Lula, presidente de Brasil tras 580 días en prisión.  TWITTER
Lula, presidente de Brasil tras 580 días en prisión. TWITTER

Ganó Lula, sin duda, y ganó por la mínima, que sigue siendo ganar. Perdió Trump, digo Bolsonaro, que nunca pierden porque cuando pierden es que se lo han robado. Algo que ya pasó en España cuando Aznar perdió. Las derechas, casi todas, tienen un problema con el perder: que no saben. A la espera de lo que le haya alumbrado su dios, esta noche durante los sueños, a Bolsonaro, sus camioneros ya salieron a protestar.

En Brasil se ha confirmado una idiosincrasia para Brasil: quien gana en Minas Gerais, gana el país. Varias otras cosas han cambiado: es la primera vez que es elegido por tercera vez un presidente; es la primera vez que un presidente no es reelegido; es la primera vez que baja la abstención en la segunda vuelta.

Brasil ha confirmado algunos rasgos culturales propios de las democracias occidentales liberales en decadencia. Quizá el más llamativo e importante: las derechas siempre hacen trampa y las gentes aceptan las trampas de la derecha, pero no toleran a la izquierda si hace trampa. Cuando la corrupción y el mal gobierno del PSOE se tardó mucho tiempo hasta que volviera al poder. El PP, a pesar de la inmensa cantidad de casos de corrupción en sus filas, vuelve, una y otra vez, o se mantiene en posiciones de poder llegar a ganar. Es lo que ha ocurrido en Brasil, y la respuesta puede estar en el pensamiento religioso. No en el cristiano, que quizá también, sino en el religioso.

La cristianización de Europa y del continente americano estuvo basada en la verdad indiscutible y en el cultivo de miedo a través de la violencia del Estado. De suerte que el discurso religioso del miedo y del chantaje emocional sobre la vida eterna no solo lo usó, y sigue usando, la religión, sino que lo usó igualmente el Estado, y lo sigue usando la derecha en política. La monarquía es la fusión perfecta, para la modernidad, del discurso religioso y político. El monarca sigue unido, simbólicamente, a la figura de dios. Esto, en un mundo de repúblicas sin pensamiento republicano, implica contemplar al presidente de una república como a un monarca; al poder de cada momento con el poder divino. No es por casualidad que en las elecciones brasileñas hubiera un enorme revuelo con la acusación contra Lula de tener conversaciones con el diablo; o la contraofensiva de que Bolsonaro saliera en un vídeo con símbolos que lo unirían al diablo.

En Europa, la figura simbólica del diablo está más trabajada, es más abstracta; tiene que ver con la corrección política, con la tradición milenaria y con la amenaza de la pobreza. Y, curiosamente, con la tradición cristiana preconciliar en los países católicos: esto es, la tradición cristiana contrarreformista; la contrarreforma es mantener la verdad indiscutible del Papa y sus dogmas, todos, defendidos por la violencia del Estado. En contra de la reforma de Lutero que puso en solfa al Papa y todas sus verdades: una simple crítica de Lutero, que no fue escuchada sino atacada por el poder de los estados. Al mismo tiempo que algunos estados alemanes defendieron a Lutero. Yo sé que hay personas que creen que estos elementos no tienen ya ninguna importancia, y sin embargo la realidad dice lo contrario, y una de la pruebas de que la realidad dice lo contrario es el movimiento ecuménico actual. Otra se ve en los refranes y en las actitudes, como el clasismo basado en el concepto de cristiano viejo. El antisemitismo europeo, creciente y muy peligroso, es otro elemento que muestra como el pensamiento religioso actúa con mucha influencia sobre nuestras vidas diarias. El antisemitismo está presente en las ideologías de extrema derecha, por ejemplo, de modo casi indiscutible. La intolerancia hacia las personas que no son como la imagen de dios, que está establecida como la imagen verdadera, es la divisa de las derechas o del pensamiento de derechas.

La cristianización de Europa y América incluyó la socialización en no apartarse de las verdades indiscutibles y esto ha desarrollado, seguramente, la polarización extrema en las sociedades con democracias liberales que han venido destruyendo su liberalidad y anulando el espíritu republicano de las democracias liberales, para convertirlas en democracias monarquistas, si me permiten el invento de la palabra.

Por ello me parecen importantes las primeras palabras de Lula cuando afirma que quien ha vencido, al menos esta vez, ha sido el espíritu democrático. Por cierto, contra las trampas de la derecha de poner enormes y paralizadores controles de policía en la red principal de carreteras para obstruir la llegada a los colegios electorales de votantes en regiones lulistas.

El problema fundamental es que las derechas se han hecho dueñas de ese presunto derecho natural sobre todas las cosas y de esa presunta verdad natural: el mundo tendría un orden natural, un orden natural inexistente, pero que fue desarrollado por el pensamiento religioso con enorme intensidad y violencia.

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído