De nuevo me vienen a la cabeza los versos que Federico García Lorca escribió en su libro Poeta en Nueva York, concretamente en su larga Oda a Walt Whitman, el escritor homosexual que logró que Lorca aceptara su condición sin apenas tapujos, haciéndole frente a la sociedad de su tiempo:
Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño.
Éste es el mundo, amigo, agonía, agonía.
Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades,
la guerra pasa llorando con un millón de ratas grises,
los ricos dan a sus queridas
pequeños moribundos iluminados,
y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.
He ahí la clave: "La vida no es noble, ni buena, ni sagrada”. El otro día iba conduciendo y me tocó circular detrás de un bus urbano, como tantas veces. Llevaba en su trasera y ante mis ojos un anuncio de un desodorante en el que se veía a un sujeto de cuerpo perfecto, de horas y horas en el gimnasio y cuidado extremo en las comidas, no era fuertote estilo segurata sino poderoso, sin demasiadas estridencias ni exageradas formas musculares.
Aquel anuncio no vendía desodorante, vendía sexo y poder individual, ya hace mucho tiempo que la publicidad no dice "compre esto o lo otro" de forma abierta y descarada, sino que vende comodidad, un mundo indoloro que siempre ríe y es supuestamente feliz. Un mundo perfecto. No nos muestran por sistema el esfuerzo que hay detrás de ese mundo, lo habitual es el resultado final, el producto a consumir.
Los nuevos 'reyes de la creación'
Y así crecemos y nos educan: en la superficialidad como regla genérica. Luego empezamos por no tolerar ni el vuelo de una mosca ni la picadura de un mosquito ni la presencia de una cucaracha ni un supuesto mal tono que son todas las palabras que no les gusten a nuestros oídos de seda y papel de arroz. Casi todo lo tomamos como eso que se llama falta de respeto.
Y en la universidad el alumnado del último año de la carrera te llora en el despacho cuando va a revisar su examen suspendido y a veces recurre a la picaresca. La mayoría llora por debilidad, porque le han enseñado que el mundo es perfecto y debe girar en torno a su persona aunque esa persona haya pasado de la asignatura y le haya estado 'robando' durante meses al Estado y a sus padres. Pero dile eso a no pocas autoridades académicas, tan politizadas, tan woke, tan aduladoras de los alumnos para lograr sus votos. O sea, se cultiva la antiuniversidad.
Estamos ante la muchachada centro del mundo, ante los nuevos reyes de la creación, en lugar de enseñarles el mundo como es y cómo es la vida, les mostramos un planeta perfecto, inmutable, que no se mueve y en él viven ellos, reyes famélicos que no aguantan ni una llovizna.
Hace muchos años que comenzó todo esto, en la democracia, como llegaron las libertades ya no había nada por lo que luchar. En la movida madrileña de los años 80, viva la libertad, don Enrique Tierno Galván y su foto con Susana Estrada enseñando un pecho (Susana). ¡Al porro, muchachos, que esto es jauja! Se empezaron a mustiar los cazadores y comenzó a irrumpir la indolencia. Sin embargo, ya lo dijo Lorca y antes lo había anunciado Hobbes con su famosa frase: el estado natural del humano es "solitario, pobre, desagradable, brutal y corto". Los años y la sociedad digital han demostrado que como no los racionalices y no los controles te meten de lleno en la frase hobbesiana.
Detrás de la zanahoria
También el adulto, mucha ciudadanía, anhela la perfección. Está jodida por dentro por la imposibilidad de alcanzar la zanahoria que la vida y el mercado le han puesto al caballo en el que el sujeto cabalga hacia el presunto triunfo y hacia la felicidad, otro imaginario. No le quita la condición de jodido ni uno de esos viajes aborregados, sacaperras y lejanos, mientras más lejos, mejor. Ya afirmó Séneca que si tienes un problema te lo llevas allá donde vayas.
"El progresismo ha levantado una dictadura"
Ya habló Freud del instinto de muerte. Vivimos a base de huidas y escapadas. Cuando regresamos el dinosaurio sigue ahí, como sentenciaría Augusto Monterroso. El dinosaurio, la vieja náusea de siempre -el vacío de la existencia de Sartre- a la que queremos olvidar y combatir con evasiones. Y no se combate así, se combate aceptándola, enfrentándose a ella.
Eso es lo más difícil. Y entonces echamos mano de lo de siempre: la política, el gran despiste. En España se puede uno desahogar a gusto dentro de un orden. El progresismo ha levantado una dictadura, no, no, es el peligro de la derecha el que hay que tener en cuenta. Y no hablemos del de la ultraderecha, eso es ya para echarse a temblar, aunque no se tenga ni puñetera idea de qué es la ultraderecha y su dictadura, se habla de oídas.
Descargando la bilis
Se le exige perfección al poder político, a los políticos. Sobre ese mundo se descarga nuestra bilis interior, nuestra falta de valor para enfrentarnos a nosotros mismos, empezando por los propios políticos que, salvo, excepciones, están demostrando carecer de integridad. La integridad casi ha pasado a mejor vida, si es que la hubo.
La culpa de todo siempre la tienen otros. Se le exige al poder total transparencia y se crean las leyes de la transparencia sin resultado positivo, por regla general, como sucede con el incumplimiento de las constituciones, de los códigos deontológicos del periodismo, del papel de los defensores de los pueblos o de los receptores…
Qué ingenuos somos, el poder necesita actuar así para conservarse, coloca adornos de poner y quitar, flores de un día, ¿o acaso nosotros somos transparentes con los demás? No, porque entonces perderíamos poder. La política y el gran poderío financiero-empresarial-mediático es lo mismo elevado a la quinta potencia. Esto es un mundo de poses y a pesar de ello es el mejor que existe.
