Todos nuestros ingredientes proceden de Italia, importados dos veces por semana para invocar sabores genuinos aun estando a cientos de kilómetros, con base de harina 00 italiana, mortadela trufada, parmesano, prosciutto, salami, aceite picante y hasta el horno de piedra refractaria para 500 °C traído en camión. Los vinos, incluido el gasificado lambrusco, del país en forma de bota y el agua embotellada desde los Alpes italianos.
Ya sentados tras el preámbulo anteriormente descrito, pedimos agua del grifo para superar el sorpresivo trago inicial y la opción correcta hubiera sido pedir disculpas e irnos ante el desprecio a nuestras verduras ecológicas certificadas y locales, a nuestros pastores de ganado extensivo, a nuestros olivareros de sierra tan olvidados y sin discriminación positiva, a nuestros viticultores que recuperan hasta variedades casi extintas como la afamada tintilla de Rota, a recolectores de setas silvestres de nuestros montes y a los activistas de a pie que intentan mitigar el cambio climático con acciones cotidianas en su carro de la compra y movilidad diaria.
Antes de un abrir y cerrar de ojos, ni traída en cohete, ya teníamos dos grandes pizzas en la mesa, con una sensación de poco artesanal o pre-elaborada, y la retirada a tiempo se esfumó. A pesar de ser aquí un acto social, la comida, deslumbrado por los focos, pocas palabras y mucho engullir.
La llegada de los postres animó la novatada y el chocolate fundido invitaba al pringocheo sobre fina base. Dicho y hecho, hasta tres servilletas para eliminar churretes de las mejillas.
No volveremos mientras no entiendan que por ese camino no podemos seguir y el ejemplo, la mejor manera de corregir. Se puede y debe hacer aquí, para garantizar la sostenibilidad de nuestro mundo rural real, bastante poco escuchado a pesar de ser la gran despensa de nuestras ciudades.
Aprender y ejercer la gastronomía mundial no está reñida con lo artesanal, hecha con nuestras manos hacen que sepan mejor, local pues permite el desarrollo de nuestro territorio y ecológico certificado CAAE, salud y vida, y además valoraremos mucho más nuestra histórica cultura gastronómica.
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