El barrio de Torre Baró, en Barcelona, ya es conocido en toda España. El 47, ganadora del Goya a la mejor película en la última edición, lo puso en el mapa al recordar una de las grandes luchas vecinales durante la transición. Una reivindicación que se llevó a cabo en la periferia de la ciudad condal, pero también en la periferia de otras grandes ciudades que iban creciendo en población pero no en servicios. El robo de un autobús fue el símbolo del abandono que sufría la clase trabajadora de ciudades y pueblos, expulsadas y desplazadas durante el franquismo.
Lo que nadie esperaba es que 50 años después algunos barrios tuvieran que realizar protestas por el mismo motivo. Desde el pasado mes de enero, el Polígono Sur de Sevilla, uno de los distritos más pobres de España, ha visto como tres líneas de autobuses han modificado sus recorridos y han dejado de entrar en las calles de los barrios para quedarse en el perímetro. El motivo de todo ello es el vandalismo que han sufrido algunos de estos autobuses. Sin embargo, los vecinos piden que se actúe contra los vándalos y no contra los usuarios del servicio. Tras meses de movilizaciones, el Ayuntamiento que dirige José Luis Sanz ha anunciado que el próximo lunes estas líneas recuperarán la normalidad, pero los vecinos no terminan de creerlo.

El Polígono Sur nació como una Unidad Vecinal de Absorción para dar respuesta a la carencia de vivienda que existía. Muchos vecinos de Sevilla, especialmente de Triana, fueron desplazados tras la guerra a esta zona. Por ello, son zonas relativamente recientes y modernas. A pesar de que se trata de un distrito que empezó con grandes expectativas, la carencia de servicios ha terminado provocando que se sitúe a la cola en todos los indicadores socioeconómicos. Manuel tiene 67 años y llegó aquí con apenas 5. "En Sevilla todos los asentamientos han recalado aquí. Eso ha supuesto que la gente que ha hecho un recorrido de normalización, cuando llegan familias empobrecidas se va y su hueco lo ocupan otras personas más desfavorecidas", afirma.
Manuel ha vivido todo el desarrollo del barrio. Estos últimos tres meses le hacen recordar su juventud, donde muchas de las movilizaciones fueron para reivindicar el transporte público. Hace algunos años, incluso, el barrio estaba conectado con la universidad a través de los autobuses urbanos. Ahora hay que coger uno metropolitano. Sobre la decisión del Ayuntamiento de modificar las líneas asegura que son "decisiones rápidas que tardan años en restituirse".
La situación ha coincidido con una época importante de lluvias. Muchos vecinos que se bajaban o subían al 31 o al 32 cerca de sus casas han tenido que recorrer, en el mejor de los casos, cientos de metros para poder acudir a trabajar en el bus. También gente mayor con movilidad reducida. Ahora, pese a la promesa del Ayuntamiento, temen que la historia se repita con 40 grados.

Curiosamente, el cambio de recorrido ha beneficiado a Manuel porque el autobús ahora pasa dos veces por su calle, pero él tiene claro que su tejado "es lo común". "Yo tengo dos opciones de coger el bus, pero es injusto y perjudicial para otros vecinos. Y si no protesto, me tengo que conformar si me lo quitan a mí también en un futuro". Este sevillano, además, apunta que la línea del 32 no había sufrido problemas, pero que "todo funciona a modo de prejuicios". Por ello han solicitado a las administraciones datos en los que se constaten que estas líneas sufren más incidencias que las de otros barrios.
María Isabel también acumula toda una vida en el Polígono Sur y la decisión municipal le ha supuesto auténticos impedimentos. "Cada vez que tengo que ir al dentista o al médico tenemos que salir a la otra punta del barrio". Su hija, que trabaja todos los días, directamente ha cambiado de línea porque no le merece la pena tener que ir a la parada actual del 32. "Esto afecta y cogemos depresión. Es un agregado más a todos los problemas del barrio. Nos está costando la salud", denuncia.
El motivo de la desconfianza, pese al anuncio, es que los vecinos aseguran que ya han vivido esta promesa. Tras una de las manifestaciones, el Ayuntamiento recuperó el servicio, pero apenas duró un día. "Es un servicio básico. Muchas personas no tenemos coche. No podemos estar todo el día en el camino. Una amiga tiene turno partido y está reventada porque tiene que pegarse cuatro caminatas. Hace muchos años se luchó para que no nos dejaran olvidados", lamenta esta vecina.

