quedo con otra sentencia de Machado cuando nos alerta de que "si bueno es dormir, mejor es soñar, y lo mejor de todo, despertar". Despertar sin dejar de soñar, dormir sin dejar de esperar de estar despierto, disfrutar de tu mundo onírico, tanto cuando estas dormido y sobretodo del que tienes cuando estas despierto, por más que esas ilusiones no se materialicen (varias veces he escrito en distintos artículos, y hoy lo vuelvo a repetir, lo que le decía Clint Eastwood a Meryl Streep en Los Puentes de Madison. "Tuve muchos sueños, ninguno se cumplió pero fue bueno tenerlos" o algo por el estilo). Soñar es una forma de nostalgia como nos recuerda la poeta y articulista Mary Theresa Schimch en su Wear Sunscreen y, sin embargo, también es verdad que, a la manera de Anatole France, el porvenir es el lugar más cómodo para situar los sueños. Por tanto soñar nos reconcilia con nuestro pasado y nos proyecta de manera, a veces grotesca, a un futuro imaginado.

Este panegírico sobre dormir, soñar y despertar viene a cuento porque hoy soñé que Audrey Hepburn, acompañada con su elegante sonrisa, me decía: "¡¡A dormir!!". Y yo, con el sueño que tenía y que no sería capaz de llevarle la contraria a la señorita Holly Golightly, intenté ser disciplinado y entregarme prontito al regazo de Morfeo. Así que tengan ustedes esta noche buenas noches y a ser posible, como le decíamos a mis hijas cuando pequeñas, que soñéis con angelitos... y disculpen si alguna vez me he colado en vuestros sueños, aunque sea con un papel de reparto en una pesadilla digna del mejor cine de género. No se olviden de despertar para seguir soñando. Y ahora, o esta noche, o cuando toque…¡¡A dormir!!

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