Estella, la pedanía sin contagios: retratos de una España asustada

El temor al coronavirus es tan grande como al de su crisis económica, y coinciden en su rechazo a la gestión del Gobierno. "Yo, porque no tengo niños, si no me habría buscado ya una ruina"

El bar de Estella de la plaza de San Miguel, este viernes al final de la tarde noche. FOTO: MANU GARCÍA
El bar de Estella de la plaza de San Miguel, este viernes al final de la tarde noche. FOTO: MANU GARCÍA

Para qué competir, pero Estella quizás tenga algunas de las calles más bonitas del Jerez Rural. Está a un paso de la ciudad, pero es una pedanía, como muchas tantas en las que no hay horas de paseo por ser tan pequeña. Tiene como un aire de que no ha pasado nada. Hay bares, dos. Su emblema, la venta del pan, no cerró, aunque no es lo mismo. Los domingos de mercadillo no vendrán por ahora, cuenta el alcalde, Ricardo Sánchez (PP), porque hay que mantener distancias y estudian cómo mantenerlas, aunque el Gobierno los permita. "Yo siempre he dicho que es para echar el domingo: desayunas, compras pan, vas al mercadillo, tomas tu tapita...". Estella tiene una sensación al llegar de que no pasa nada. Pero no es así. Poco después de empezar el reportaje, da la impresión de que quizás no fuera buena idea haberlo hecho.

Porque Estella del Marqués, con sus alrededor de 1.500 habitantes, no tiene contagios. Antes de llegar, cuenta Ricardo por teléfono que el coronavirus se sobrelleva, digamos. Que la gente ha cumplido. Que apenas ha habido que pedir que se respeten estos meses las colas de seguridad para entrar a comprar, que la gente tenía bastante claro todo. Y siendo así, en esta de muchas aldeas galas con el contador a cero a apenas un par de kilómetros de la ronda Este de Jerez, a la que se puede llegar andando y mucha gente lo hace por carril bici, ha vivido algún momento de estrés vecinal por las visitas nocturnas y alevosas de los que se llevan sacos de limones recogidos de los limoneros de la calle, una de esas cosas por las que Estella tenga las calles más bonitas del mundo rural de Jerez, quizás. Molesta, caen ramas por el poco cuidado, y a fin de cuenta, llenan la calle de forasteros. Como los periodistas.

Las tres hermanas y Teresa hija, en la plaza de San Miguel, en una terraza de Estella. FOTO: MANU GARCÍA

"Cómo sabemos que eres periodista", dice una de las mujeres sentadas en el bar de la plaza de San Miguel, el centro de Estella, uno de los dos bares que ha abierto. Ana, Cati y Teresa son hermanas, y las acompaña Teresa, hija. Una de ellas toma un vino. Cuentan que han pasado miedo, sobre todo al principio, y que encerrarse en casa es duro. El hijo de una de ellas está en Madrid. "Hombre, claro", dice cuando se le pregunta si es mejor confinarse en Estella. Salen a comprar allí. Teresa teletrabaja, para el Colegio de Abogados. La grabadora, con los nervios de intentar no invadir el espacio personal de las mujeres al colocarla en el centro de la mesa, ha querido no funcionar. Contaban en definitiva que, bueno, la gente ha cumplido.

Caminamos. En la frutería quieren hablar, pero sin nombre y sin fotos. En la tienda, no. La jefa no está. Seguimos. Encontramos a dos hombres. Juan Manuel perdió a su madre hace tres años. Ha trabajado en la construcción. Vivía una situación difícil antes del confinamiento. Un año llevaba sin trabajar. Ahora la situación es más difícil. Para él -esta vez sí funciona la grabadora. Ha trabajado también de seguridad, en el campo. El año pasado solicitó la ayuda. Tiene 53. "Llevo un año esperando. El mismo día que dieron el confinamiento, fui al juzgado porque la asistenta social me pidió unos papeles". Ahora, todo está parado. El mundo. Estella. Los juzgados. La hermandad le lleva mandados, dice. "Del virus no tengo miedo, me voy a morir algún día. Lo que no puede ser que el Gobierno tenga a las personas como la tiene el Gobierno este. Yo porque no tengo niños, si los tuviera me había buscado una ruina". Al Gobierno no le interesa trabajar por los ciudadanos. "Y si no os interesa, a tomar por c***, fuera".