Aunque se trata de barrios de gente trabajadora, los focos siempre van para los responsables del vandalismo. "Les han dado carta ancha para que sigan. Esto no es la solución, pedimos vigilancia y que hagan algo para que comprendan que no pueden vivir así. Nos castigan a nosotros y a los que cometen el delito no les pasa nada", dice. La situación ha provocado que muchas personas mayores tengan que encerrarse en sus casas porque no pueden andar hasta las nuevas paradas.
Uno de los motivos por los que desconfían los vecinos es porque cuando el Ayuntamiento anunció la recuperación del servicio, el comité de empresa de Tussam les trasladó que no habían tenido notificación alguna. "Del nocturno no se habla tanto, pero lo utilizaba gente de la hostelería y ahora no tienen forma de volver. El taxi no entra y no hay metro. La única forma de llegar a casa es Cabify", agrega Neiva Copado, una politóloga y socióloga de 32 años que nació y vive en el barrio.
El recorrido de los fines de semana es aún más reducido y le afecta directamente. Actualmente se dedica a las animaciones y, debido a los cambios en las paradas, tiene la obligación de dejar todo el material en casa de su hermana para no tener que ir cargada. "No son 70 metros, como mínimo son 20 minutos", asegura en contra de lo que defiende el Ayuntamiento. Tanto Neiva como el resto de vecinos consultados tienen claro que en otros barrios de la ciudad no se hubiera tomado esta decisión.
Pese a pedir soluciones y respuestas al Ayuntamiento y al Comisionado del Polígono Sur, las plataformas vecinales no han encontrado explicaciones, según narran a este medio. De hecho, Neiva asegura que se planteó un nuevo recorrido que dejaba a más zonas del Polígono sin transporte. "Vamos para atrás. Estamos pidiendo cosas que se pedían hace 40 años".
Los vecinos consideran que este tipo de decisiones, con sus respectivos argumentos, suponen una estigmatización para el barrio. "En el imaginario colectivo, cada vez que pasa algo dicen que se lo merecen. Ya hay mucha gente que cuando busca trabajo no dicen que son de aquí porque les perjudica", explica Neiva sobre la realidad del Polígono Sur.
Un abandono estructural
El transporte es el último caballo de batalla de los muchos que tienen que enfrentar en el Polígono Sur. "No hay voluntad política. Hace falta que se cumpla el plan integral por parte de todas las administraciones", dice Manuel. "Hemos visto el deterioro a cámara lenta. Estaba concentrado y se ha ido extendiendo como una balsa de aceite. Las administraciones salen huyendo del problema".
María Isabel denuncia el abandono en la limpieza, pero también en la seguridad. "La Policía nunca tiene coches de patrulla para nosotros", lamenta. Manuel, por su parte, añade que "la mayoría de los vecinos padecen los problemas, no los provocan". A todo ello, Neiva suma que la situación está provocada por la falta de servicios públicos, "los delitos son consecuencia del abandono y la administración está huyendo del Polígono".
Mientras tanto, el Ayuntamiento de Sevilla asegura que "estas líneas nunca han dejado de prestar servicio en el Polígono Sur, tan solo tuvieron una modificación de alguna parada trasladándose no más allá de 350 metros la más lejana y 70 metros la más cercana". En este sentido también agrega que "el incremento en número de viajeros de la línea 32 en un 12% en lo que llevamos de año muestra que los vecinos del Polígono Sur han seguido teniendo a su disposición este servicio público de transporte en todo momento".







