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Para tener un centro histórico vivo, se necesitan, como su propio nombre indica, gente que viva, que lo pueble las veinticuatro horas del día.

Hasta ahora, durante todas las semanas en las que intento explicar el sentido y la reivindicación de la manifestación del 26 de septiembre (recuerda: Salvemos el centro histórico, marcha por el patrimonio, la habitabilidad y el mantenimiento del comercio tradicional), ha sucedido algo bueno, como el inicio de las obras en plaza Belén, y algo malo, la muerte de Fernando de la Quintana. Como la actualidad siempre manda y no quiero dejarla pasar, esta semana nos hemos despertado con el conato de expulsión de la Peña Flamenca Buena Gente de su sede de la Nave del Aceite. Me gustaría mostrar desde aquí todo mi apoyo a la Peña frente a declaraciones políticas sin sentido, realizadas por la espalda y de las cuales son ellos los últimos en enterarse, cuando son precisamente los primeros afectados.

Defiendo desde estas líneas su permanencia en el barrio, sea o no en la Nave del Aceite (aunque nada mejor que una peña viva y sus actividades gratuitas para dar contenido a un museo sobre el flamenco y de cómo se fomenta la difusión del flamenco desde las propias peñas), y reivindico todo lo bueno que supone la Peña para el barrio. Espero y deseo que desde la política se piensen las cosas antes de actuar precipitadamente y se pueda llegar a un acuerdo que resuelva esta repentina y desagradable situación. 

Hace unos meses preguntaba qué era para vosotros un centro histórico vivo y exponía mi propia teoría: se tiende a confundir vida con ambiente. Cuando la gente dice eso de que “hay que darle vida al centro”, se refiere a ambientarlo. Ojo, que eso está muy bien y no lo critico, pero no es lo mismo que darle vida. Ya decía (se puede estar de acuerdo o no conmigo, al fin y al cabo ésta es sólo una sección de opinión) que, para tener un centro histórico vivo, se necesitan, como su propio nombre indica, gente que viva, que lo pueble las veinticuatro horas del día, dando sentido a un tejido comercial de cercanía que ahora se vislumbra de imposible desarrollo. Y parece improbable hoy en día debido a la galopante despoblación que sufre la zona desde hace muchos años, demasiados años. Es urgente, por tanto, articular una serie de medidas que favorezcan su repoblación y, para ello, hay que establecer un protocolo que implique a todos los agentes (políticos, sociales, económicos…) y tomar decisiones que vayan encaminadas a conseguir tal fin. ¿Cuáles pueden ser esas medidas? 

En principio habría que pensar en los tiempos actuales y poner en marcha medidas que no cuesten nada o muy poco, y para eso hay que ser imaginativos. Soy uno de los máximos defensores de llevar a cabo un plan de peatonalización realista y a largo plazo, aunque también no deja de ser verdad que debe ir complementado con medidas que favorezcan la repoblación sí o sí. Se puede decir que repoblación y movilidad conforman un binomio indisoluble, posiblemente el más importante, en el resurgimiento del centro histórico. Por el lado de la movilidad-peatonalización, hay que tener en cuenta una serie de cuestiones previas antes de comenzar con ella: hay que tender a potenciar el transporte público, renovando la flota y aumentando la calidad del servicio, algo que hoy día no es nada difícil, por desgracia (este tema parece que está en vías de pronta solución gracias a los fondos EDUSI); hay que priorizar a la hora de peatonalizar esta u otra calle estrictamente por cuestiones de movilidad, no por intereses privados que no tengan nada que ver; promover un uso racional del espacio peatonal para evitar la invasión de la actividad privada, teniendo en cuenta que la peatonalización se hace para liberar espacio público por encima de cualquier otra cuestión, sólo tenemos que aprender de los errores de otras ciudades al respecto; establecer un sistema de control de acceso efectivo, que haga cumplir los horarios para la carga y descarga y garantice la entrada y salida de los residentes y los servicios públicos; y, sobre todo, hacer pedagogía, mucha pedagogía, porque vivimos en una ciudad donde todo el mundo usa el coche, nadie quiere renunciar a él y no se quieren ver las virtudes que supone la peatonalización del centro histórico.

Como decía, todo ello debe ir complementado por medidas que favorezcan que la gente pueda volver a vivir en el centro histórico, medidas que dentro de lo posible no sean gravosas para la administración y pensando siempre que toda inversión que se realice al respecto, después va a ser devuelta en forma de impuestos por los nuevos habitantes de la zona, que de eso en Jerez vamos también sobrados. Quizá la actuación más importante sea la dinamización del Registro Municipal de Solares, promocionando los inmuebles y estableciendo los respectivos justiprecios. En la era de internet en la que nos encontramos, que el Ayuntamiento nunca haya puesto en la red sus propiedades del Registro Municipal de Solares simplemente no tiene sentido. Es algo de lo que se ha hablado varias veces durante los últimos años, pero sin llegar nunca a materializarse nada.

Otra medida interesante sería la supresión del pago del IBI durante los primeros años de habitabilidad en el centro histórico, por ejemplo, para edificios que en la actualidad son de propiedad municipal. Hay que tener en cuenta que es un pago que ahora mismo el Ayuntamiento no ingresa, así que no supondría ningún gasto añadido el llevar a cabo dicha exención. Establecer convenios con entidades bancarias para conseguir hipotecas ventajosas, proponer ante la Junta de Andalucía la subvención de los estudios arqueológicos o utilizar a los arquitectos municipales son también medidas que no suponen ningún coste, pero que aliviaría de bastantes gastos a la persona que quisiera adquirir una propiedad del Registro Municipal y que ayudarían a aumentar el atractivo por vivir en el centro histórico. Parece que, gracias a la actuación en la plaza Belén, el tema de los parques infantiles estará resuelto, aunque convendría instalar algunos más en lugares como la plaza Salvador Allende. Aun así, es evidente que seguirían faltando zonas verdes y polideportivas, medidas estas que sí supondrían una inversión, aunque no demasiado descabellada. Y, por supuesto, supondría un empujón muy importante, un ejemplo para la intervención privada.

Todo ello favorecería la implantación de ese comercio de cercanía, artesanal y hostelero de calidad del que tanto adolecemos por estos lares. Es en ese contexto en el cual la peatonalización se mostraría eficaz y efectiva. Ahora mismo se puede ver todo esto cuanto menos como una utopía irrealizable, pero con voluntad, ganas e ideas, y teniendo claro todo lo que puede revertir económicamente para la ciudad con este proceso, en un medio-largo plazo presenciaríamos resultados sorprendentes, de eso estoy completamente seguro. Merece la pena ponerse manos a la obra.

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