Jerez, acostumbrada a perder

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

Personas esperando, en meses pasados, para acceder al mercado central de abastos. FOTO: MANU GARCÍA
Personas esperando, en meses pasados, para acceder al mercado central de abastos. FOTO: MANU GARCÍA

Por desidia de unos, por trabas de otros, por intereses ajenos, por empecinamiento propio, por h o por b, los jerezanos están demasiado acostumbrados a perder. Perder una y otra vez, en contra de lo que se cree, no te hace más fuerte si nunca consigues levantarte. Y Jerez, ciudad fallida, ciudad loser de casi 220.000 habitantes, el Detroit del Sur de España, ha empezado, desde demasiado tiempo a esta parte, a acostumbrarse a que la golpeen y a caer en la lona por KO. Hubo un tiempo en que en este municipio, cuna de grandes terratenientes y señores del sherry —que acumulaban el 19% de las exportaciones de España y sin ser capital de provincia logró hasta una delegación de Hacienda— sus ciudadanos levantaban en armas para defender el jornal, el pan y la tierra; y hubo otro tiempo, décadas más tarde, en que esos mismos ciudadanos se echaban a la calle hasta para defender a su alcalde del supuesto cachondeo de la justicia.

Hubo un tiempo, que vivimos, donde una cadena humana no logró taponar la sangría de la última fábrica viva. Cerró, pero se intentó. Fue el último intento por la dignidad de un pueblo golpeado por una especie de mano negra que lo lleva hasta la asfixia. Otra vez El Salvador, otra vez los comedores sociales, otra vez sin dinero para llevar a casa después de no poder vender tagarninas en la puerta de la Plaza por el confinamiento.

Ahora los proyectos, la esperanza, no se materializan porque ni se intenta, ni se pelean como hay que hacerlo. En plena pandemia de la Covid-19, que ha hurgado en la herida de la desesperación socioeconómica de una de las ciudades europeas con mayor tasa de paro, más de 32.000 desempleados la contemplan cada mañana, se ha conocido que la compañía norteamericana Willis, dedicada al alquiler de motores y reparación de aviones, ha desistido de su inversión en las 70 hectáreas de superficie industrial de las que dispone el Aeropuerto de Jerez.

La empresa, que iba a invertir 20 millones y crear unos 200 empleos entre trabajadores especializados y no especializados, se llevará la inversión a Portugal o Marruecos, según ha anunciado, por las trabas impuestas por Aena, el agente aeroespacial semipúblico, dependiente del Ministerio de Fomento (o como quiera que se llame ahora). En lugar de este centro de trabajo especialmente enfocado a la flota de Boeing —en Sevilla tiene centro de reparaciones Ryanair—, habrá placas fotovoltaicas. Un negocio que, como todo el mundo sabe, no destaca precisamente por su alta empleabilidad.

Desconocemos hasta qué punto, como se han empeñado diversos actores políticos provinciales y municipales en justificar para quitar hierro a la pérdida, esto era un nuevo bluf para una ciudad demasiada acostumbrada al humo de los titulares que nunca se hacen realidad. Lo cierto y lo fijo es que es otra esperanza que se va por el desagüe, aparentemente, por la ineficacia de los políticos. Esos que, la mayor parte de las veces, lo único que tienen que hacer es poner fáciles las cosas y desatascar allá donde haya un atasco.

Ayer fue la inversión de Willis Lease Finance en La Parra —otra infraestructura castigada en la provincia— la que se pierde por culpa de la mala gestión de una Administración. Hace unos meses, hace años, incluso con fondos europeos consignados, fue el Museo del Flamenco, la recuperación del Guadalete, el Centro Tecnológico del Motor, la fábrica de zapatos, el Parque Científico Tecnológico Agroalimentario, la Ciudad del Flamenco... Pónganle el nombre que quieran a la inversión o al proyecto, el resultado será el mismo. Perder. Nos han/nos hemos acostumbrado. Y no nos levantamos.

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