Tanto en la prehistoria como en la Historia la mujer ha sido alabada, elevada a diosa, respetada y también vejada, maltratada, marginada, asesinada por el hombre, todo dicho con un enfoque simplón por genérico. En la prehistoria el símbolo religioso que se le atribuye a la llamada venus de Willendorf (que se data en casi 28.000 años) es una prueba de lo que digo. También, hace 17.000 años, en la cueva prehistórica de la localidad bilbaína de Santimamiñe, vivieron seres humanos de los que se han encontrado restos. Sobre todo, eran los hombres quienes se encargaban de la caza, pero se han descubierto restos de mujeres cazadoras, no se medía a las personas por el sexo sino por la fuerza y la destreza. Era cuestión de vida o muerte.
En la Edad Antigua, las mujeres de la civilización minoica -hace unos 5.000 años- destacaron en actividades rituales, según evidencian frescos y figurillas. La "Diosa de las Serpientes", representada con brazos extendidos y serpientes en ambas manos, simboliza su vinculación con cultos de fertilidad y poder sagrado. En ceremonias como las procesiones del palacio de Knossos, figuras femeninas aparecen como oficiantes principales, portando vestimentas elaboradas y cetros, lo que sugiere autoridad sacerdotal.
Cuando Platón escribe su República incluye a la mujer entre las personas dignas de conducirla, no hace distingos. En la Edad Media lo mismo había mujeres de emperadores en Oriente que ejercían poder sobre las decisiones de sus maridos y tomaban sus propias decisiones de gobierno -como la emperatriz Chabi, esposa del emperador mongol-chino Kublai Kan (siglo XIII)- que en Occidente ajusticiábamos a mujeres acusadas de brujería en un contexto donde toda disidencia con la religión era perseguida. Aunque en España tuvimos a una mujer excepcional: Isabel I de Castilla que ya anunciaba la Edad Moderna y hasta la actual con el combate que sostuvo contra la estructura de poder nobiliaria que impedía la centralización del poder en manos monárquicas y, por tanto, el principio del fin del feudalismo.
Todo lo anterior es de sobra sabido. El caso es que el balance final ha sido muy desfavorable para la mujer y por ello la rebelión y revolución feminista a partir del siglo XIX, sobre todo, tiene toda la razón de ser y el derecho a prosperar. Una de las causas de que no prospere debidamente está -en mi opinión- no sólo en la resistencia masculina sino en cómo actúan algunos sectores feministas influyentes para lograr sus muy merecidos fines liberadores.
Desprecio al poder ideado por el hombre que ha llegado a su culmen de abuso, explotación y falsa democracia con este capitalismo salvaje que condena a las mujeres no ya con distancias salariales respecto a los hombres sino en especial a esas otras que, solas, con dos ovarios, contra viento y marea, se han emparejado, han procreado, se han separado o divorciado de sus parejas y siguen adelante en un mundo laboral pensado por cerebros inmaduros masculinos, sobre todo, y a pesar de ello cuidan de su descendencia, de sus trabajos y, si les es posible, de ellas mismas. Y lo peor es que hay, igualmente, mujeres responsables de este desaguisado, están en las cúpulas de los grupos de poder, imitando al varón o con silencios cómplices.
Para mostrar mi hastío contra el mercado, estoy pensando, en concreto, en mujeres laboralmente autónomas que no se pueden permitir el lujo ni de enfermar ni de descansar ni de renunciar a que sus hijos reciban una educación que les permita mejorar el mundo decimonónico que en el siglo XXI se ven obligadas a aguantar. Ellas han cumplido con la sociedad, hasta poseen títulos universitarios, incluso han procreado en un mundo donde el feminismo que cuestiono ha decidido, desde su cómoda almohada, aplastar con principios culturales las tendencias naturales que, por lo general, poseen los animales racionales humanos.
Este ejemplo -el de las mujeres trabajadoras autónomas- y otros asimismo de tipo laboral -el vértigo mercantil que al final te deja sola preguntándote qué has hecho en la vida- que atentan contra la dignidad y el bienestar de los seres humanos y en especial contra los derechos de las mujeres, me bastan para centrarme en el problema grave que sufre la mujer.
