Escuchar llover. Una niña jugando con la bota de agua en una acequia, a falta de charcos de lluvia.
Escuchar llover. Una niña jugando con la bota de agua en una acequia, a falta de charcos de lluvia.

¿Qué haces? Nada aquí viendo como arde un tronco en la chimenea, ¿te parece poco?, te da compañía, es como la televisión del salón sin marujeo ni series, y calienta el ambiente con agrado, aromatiza según la leña, a encina, a olivo, pero nunca de higuera, el guardián del paraíso, que lo humea densamente blanquecino todo. No cansa ver la dinámica de la llama, sus cambios de color según temperatura, como tampoco cansa escuchar llover.

Sin embargo, cada vez llueve menos, como menos sonidos en el campo escuchamos en esos paseos que el confinamiento ha revalorizado. Cambio Climático por todos lados.

Nos hemos educado en el ruido y hemos perdido la capacidad de escuchar incluso los cantos de la naturaleza. En el campo, divisan las nubes desde lo alto el tractorista, quizás tendrá que esperar poco a volver a oír, al ser propulsados por el insonoro hidrógeno verde, más difícilmente será con los poco potentes motores eléctricos y quién sabe si será por otro renovable recurso todavía por inventar. Quizás entonces lucharemos contra el silencio en soledad del mundo rural.

Por la noche ya no se escuchan lechuzas, hasta con diecisiete vocalizaciones distintas y su característico siseo in crescendo que hace temblar y poner la piel de gallina a cualquiera. Reconozco en la noche, la impresión que me provoca los truenos y relámpagos que vienen asociados a la lluvia, espectáculo de destellos de luz, sonidos y sombras., y por favor, que no caiga el rayo en casa.

Al plantar árboles, parte esencial del ciclo del agua, ¿y tú, desde cuándo no plantas un árbol?, protegemos el suelo parando las rápidas gotas de agua y permitimos se recarguen los pozos, con calidad y cantidad, que tanta falta nos hacen. Los meandros de los ríos y arroyos se desarrollan, igualmente, en la naturaleza, en sinuosidad con el fin de disminuir velocidad del agua y caudales punta de avenidas, evitando inundaciones. Respetemos las llanuras aluviales, para no salir flotando.

El ruido del limpiaparabrisas, degradado por los cada vez más irradiantes rayos de sol, el pitido, el motor de combustión en acción, hacen que la ambulancia tenga que accionar sirena para abrirse camino. Hay sociedades que cultivan el silencio para poder escucharse, la principal manera de socializar de los humanos.

En casa dependiendo del sonido del tejadillo metálico del cierre del lavadero, intuimos el nivel de intensidad del aguacero, y además señal acústica para poner pies en polvorosa a recoger la ropa tendida. Si es llovizna o chirimiri, la ropa se cala pues la chapa no suena. Como cuando agarramos el paraguas protector abierto en plena tormenta, amplificado sonido y nos quedamos petrificados, con la cintura abajo empapada. No te preocupes, se soluciona con una ducha de agua caliente.

Pasar el tiempo entrado en lluvia es una explosión de vida, de cercanía de animales resguardándose en casa, de plantas reverdeciéndose, de recarga de los aljibes, y de ver pasar las nubes. —Papá, quiero ver el arcoiris. Luz e intensidad te dirán cuando aparecerá, mientras, escucha llover.

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