La guerra de Ucrania y las redes

Y de pronto, ahora todos somos pacifistas, queremos un mundo en paz y rechazamos todo signo de violencia. Y de la noche a la mañana, todos somos antiimperialistas

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Premio Rafael Viso 2022 y miembro de Marea Verde.

La agencia bielorrusa BelTA difunde esta imagen de la negociación
La agencia bielorrusa BelTA difunde esta imagen de la negociación

Y de pronto, ahora todos somos pacifistas, queremos un mundo en paz y rechazamos todo signo de violencia. Y de la noche a la mañana, todos somos antiimperialistas.

Me extraña, aunque en el fondo me alegra, que mis compatriotas de generación, que hemos sufrido varias crisis económicas y sanitarias, apuesten por un discurso social (en Redes) por la consecución de un mundo ajeno a la violencia, el terror, la muerte y la guerra. Quizás, aunque con un fuerte sustento moral, el causante ha sido la invasión rusa a Ucrania, un país libre y soberano, aunque sin olvidar las influencias imperialistas del mal llamado “primer mundo” hegemonizado por el gran azul de Estados Unidos, vencedor, en teoría, de la Guerra Fría que durante décadas dividieron a un mundo aún más polarizado de lo que está hoy.

Siempre han habido activistas pacifistas que ahora llamaríamos “influencers por la paz”, que sin Twitter, Tik Tok ni Instagram, alcanzaron llegar a millones de personas con un mensaje contra la violencia. Estos activistas, días duros como hoy, vuelven a resucitar, a pesar de que a veces los vemos como algo pasado en el tiempo, tales como John Lennon, Nelson Mandela, o españoles como Antonio Flores o la gran olvidada, Gloria Fuertes. Ahora son influencers, llamémosles “vintage'', y no tienen redes sociales, pero todos los admiran.

Rulan por los estados de Whatsapp, que normalmente suele usarse exclusivamente por la generación boomer, mensajes y frases de Erich Hartmann, “La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan…”.  Ellos no vivieron la Guerra, pero sí sus consecuencias. Sus padres sí la vivieron, y pasaron hambre, y mucho miedo. Y muchos perdieron a sus seres queridos. Incluso, alguno de sus padres fueron víctimas directas hacia el olvido de la muerte.

Su contenido es más que real. La guerra es el acontecimiento más espantoso al que se enfrenta la sociedad humana, y es el fracaso natural del Hombre. Aristóteles se sentiría fracasado en su mensaje, porque aparentemente es una de las circunstancias más ajenas del Estado Social del Ser Humano, sino del individualismo y egoísmo del propio Ser, lejanamente Humano. La guerra es la fase de grupos en la que los presidentes, lejanos desde el palco, divisan la muerte de su propio equipo.

Muchos jóvenes, la mayoría hijos de esos boomer, miran con descuido sus estados, pero el mensaje es brutal. El impacto, apoteósico. Y es que ellos, y me incluyo, también encendemos la mecha de la victoria del amor en otras redes sociales. Instagram se llena de historias con banderas ucranianas, a pesar de que los ucranianos no son las únicas víctimas, y de exaltaciones pacifistas: ¡No a la guerra!, pero la realidad está en que muchos de ellos desconocen la guerra, sus causas, y no se atreven a buscar más allá de lo que vé. Quizás como metáfora valdría la situación de miles de alemanes en Berlín allá en los años 70, ¿qué había más allá de ese muro? Tal vez, ¿más muertes? ¿Un mundo más distinto? ¿Los niños del otro lado sabían jugar al fútbol?  Y comparten victoriosos y orgullosos la presencia omnipotente del Presidente de Ucrania en el Frente, como un soldado más que se enfrenta a la dura guerra.

Y así, Dios, por medio del Hombre, creó las fake news, los bulos y el fomento al odio que son el motor que mueve al Mundo actual. Y es que, Erich Hartmann, no es el admirado pacifista que se intenta reconocer en mensajes contra la guerra. Fue un piloto y militar nazi, de los mayores admirados por Hitler. Y tampoco el presidente de la tal República Ucraniana ha tenido el valor de enfrentarse al campo de batalla y luchar como uno más de los centenares de chavales que con 18 años están matándose contra rusos.

Pero, ¿qué mundo nos queda a los jóvenes? ¿Un mundo infectado y polarizado que se mata? Busquemos una solución para nuestras generaciones más recientes. Una solución de tres letras: paz. Una solución que no destroce los sueños de millones de familias. Una solución que no se olvide de las víctimas.

Y como diría nuestra gran Gloria Fuertes:

Las bombas no tienen ojos
y caen en las guarderías.

Los niños no tiene susto
tienen muerte y mil heridas.

Las bombas no tienen ojos,
caen infestando la vida

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