La transparencia absoluta conduce a la autodestrucción, afirmó Gianni Vattimo, en concreto: "La transparencia se ha convertido en un aspecto del dominio del 'todo' que ya no es lo verdadero, sino más bien su contrario". Ningún acusado de corrupción acepta con valor que lo han descubierto, se estaría autodestruyendo o eso cree como buen débil y mediocre. Su transparencia lo sacaría de la "sociedad babélica" -diría el citado Vattimo- que se deriva de la propia transparencia.
Amar al prójimo como a uno mismo
¿Qué creemos que es el poder de la Moncloa, pongamos por caso? Aquello que tiene o cree poseer lo que nosotros no tenemos: la perfección. Al poder nunca lo abandona el desodorante, a los demás, sí. Cuando protestamos el poder nos riega de dinero, por ejemplo, para lentillas y gafas y todos a callar. El poder hace la vista gorda ante el escandaloso absentismo y coloca un velo de silencio en forma de regalías ante el paro y la miseria, “solución” piadosa, no progresista. Y criticamos, pero tragamos.
El discurso es éste: amo al prójimo vulnerable, sediento y hambriento como a mí mismo. Me pongo de su lado, le doy dinero de los demás mientras el mío me lo guardo y en ocasiones lo robo, presuntamente, por ahora. No a la guerra, pobres niños y mujeres. Fuera de mí está el llanto y rechinar de dientes, un llanto y rechinar a los que llaman las derechas más o menos ultras. A veces podemos pactar con ellas en Europa pero es para ayudar a los pobres y necesitados. Nosotros no pensamos en nosotros mismos, vivimos para los menesterosos, vivimos sin vivir en nosotros y esperamos alta vida en la tierra que no en el cielo; no enfangamos como hace la derecha, nosotros desarrollamos.
Si nos persiguen es porque somos como los primeros cristianos, nos echan encima a los leones que se llaman jueces, servicios de inteligencia, pseudomedios, investigadores de la Guardia Civil, todo está contra nosotros que no hemos hecho nada, son bulos, nada se ha demostrado, son los otros los que llevan la maldad en sus venas desde siempre, nosotros anunciamos una república platónica que queremos implantar en este mundo que tan horrible aspecto tiene por culpa de los derechosos. Nos identificamos tanto con el necesitado que en nuestra república están a punto de entrar un millón de votantes adicionales que han venido a que los cobijemos entre nuestros brazos progresistas.
La fe necesaria
Hay una feligresía que necesita creer en esto como quienes creen en la Macarena, el Gran Poder o el Betis manque pierda. No actúa ni vota por mejorar la sociedad sino por sí misma. ¿Qué puede hacer esa feligresía si reconociera que los santos varones y hembras a los que adoran como el bien o lo menos malo fueran realmente personajes siniestros, débiles y cobardes, enemigos de la integridad? ¿Qué sentido tendría entonces la vida de los miembros de esa iglesia? ¿Qué harían en el frío polar que se padece fuera de la fotografía si muchos no tienen oficio ni beneficio y otros son lacayos de la fe del carbonero?
¿Qué pueden hacer los que aspiran a subir un día como hizo el papa Pedro Sánchez en su momento a base de coraje y kilómetros? Se enfadan algunos pero en el fondo acaso piensen que, en efecto, nada ni nadie es perfecto, uno de los indignados hasta denuncia que el jefe Sánchez agarró una urna en un acto interno de su partido con unos votos dentro que no le convenían, se escondió y los cambió por otros que sí le molaban. Pero denuncia el mozo años después del supuesto pucherazo, tal vez porque sabía que, en efecto, nadie es perfecto y que a ver si le tocaba algo en la lotería de la imperfección.
PP and Vox
Hay millones de seres humanos más listos que quienes anhelan o anhelamos que la vida sea perfecta, el mismo deseo que cuando éramos jóvenes. Pasemos a las encuestas que son al gusto de quien las cocina. Las de los medios muy de derechas suelen predicar que las derechas PP and Vox siguen obteniendo mayoría absoluta. Los medios progres maquillan algo este resultado y luego llega Tezanos y coloca las cosas en su sitio. Él tiene la verdad que para eso es un catedrático progresista.
Unos ocho millones de españoles votan PSOE aún, es decir, saben que la vida no es bella o se han dado cuenta de que su belleza se deriva de su fealdad y que más feos son aún los de enfrente. Sumemos unos millones más de los separatistas y si se entienden los de las izquierdas hiperprogresistas ya tenemos unos diez millones de votos. Y no olvidemos los votos de los nuevos españoles acogidos por caridad laica.
Anda, iguálame eso, PP and Vox. Pues sí, tal vez se pueda igualar y hasta superar entre los dos, no el PP solo, es demasiado tibio y le importa más que al PSOE el qué dirán. Si PP and Vox sumaran mayoría absoluta no por eso la vida se volvería perfecta, aparecería otra fealdad: un gobierno Feijóo-Abascal, peleando también, demostrándonos que la vida es como es y que hay que dejarse de aspiraciones que sólo son asunto de la publicidad y del estilo clásico de Hollywood.
Los medios progres se pondrían a buscar teóricos escándalos como alguno que ahora indaga aunque sea a un hermano de alguien que trabaja para Ayuso que, presuntamente, ha favorecido a un familiar. Calumnia que algo queda. Por otro lado, siempre se puede descubrir que en realidad no fue Islero quien mató a Manolete sino los espíritus de Franco y de Hitler que habían poseído al cornúpeto.





