Cuando se acuñó lo de ‘nueva normalidad’ –no sé en este momento si fue cosa del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez– durante la pandemia, creo que la mayoría pensamos que era cuestión de algo de tiempo, de unos meses. Ahora vemos que no, que cinco años después, de alguna manera seguimos instalados en esa ‘nueva normalidad’. El apagón del lunes viene a demostrarlo: absolutamente nadie se sorprende ya por nada, ni por el hecho en sí, ni por la falta de asunción de responsabilidades entre nuestros gobernantes.
De hecho, este cronista diría que el Gobierno tiene el pequeño problema de que el apagón también afectó a Portugal, que culpa desde el primer momento a España y donde no salen de su asombro de que días después siga sin haber al menos una explicación oficial sobre lo ocurrido. Si no fuera por la ‘cuestión portuguesa’, aquí no habría pasado nada, pelillos a la mar. Como aquel rey que salió en la tele a decir que “no volvería a pasar” y no nos quedó claro si se refería a que ese era el último elefante que mataba, la última vez que se iba de viaje con su amante o solo dios sabe qué, aquí ha salido la señora que preside la Red Eléctrica Española (REE) a decir que “no va a volver a pasar” sin que nadie nos haya dicho exactamente qué ha pasado, lo que da para un tratado de filosofía. ¿Esto es posible? ¿Se puede decir que no va a volver a pasar algo que ya ha pasado, pero cuyo origen y alcance desconocemos? No sé qué pensaría Kant al respecto, más que nada porque vivió en una época en la que no había apagones… Eso sí, algo tendrá que decir el Gobierno antes o después, aunque sea a los amigos portugueses.
Mientras, en España hemos comprobado que lo del kit de supervivencia iba totalmente en serio, aunque fuera motivo de mofa generalizado, incluso en estas líneas. El día del apagón, mientras algunos corríamos a comprar pan y embutido en abundancia, dando por supuesto que no sería raro tener por delante dos o tres días de apagón, en lo que tomaban el mando los rusos o los marcianos o quien sea, este cronista pudo comprobar que varios de sus amigos, incluso de los de vitro cerámica, alardeaban de las latas de callos y de fabada que iban a comer porque tienen en casa uno de esos camping gas (o así) de los de toda la vida. Hay gente que se toma todo en serio y otra, como este cronista, que como que no...
Total, residente en la muy noble, muy leal y (habitualmente) luminosa Jerez de la Frontera, a este cronista no le quedó otra que llevar a casa el embutido y el pan (en algunos sitios vendían de máximo una barra por persona) y después establecer con varios amigos un CECOP de carácter propio para seguir y analizar la situación en una conocida cervecería del centro, una decisión nada original, a juzgar por el llenazo que presentaba el local, que ya no servía cerveza de barril. ¿Y de qué se hablaba en dicho CECOP? Pues de muchas cosas. Es cierto que el Gobierno se llevó alguna crítica que otra, pero más de cosas pasadas que del apagón, que todavía era muy pronto. Por ejemplo, todo el mundo era consciente de que la cerveza (o el vino) que se estaba tomando en ese momento estaba mejor que la que vendría después, que sería la misma, pero unos veinte o treinta minutos más caliente, un triste destino que dio para un poco de filosofía de tocador, digo, de barra…
El CECOP se disolvió pasada la hora del almuerzo y se citó para las nueve de la noche para seguir analizando la situación, eso sí con la sospecha de que podría haber algún Mazón entre el personal. Como en el centro de Jerez la luz volvió pronto (por una vez el centro no fue el perjudicado, se ve que no estaba el Ayuntamiento de por medio), no hubo necesidad de tomar ninguna cerveza caliente. En cualquier caso, como seguíamos sin ver a ningún militar que se llamara Vladimir o Sasha ni ningún marciano ni nada parecido, en el análisis generalizado empezó a cundir la sensación de que era ‘cosa nostra’, pero de nosotros, no de ninguna mafia ni nada parecido. Y en esas estamos, llega el fin de semana, se reúne de nuevo el CECOP y seguimos a la espera…



