Gritar a un periodista al oído en plena pandemia es jugar con su vida. Basta de amenazas y presiones

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Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

Un momento del boicot en directo sufrido por Gabriel López. FOTO: RTVE
Un momento del boicot en directo sufrido por Gabriel López. FOTO: RTVE

Esta semana, he realizado tres artículos basados en entrevistas a gente anónima. Puedes leerlos, si tienes curiosidad, aquí, aquí y aquí. Se suele llamar a eso tomarle el pulso  a la sociedad. Preguntar, que te contesten, orientarte un poco sobre el sentir general. Por lo que he visto, sin ser un estudio sociológico, es que hay mucho enfado. Claro. Pero subyacen una serie de añadidos. Uno de ellos es el rechazo total a la prensa que jamás había experimentado.

Y no es más que una lógica simplificante. Es una versión diferente del ellos contra nosotros que el que han activado otros procesos populistas. Y este periodista de aquí, por lo visto, es el ellos, no del nosotros. Porque cada día me llaman rojo de mierda, o sinvergüenza, o cómplice de asesinos. El otro día le conté a mi madre alguna de esas cosas. Y se preocupó. No es cuestión de pensar que me vayan a pegar por hacer mi trabajo, no creo que ocurra. Lo que me entristece es la enorme desconfianza hacia personas que tenemos cara, uñas, ojos, amigos, familia y preocupaciones.

Pienso en Gabriel López. Un periodista de TVE al que han insultado y no han dejado trabajar en las manifestaciones contra el Gobierno en Madrid. Tan repugnante ha sido como lo fue antes, en Cataluña, por ejemplo, o en cualquier otro lugar. Es un periodista de informativos currando un sábado por la mañana. Y algunos le han rodeado en directo en medio de una pandemia.

Yo ya no sé cómo convencer a la gente de que a este que está aquí no le paga Venezuela, ni Maduro, ni Kim Jong-Un, ni Pedro Sánchez. Que mi trabajo no es fruto de una gran conspiración, ni nada parecido. Que pongo la mano por los muchos periodistas que tenemos quizás un coche de segunda mano, pagamos un alquiler, y echamos lo que tenemos para currar  honradamente, yéndote a dormir tranquilo. Que ninguno de nosotros tiene Porsche, ni Ferrari. Pero somos, por lo visto, el ellos.

Y, por eso, a uno le pareció conveniente reventar el director con el ruido de su moto. Y a otros, gritar, rodear a Gabriel López, un chaval como yo, al final. Treintañero, o cuarentañero, que habrá currado para estar ahí y está pringando un sábado. Y a Gabriel López lo han puesto deliberadamente en peligro. Porque gritarle a menos de un metro de la cara y rodearlo y pasearte y gritarle más fuerte, mientras haya coronavirus por el mundo, es ponerle en peligro. Deliberadamente. Eso no va con el sueldo.

Eso es de ser unos auténticos mierdas. Seáis del color que seáis, tenéis que verlo, por favor. Si tenéis algo contra RTVE, expresadlo, tenemos miles de tribunas gracias a las redes sociales. Exigid. Pedid otra cosa. Manifestaros. Votad. Pero cuando le ponéis en peligro, ya no es como cuando a mí me llaman comunista de mierda (no lo soy, ni lo primero ni lo segundo, y si lo fuera nadie tiene que reprocharme en una democracia). Es que hay mucha gente a la que se le está yendo la cabeza. Gente que da mucho asco. Y otros muchos que desde sus atriles políticos y sociales lo alientan. Y no son, de verdad, los que me dan más miedo. Me lo dan más los que callan, que son muchos.

La deriva de este estado de opinión sugiere muchas cosas. Hay gente que cree que Pedro Sánchez es un asesino. No un mal gestor, si acaso, no. Un asesino que deliberadamente mata. Pues por lo visto los periodistas que hacemos y decimos lo que queremos y no bailamos el agua a tanto tonto somos también asesinos. Y si le gritas a la cara a un chaval currando un sábado, pudiendo quién sabe si contagiarle, te irás a casa pensando que hasta has sido benévolo, porque a fin de cuentas si es cómplice de asesino, pegarle el coronavirus es menor.

Pienso, sobre todo, en los varios columnistas y opinadores de derechas o liberales como Federico Quevedo que han dicho que le parecen mal las caceroladas porque son un peligro sanitario. Y cómo le respondían que era un paniaguado. ¿Estamos tontos? ¿Federico Quevedo sanchista? ¿Inés Arrimadas comunista? ¿Pero qué está pasando en este país? ¿Por qué venís a por mí o a por Gabriel López? ¿Por qué nos amenazáis? ¿De verdad pensáis que los periodistas currantes somos el poder? ¿Qué está pasando? Que tenemos una pandemia, un virus... ¿Lo queréis convertir en una guerra?

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