El asunto de los puteros socialistas lo dejo en un segundo plano, ya está bastante trillado por las derechas que siempre han sido más puteras y más listas. Las derechas, como tienen ancestral poder dinerario detrás, han logrado casar nobleza con burguesía después de guerras diversas y han mantenido amantes y prostitutas ocultas porque lo primero era no perder el poder y, por tanto, las apariencias. Las izquierdas, con eso de la ética y la sinceridad, se escandalizan más con el asunto putero, quieren prohibirlo en esa dinámica colectivista que la ha llevado al fracaso en todo el mundo y la seguirá llevando.
Por consiguiente, lo que me interesa es que una estructura socioeconómica fundada por el mercado con la complicidad de la izquierda socialdemócrata en no pocas ocasiones, ha llevado a que hoy las mujeres estén siendo machacadas legalmente por ejemplo en el caso de las autónomas que acabo de citar. La mayoría de las autónomas, las que se están consolidando, no deberían pagar impuestos en unos años, así de claro. Ahí es donde hay que dar la batalla. Porque ahí y en otras ocupaciones, nos encontramos también con los hombres y entonces podemos ir de la mano ambos sexos como hemos ido en otras ocasiones.
¿Cómo ha sido posible que hombres que antes simpatizaban con el feminismo y estaban a su lado y otros que han sido convencidos de lo intolerable que es ese maltrato a la mujer y actuaban en su defensa, ahora empiecen a echar pestes de cierto feminismo y extiendan sus desprecios a todas las mujeres? ¿Cómo es posible que un feminismo que iba bien encaminado sea ahora rechazado por los jóvenes e incluso que se niegue la existencia del machismo? ¿Quién es responsable de eso? Creo que una de las respuestas podría ser la forma y el fondo que han adoptado ciertos sectores feministas con sus planteamientos exageradamente victimistas, generalizando sobre los hombres, aprovechándose de leyes que dotan de privilegios a la mujer y de puestos de trabajo en cierta forma artificiales.
Esas mujeres son reaccionarias, no progresistas, y le hacen el juego a las derechas que tanto odian. Porque si difícil es poner de acuerdo a los hombres progresistas, más lo es llegar a acuerdos entre hombres y mujeres rupturistas y, sin embargo, ya se estaba logrando. La aparición y desarrollo de estas corrientes reaccionarias en el seno del movimiento feminista va de la mano del falso progresismo que han construido José Luis Rodríguez Zapatero y su discípulo Pedro Sánchez que ha superado al maestro en hipocresía. Quien desee que la ultraderecha no llegue nunca al poder que no la mire tanto porque a su lado tiene más trabajo por desarrollar precisamente para que los ultras de la derecha no sigan prosperando.
Lo que me interesa es que una estructura mercantil suicida y neoesclavista no joda al ser humano y en especial a las mujeres. No es necesario sustituir a los inquisidores y asesinos de brujas de la Edad Media por cancelaciones y gritos contra quien publica un libro con sus ideas. Si no se está de acuerdo con ellas, se le rebaten públicamente con todo sosiego y argumentos sólidos. Lo otro es miedo a la libertad e inseguridad en los propios principios, quien está seguro de lo que piensa no necesita prohibir nada si no quiere que luego le prohíban hablar cuando lo necesite. La palabra es, mientras estemos en democracia, lo esencial. Quien escupe al cielo, la saliva le cae en la cara.
La palabra y, sobre todo, los hechos. ¿Dónde están los sueldos decentes para las mujeres, para los hombres y para los jóvenes? ¿De quién o de qué es la responsabilidad de la falta de guarderías infantiles en los trabajos o de guarderías que estén abiertas siempre, como sucede en otros países? ¿Qué ha originado que los padres y abuelos no tengamos una vejez tranquila porque nuestros hijos, hijas, nietos y nietas nos sigan necesitando monetariamente?