"Qué hace el Gobierno este, son todos iguales, empezando por el rey y acabando por el que barre allí las colillas". España. Habla de los 80, de los hermanos Guerra, a los que acusa de corruptos (el que no fue vicepresidente tuvo problemas con la Justicia). El rey va mucho a Marruecos, el que estaba antes, dice. Está enfadado. "El día que haya una guerra civil, nos vamos a matar eNtre nostros, y ellos se irán en avión con su dinero en Suiza. Como fue la otra vez. Los que estaban se fueron los primeros" (habla de la Guerra Civil y el bando republicano). Habla de la sanidad. Siente que a su madre la abandonaron. Insulta a los médicos, porque dice que la dejaron morir. "Son los que levantaron esto para que no estuviéramos trabajando en el campo con el látigo y dando las gracias. Y ahora estos que están a eso nos quieren llevar".

Juan Manuel, durante la entrevista. FOTO: MANU GARCÍA

Francisco y David son de Estella. a situación económica es difícil. "Mi mujer me hizo pintarle la casa", dice Francisco. David vive solo y ha estado "un poco malito". Pensando en la niña, que está en Mallorca sin poder trabajar. "Dentro de lo que cabe, bien", viene a decir Francisco. Pero nada de eso. "Es la primera vez que salgo en cuatro meses. Todavía no he cobrado". Para los chiquillos no hay nada, cuenta, "en Guadalcacín es otra cosa", una pedanía de unos cinco mil habitantes relativamente cercana. "Ahí hay de todo, aquí nada, vamos a peor en Estella". Es amigo de Blas Moreno, el ex alcalde, que se fue, dice "con cun coche reventado y 10.000 euros menos, porque le pedías cualquier cosa y lo daba de su bolsillo. Ahora no se acuerda la gente de él, yo sí". Las mascarillas, cuenta, son politiqueo. "Ahora son las que tu llevas, las FFP2, esas valían cuarenta céntimos cuando yo pintaba, ahora cinco. Eso es negocio. Antes, las azules que valían, las de los médicos. Ahora no, ahora que si no se las compran más caras, no. Una empresa que nadie sabe cuál es, quién las vende. Ahora entonces dice el Gobierno que no, que las que tú llevas, que esas son las que valen. Es un negocio". Pero aclara. "que ni uno ni el otro, ni los de Vox ni los de este, nada".

Francisco también está preocupado. Porque salud y economía, porque más miedo le da que sus hijos abran el frigorífico y no tengan nada. "Ellos no entienden si has trabajado a las seis de la mñana. Yo pa eso, muerto". "Bueno, "pero la salud". "No, claro", había interrumpido David y Francisco contesta. Teme que sea una de esas veces que la crisis lleva de la mano cursos y más cursos. "Cursos que no valen para nada. Tengo 8.000 euros metidos en la cartera", dice sobre lo que le han costado los cursos, lo que hizo en otro tiempo. Trabajó en Alicante. Haciendo zapatos. "Allí, en cualquier garaje, había una empresa". De los años que estuvo, solamente un mes estuvo dado de alta. Y cobra la ayuda familiar y hace un chapú, "te llaman sinvergüneza". Pero tener una paga vitalicia, o tener un sueldo, "eso no, ¿no?". Conoce el caso de un hombre al que pillaron hace tres o cuatro años. Le pusieron una multa de 5.000 euros, y ahora "tiene una depresión y los hijos no pueden dejarlo solo porque se ahorca". El coronavirus ha dado una bofetada al mundo. Incluso a quienes no sufren la infección.

Estella es uno de esos rincones bonitos, de calles bonitas, flores, macetas. Solo las paredes encaladas sienten paz. Una paz, una tranquilidad, la de una pedanía sin contagios donde la paz es solo fachada. De cal blanca. La de millones de la que llaman la España vaciada, quizás, pero que Estella, a un kilómetro, nunca lo fue. A la que sí pertenece es a la España asustada.

Sobre el autor:

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Pablo Fdez. Quintanilla

Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

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