Embusteduras

Sebastián Chilla.

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

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El 20 de diciembre las principales fuerzas políticas de la oposición al gobierno de Mariano Rajoy sí coincidían en algo: “El cambio había llegado”.

El 20 de diciembre las principales fuerzas políticas de la oposición al gobierno de Mariano Rajoy sí coincidían en algo: “El cambio había llegado”. Y, particularmente, para el Partido Socialista -en el punto de mira por ser la segunda candidatura con mayor número de escaños y votos- la voluntad de cambio superaba con creces cualquiera de los obstáculos que le intercedieran. Sólo era cuestión de sentarse y ponerse manos a la obra. Ni la mayoria absoluta del Partido Popular en el Senado ni las contradicciones en el seno de su propio partido parecían asustar al mismísimo Pedro Sánchez. Las ocurrencias programáticas que le acechaban –especialmente en torno al debate soberanista catalán y el proyecto económico y social- tampoco iban a ser un problema ya que, recordemos, “el gobierno del cambio estaba en marcha”.

Hoy, casi cuatro meses después y tras una investidura fallida a comienzos de marzo, las aguas parecen volver a su cauce. El acuerdo con Ciudadanos que PSOE firmó un par de meses atrás es el puente definitivo hacia la gran coalición que algunos –como un servidor- evidenciamos y criticamos inmediatamente después de las elecciones. No hay que ser un lumbreras para concluir que la única salida del bipartidismo y la oligarquía financiera es un gran pacto de Estado en el que además el españolismo y la unidad de España se utilicen –una vez más- como pretexto. La cortina de humo que supone la cuestión nacional fue, es y seguirá siendo el principal escollo para un pacto de izquierdas porque tanto a la oligarquía española –como la catalana y la europea- le interesa. Así es más sencillo. El juego de investiduras –o, mejor dicho, de embusteduras- es parte de un plan para maquillar la situación política española e impedir un verdadero cambio de rumbo hacia políticas que a día de hoy –como diría algún que otro tecnócrata de corte neoliberal- son antiguadas y no nos convienen. ¡Claro que sí!

Los casos de corrupción que afectan al Partido Popular son, además, una oportunidad para que el eje nuevo-viejo -con Ciudadanos por bandera- empiece a surtir efecto. La regeneración política es una de las vías discursivas a las que tiene que apelar el nuevo bipartidismo. Una retirada a tiempo es una victoria: ¿Qué sucederá las siguientes semanas con el Partido Popular para que acerque posiciones al PSOE y C’s? Seguramente algo parecido a lo que sucedió en la Junta con PSOE y C’s entre sí. Prima el orden y la UE neoliberal con sus mercados. No lo olviden, es una cuestión de Estado. Precisamente de esta coyuntura deriva los vaivenes ideológicos y pactistas que ambas formaciones socioliberales han llevado a cabo en los últimos meses. No olvidemos el Sánchez que situaba a Rivera en las antípodas ideológicas –al fondo a la derecha- o el Rivera que no se casaba ni con PP ni con PSOE. El 20D cambió todo para no cambiar nada. Y mientras, el Partido Popular –pese a sus numerosos escándalos- ganando rédito.

El ahora bonachón de Mariano espera con paciencia su turno. En las descafeinadas intervenciones –incluso entrevistas- que ha realizado, lo aseguró en reiteradas ocasiones: un pacto de izquierdas no puede garantizar la estabilidad. Subrayo sus palabras. Otra cosa bien distinta es lo que uno entienda por ‘izquierdas’. Hablando claro: Sí, Mariano. Una coalición de Izquierda Unida-Unidad Popular, Podemos y Equo no puede garantizar “la estabilidad” de la que usted habla. La estabilidad de una España intervenida, podrida hasta las trancas y en proceso de desmantelación y desregulación continua, se vería mermada con la configuración de una lista que agrupara a las fuerzas alternativas y de izquierdas. No lo dudo. Es por eso que lo de que haya elecciones el próximo 26 de junio esté aún por ver. Y si las hay –me permito la licencia- la casta apunta a mayoría absolutísima. Espero equivocarme.

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