Artículo de opinión escrito por Mª Ángeles Andrades Martín, titulado 'Mujer agricultora, por un papel principal'.
Artículo de opinión escrito por Mª Ángeles Andrades Martín, titulado 'Mujer agricultora, por un papel principal'.

Hace unas semanas rememoraba con una buena amiga un recuerdo de nuestra infancia, las calles de nuestro pueblo, Osuna, durante los meses de campaña de aceituna, llenas de mujeres y hombres antes de amanecer, esperando, en los distintos puntos de encuentro, al resto de la cuadrilla para dirigirse al “verdeo”. Ambas coincidimos en resaltar, con especial cariño, un pequeño detalle de esa imagen que compartíamos, el pañuelo con el que nuestras madres y demás mujeres cubrían sus cabezas durante la jornada. Las dos éramos conscientes de que ese pañuelo no solo se usaba para prevenirse del sol o porque nuestras madres y demás compañeras tuvieran una especial preocupación por estar mejor o peor peinadas delante de sus compañeros y compañeras, la realidad de ese pañuelo era que después de esa jornada agrícola llegarían a sus casas, servirían el almuerzo que habían preparado la noche anterior y, con apenas unos minutos para poder asearse, se irían a su segunda actividad laboral. Nuestras madres, al igual que muchas otras, compaginaban la campaña de aceitunas con otros empleos y ese pañuelo era un instrumento que les facilitaba continuar con la larga jornada, manteniendo su pelo limpio hasta llegar a la noche que volvieran a sus casas.

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Artículo de opinión escrito por Mª Ángeles Andrades Martín, titulado 'Mujer agricultora, por un papel principal'.

Desde siempre, la mujer ha tenido un papel crucial en el medio rural, concretamente en la agricultura, un papel tan importante como invisible. Un papel enmascarado en la figura de “AYUDANTE”. En el censo agrario realizado por el Instituto Nacional de Estadística de 1982, el 62.6% de las mujeres activas estaban incluida en la categoría de “ayuda familiar”. Este rol que se le confiere a la mujer, no solo es limitante para conocer la realidad de su trabajo en nuestros campos y poder disponer de datos cuantificables del número de jornadas realizadas en las explotaciones familiares, sus funciones y las circunstancias en las que trabajaban, sino que conllevaba claras limitaciones a su independencia económica, ya que el trabajo que realizaban como “ayudante” en las explotaciones familiares, contribuía a engrosar una bolsa en común cuya titularidad ostentaba el hombre.


Esta pluriactividad que realizaban las mujeres, compaginando la jornada agrícola con otra actividad salarial en otro sector y el cuidado del hogar y la familia, provocaba una gran limitación en sus relaciones externas de la explotación, privándolas de la información necesaria para emprender como titulares de estas. El precio del producto, canales comerciales, las novedades en maquinarias eran temas muy masculinizados al ser el hombre el que acudía a la cooperativa, puestos de compras, bancos y demás instituciones, ya que la mujer se encontraba atendiendo a su familia o en tareas domésticas, que tenían que compaginar robándoles horas a la noche y gracias a una organización  magistral digna de cátedra. Esta carencia de información ha sido, junto con la ausencia de conciencia empresarial, un factor que ha limitado a la mujer a desempeñar un papel secundario en la explotación.


Esta publicación no pretende realzar, aunque bien es causa justa, esa desigualdad en la agricultura entre hombres y mujeres, si no celebrar los pasos agigantados que la mujer en este sector está recorriendo, huyendo de ese papel de “ayudante” que ha ocupado durante décadas, sustituyéndolo por el papel de titular, emprendedora, agricultora y ganadera.

La figura de la mujer como titular de explotaciones se encuentra en constante crecimiento, es ella la que está ocupando un papel clave en el relevo generacional de nuestra agricultura. Es emprendedora, valiente y ha sabido rentabilizar esos “saberes” trasmitidos de madres a hijas para diversificar la económica agraria. La calidad alimentaria, turismo rural, transformación artesanal de productos agroalimentarios son instrumentos que han impulsado a la mujer a abandonar ese rol de ayudante.


No solo es destacable la figura de la mujer como clave en la agricultura, sino también como instrumento de freno en el despoblamiento rural y su desarrollo, ya que la agricultura y la mujer como agricultora es línea transversal en el medio rural que moldea tanto a nivel productivo, incrementando su desarrollo económico, a nivel social manteniendo su cultura y tradición y medioambientalmente, trazando sus paisajes e influyendo directamente en su biodiversidad.


Aunque es cierto que el aumento en los porcentajes de mujeres como titulares de explotación es motivo de alegría, también es cierto que sigue existiendo una gran desigualdad de género, ya que mientras que el 13,61 % de los jóvenes titulares se incorporan con explotaciones de más de 100 hectáreas, tan solo el 3,25 % de las mujeres lo hacen con explotaciones de este tamaño. Esta diferencia de dimensiones en las explotaciones se traduce en una desventaja económica más que evidente, lo que agudiza la diferencia salarial entre ambos.
Como mujer agricultora solo puedo dirigir palabras de agradecimiento a todas las mujeres que me han precedido, que han sabido trasmitir los valores de este oficio tan noble y que con su incansable trabajo, han huído de ese papel de ayudante en busca de una igualdad real en nuestros campos.

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