Insinúan los periodistas de la COPE que esto no se puede aguantar así, por ejemplo, el sistema de pensiones. El gasto en pensiones hay que revisarlo, el que se dedica a la guerra, ése es necesario. Y se inventan un Putin a punto de mandarnos cohetes nucleares y un Trump traidor que nos ha dejado sin paraguas. Es un personal que habla desde la comodidad de las procedencias familiares, la adscripción a organizaciones relacionadas con la religión y la obediencia absoluta a los Estados Unidos no de Trump sino a esos otros EEUU de la guerra, los de Biden, Obama y los Bush.
Quieren la paz y para eso impulsan la preparación para la guerra, son más papistas que el Papa que pide diálogo y acuerdo entre EEUU y Venezuela y ellos, los caritativos y píos católicos, están deseando que los soldados USA invadan un país con un presunto dictador que es asunto interno de Venezuela, no de USA, una nación que ha invadido todo lo que ha querido y más, que bendijo a Franco con la mano de Eisenhower. Y a Pinochet y a tantos otros y ha matado inocentes en todo el mundo y ha hecho polvo el mundo árabe. Y nadie le coloca un ejército de barcos, aviones y un portaviones nuclear frente a sus costas.
El sistema de pensiones va a colapsar -afirman-, sí, puede que sí, pero por ahora sirve para que puedan malvivir hijos y nietos, no sólo los viejos. En Occidente no se ha producido una revolución por falta de guías, por la cooperación familiar, por el pan para hoy y hambre para mañana de los subsidios -impulsados por progresistas y no progresistas- porque el mundo seductor mercantil tiene a la gente dormida. Y, muy importante: porque las mujeres se han lanzado al mercado de trabajo y, seamos sinceros, ese mercado no las quiere y menos en tiempos de IA y trabajadores kleenex. Y siguen ahí varones -progresistas en primer lugar- creyendo que tienen ante sí objetos de placer en lugar de complementarse con esos “objetos” y comprender que tanto hombres como mujeres atravesamos una crisis social, económica y espiritual nueva, muy grave.
Este sistema de mercado está agotado por la codicia de unos mercaderes que han olvidado que los fundadores del liberalismo no defendían estos abusos sino que estaban al lado de la individualidad y la iniciativa privada no para pisar al prójimo sino para mirar por la estabilidad del patrón y del trabajador sea cual sea su sexo.
Ya está bien de tanto Sánchez, tanto Koldo, Aldama, Cerdán, el hermanísimo, la “primera dama”, etc., a todos esos ya les llegará su hora, al mediocre fanfarrón y presunto chulo Francisco Salazar se le da un sopapo legal y se le pone a la sombra una buena temporada. Tenemos leyes para esos menesteres. Lo que interesa de verdad es parar la sangría y el malestar lleno de patologías que el mercado actual ha originado entre la ciudadanía, algo mucho más urgente e importante que el culebrón de los presuntos delincuentes que surgen casi siempre en la política (de otros ámbitos ni nos enteramos).
Habrá que seguir insistiendo en intentar terminar con los feminicidios, en educar a los varones para evitarles o aminorarles, pongamos por caso, el sentimiento de Edipo y que no busquen ni crean que sus compañeras o sus parejas son sus otras madres pero con derecho a apareamiento y en propiedad. Habrá que educar al varón sin robarle su condición de varón. Pero lo esencial es el fondo de la cuestión, eso es lo esencial y, por ello, lo más complicado de combatir, de ahí que tal vez sea mejor pegar gritos y debatir cómodamente antes que tomarse el asunto en serio y unir voluntades femeninas y masculinas que vayan al fondo del problema y se dejen de follones que en buena medida ocultan factores no transformadores de la sociedad sino conservadores de estatus sociales y políticos logrados a costa del propio mercado y su democracia.
Hay muchos ecos dispersos y dañinos y pocas voces sólidas y unidas en una situación histórica de cambios esenciales para hombres y, sobre todo, para las mujeres. Si estamos como estamos en un mundo que es capaz de dejar en unas pocas manos privadas montantes de dinero que suponen un 20 por ciento del PIB mundial, la culpa ya no es de los llamados poderosos. Por ellos no doblan las campanas, doblan por nosotros mismos, los que vivimos abajo, separados en sexos y en clases, devorados por nuestro yoísmo y postureo, apartados de esa cooperación que es tan necesaria para el avance de las especies y de su hábitat.


