Estatua del Ángel Caído, en el Retiro madrileño. FOTO: Massimo Pollani
Estatua del Ángel Caído, en el Retiro madrileño. FOTO: Massimo Pollani

Y es que en los últimos días de este Estado de Alarma, el Demonio, Belzebú, Satanás, el Anticristo o como quieran llamarle ustedes, que muy libres son de ponerle nombre a este personaje, ha llegado a nuestros hogares por boca de toda una pléyade de personas bien informadas. Fernández Díaz, que fue Ministro del Interior y que su principal objetivo fue crear una policía dentro de la policía que vigilará y derrotara a los enemigos de España que a la sazón eran sus enemigos, nos da cuenta por su boca que el enemigo de España era el demonio el cual se había empeñado ―y mira que hay sitios― en romper España a base de independentismos, gays, comunistas y toda esa ralea: Era el demonio. Pero no se apuren que como en las películas malas ya sabemos el final ―se lo dijo el Papa anterior― derrotamos al Príncipe del Mal ―que el infierno es una Monarquía―.

También ha salido el Obispo Cañizares ―sí, ese que se viste con una bata de cola que ríase usted de las de Lola Flores― y nos alerta de que efectivamente Satanás se ha empeñado en acabar con nosotros porque llevamos unos cuarenta años más o menos ―los que llevamos de democracia― alejándonos de dios y, claro, eso es caldo de cultivo para el diablo. Yo lo de Cañizares, siendo Obispo, lo doy por bueno ya que el tiene fuentes bien informadas. Fernández Díaz del Papa, Cañizares directamente de dios.

También en estos días hemos escuchado al Presidente de la Universidad de San Antonio de Murcia alertarnos sobre el Anticristo y como éste, por mediación de la vacuna anticovid, tratará de controlarnos. En esta teoría ha coincidido con Miguel Bosé y Bunbury, que son personas sensatas y no se les ocurriría decir tonterías, solo hay que escuchar las letras de sus canciones, pura mística.

Esto del demonio tiene su plan. Yo reconozco que a mi me daba mucho miedo, de hecho, cuando era pequeño, había noches que las pasaba moradas porque tenía pesadillas con el susodicho personaje del Averno. Ya un poco más mayor confirmé mis terrores con la lectura y después con el visionado de El Exorcista, libro terrorífico, películas terrorífica. Esta lectura la compensé con La Divina Comedia de Dante y su paseo por el infierno contado de esa manera tan exquisita, en lo que es una de las tres o cuatro obras cumbres de la literatura universal, me reconfortó de tal manera que hasta el Apocalipsis de San Juan ―el libro de terror por antonomasia― me resultó más llevadero.

La utilización de la figura del Diablo ha sido permanente en todos los pueblos de cultura judeo cristiana, incluso en Madrid tenemos su representación, la de Lucifer, en una escultura situada en el Parque del Retiro en Madrid, por lo que podemos decir que forma parte de nuestro acervo cultural. Por eso ya no me da tanto miedo, me lo dan mucho más aquellos que lo invocan para que, efectivamente, por miedo, hagamos lo que ellos quieren que hagamos, y nos abandonemos en una especie de misticismo negativo donde cualquier cosa mala que nos ocurra tenga una justificación en la acción del demonio, que no se nos olvide, actúa porque hacemos cosas que lo atraen: luchar por la igualdad, por la libertad, por la ciencia, contra la intolerancia, que nos cuestionamos los dogmas, en fin que nos merecemos que venga el diablo y nos castigue. De todas forma como dice una amiga mía, las chicas ―y chicos también― buenas van al cielo y las malas a todas partes.

Anda suelto Satanás que cantaba el malogrado Aute pero que, con su permiso, yo recogí en la versión de Rosendo y es la que os recomiendo para estos días de azufre de infierno y sal de playa.

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