Techo, comida y caspa

Sebastián Chilla.

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

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Este pasado viernes se estrenó en los cines españoles la película del director jerezano Juan Miguel del Castillo, Techo y comida. Esa misma noche fui con mi padre al cine para no perder detalle de lo que este filme tenía que denunciar. Fue un placer comprobar que el buen cine social de corte europeo tiene un pequeño espacio en la cartelera española, a pesar de las circunstancias y los intereses a los que se enfrenta.

Que Techo y comida se haya estrenado un 4 de diciembre, histórico día para los andaluces y andaluzas de pro como yo, constituye un buen apunte simbólico. La película retrata el día a día de una Andalucía que se esconde en sí misma, que se engalana de cara a la galería y que de puertas para dentro se lamenta como si no hubiera mañana, porque no lo hay. Más allá de la excelente interpretación, fundamentalmente de Natalia de Molina y del pequeño y muy jerezano Jaime López, la película constituye un auténtico thriller sociológico. Los tópicos, el qué dirán y el cómo se sobrevive con la miseria en nuestra tierra nos da pistas de lo que está sucediendo a nuestro alrededor. El "Andalucía no ríe, llora" de Blas Infante toma en estas líneas un carácter superlativo. Y es que mientras en nuestra sala, algunos se podría decir que psicológicamente estábamos casi llorando, otros muchos, como ha expresado el director de lavozdelsur.es en un reciente artículo, se reían a carcajadas en alguna de las salas adjuntas. Aunque a los más exigentes ya no nos sorprende esta realidad, sí que nos sigue doliendo, porque no puede sino doler ver cómo los productos audiovisuales nacionales basados en un humor chabacano y desagradable tienen un mayor gancho que la cruda realidad que vivimos hoy día.

A pesar de todo, en un momento histórico como el que nos acontece, este tipo de obras artísticas abren los ojos a mucha gente, aunque seguramente sean menos de las que quisiéramos. El derecho al trabajo y a una vivienda digna que tanto hemos escuchado también en estos días de orgía constitucionalista son dos de los pilares sobre los que se rige Techo y comida, un trabajo y una vivienda de los que se habla mucho y se dice muy poco. Y es que como dice el refrán, se juntaron el hambre con las ganas de comer, ya que no nos podemos olvidar que estamos en plena campaña electoral y por qué no decirlo, también en Navidad.

Sin embargo, entre Zambomba y Zambomba, algunos se pierden en la oscuridad tal vez por falta de luces navideñas, aunque imagino que no por las espantosas farolas blancas de pared y sin cristal que han invadido el casco de nuestra histórica aldea andaluza. Yendo al grano sobre este tema, hace unos días algunos de los sectores más casposos de nuestra ciudad hablaban sobre lo poco que le importan a los jerezanos y jerezanas la deuda y situación del Ayuntamiento de Jerez mientras estas navidades nuestra ciudad se ponga las mejores galas de cara al resto mundo. Y la pregunta que uno se hace a este respecto es: ¿Cuántos Techo y comida hacen falta, en todos los planos artísticos, para comenzar a despertar conciencias?

El símil que uno puede establecer entre la superflua crítica al austero alumbrado navideño de Jerez y la situación real de la ciudad es bastante significativo. Si tomamos de partida el retrato sociológico de Andalucía que Techo y comida realiza podemos comprender algunos de los grandes problemas de nuestra tierra y, por supuesto, de nuestro Jerez que como decía el lema, parece Andalucía de cerca. A este respecto y volviendo de nuevo a lo que comentaba en un principio, la pobreza es, por tanto, algo que se lleva por dentro y que al igual que la situación de nuestra ciudad, quiere esconderse con mero acicalamiento. Como diríamos en la calle con unas copas de oloroso, ahora que la época apremia, ¡maldito postureo! ¿Y qué hay de nuevo bajo el sol? Son, al fin y al cabo, estigmas de una tierra que ha sabido sobrellevar a lo largo de la historia sus penas con mucho arte y que, de una forma u otra, amamos con locura.

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