Con altas temperaturas, riesgo extremo de incendios, es frecuente ver en los paneles informativos de tráfico el recordatorio de seis puntos por tirar colillas, además de 500 euros de multa. Es claramente un acto incívico que pone en riesgo hasta vidas humanas.
Recuerdo la noticia de una comida de altura donde un comensal tiraba los huesos rechupeteados de un pollo asado más allá de la barandilla, cayendo en pleno paseo, con el estupor de viandantes. Desconozco si había motivación o es falta de educación básica.
Desde pequeño me enseñaron que los papeles a la papelera -esta formación debería continuar hasta obtener el título universitario- y si estábamos en el campo, al bolsillo o al interior de la mochila o del coche. Desde un tiempo reciente para acá vuelvo con residuos de lo más variopinto, una televisión o un colchón encima de una duna de playa, no llego a entender racionalmente esa estancia, con el esfuerzo notable asociado.
¿Cómo es posible que guarderías y clases de primaria estén limpias y ordenadas frente a calles y plazas llenas de latas energéticas, botellas de alta graduación y envoltorios de comida rápida? La basura llama a la basura.
En las ciudades más modernas no existen papeleras y las sanciones a quien arroja cosas al suelo son gravosas a su bolsillo, además de la recriminación pública de los cercanos viandantes. La limpieza mecánica aspira los restos de la movilidad pesada - desgaste de neumáticos incluido - y el análisis instantáneo del aíre ambiental condiciona la circulación de automóviles de combustión por vías urbanas en tiempo real. La contaminación nos mata calladamente, con y sin estornudos.
Existe un punto común en rotondas y medianas, a pesar de las evidentes diferencias, albergando numerosas botellas plásticas de refrescos y agua, además de latas de bebidas energéticas. En las curvas tirar incluso en contra de la fuerza centrífuga manejando con una mano el volante es temerario, además de guarro, y en la espera del semáforo verde junto a una mediana, otra guarrería.
El dicho "tirar la casa por la ventana" quizás haya influido en esa desmedida, derrochando suciedad, en un momento exaltado fuera de las casillas. Defenestración procede de ventana en latín, siendo arrojar a alguien o algo. Una barbaridad, por lo tanto, mejor no realizarla.



