Los parones de Renfe: en la 'barriga' del problema

Crónica de un viaje Cádiz-Madrid Atocha en el que los problemas técnicos comparten protagonismo con la falta de organización y liderazgo entre el personal de la operadora

Viajeros, en la estación de tren de Jerez, en una imagen reciente.
Viajeros, en la estación de tren de Jerez, en una imagen reciente. MANU GARCÍA
04 de julio de 2025 a las 17:25h

El problema, tal vez, no sea llegar tres horas y media tarde (tres horas y media, hay que recordar a los lectores, era casi lo que se tardaba en este trayecto antes de la pandemia), sino cómo se llega hasta ahí, todos los percances y todas las decisiones discutibles que se van sucediendo.

El caso es que varias decenas de personas esperábamos este jueves en la estación de Jerez la llegada del Alvia Cádiz-Madrid Atocha Almudena Grandes, con parada a las 14:06 horas. El tren llegó ya de Cádiz como a las dos y media y rápidamente sumó otra media hora de retraso en Sevilla Santa Justa, donde permaneció estacionado durante al menos ese espacio de tiempo. En los mensajes SMS que envía Renfe a los móviles, se llamó “incidencia operativa” a la causa de los dos retrasos, que es como no decir nada de las causas, aunque es cierto que se informa de que se ha acumulado un retraso de 55 minutos, que al final es lo que importa a los viajeros a todos los efectos.

Respecto al retraso de Sevilla, eso sí, nos dijeron que se debió a que había que desenganchar las dos unidades que, al parecer, llevaba el convoy, que puede ser una explicación sobre la ‘operativa’, por seguir con la palabra, pero no lo es para los viajeros, que qué les va a justificar.

Bien… el resto del viaje transcurre sin más, con ese retraso acumulado, pero no hay ningún problema aparente ni en Córdoba ni en Puertollano, hasta llegar a la estación de Ciudad Real. Allí se produce “una incidencia técnica en los equipos de tracción”, en palabras de los SMS Renfe, que, tras lo que suponemos distintos intentos de ‘por dios, trata de arrancarlo’, fue que no. Imposible. El tren estaba muerto, vaya. Entre tanto, el pasaje, ya había empezado a confraternizar, como ocurre en estas ocasiones: por ejemplo, una pareja me dice que se felicita de haber cogido el tren con un día de antelación antes de viajar a Nueva York pese al gasto de una noche de hotel en Madrid, otro grupo hace cálculos de cómo llegar a la fiesta (Madrid está en pleno fin de semana largo del Orgullo)... 

Aquí comienza todo. Tras cerca de media hora todos sentaditos, el personal de Renfe permite al pasaje que quiera salir al andén y parte del mismo se entera sobre la marcha de que hay un convoy Puertollano-Madrid con parada en Ciudad Real a las 19:23 horas. Ante la perspectiva –ahí están los antecedentes– de que el problema del Alvia se prolongue durante horas, algunos viajeros de los que han salido deciden comprar billetes y seguir por su cuenta rumbo a Madrid. Otros, aún más expeditivos, ante la (relativa… hablamos de 200 kilómetros) cercanía de la capital se lanzan directamente a la opción taxi, como hace una alta autoridad de la judicatura del Estado que tomó el tren también en Jerez.

La gente abandona el tren

El caso es que este cronista, después de aproximadamente una hora en el interior del tren –funcionaba perfectamente el aire acondicionado en su vagón– si bien entrando y saliendo a ver qué se cocía por ahí, entre bambalinas, más allá de los 37 grados que marcaban los termómetros en Ciudad Real a eso de las siete de la tarde, toma la decisión de que hay que salir. No se está informando de nada por el hilo del tren y alguien que debe ser el interventor acaba de largar de viva voz un speach a los viajeros apostados en el andén diciendo que, en efecto, el Alvia no sigue, que se nos va a ir colocando en los próximos trenes y que es cuestión de minutos.

Subo corriendo a por la maleta y me busco un hueco aceptable, puesto de salida, entre la masa que va hacia el otro andén, a la espera del tren prometido. En ese momento, todavía como un tercio del pasaje continuaba dentro del convoy, en su sitio, como debe ser, a la espera de, digamos, noticias oficiales de Renfe. A otra escala me vienen a la cabeza esos ordenados orientales que perdieron la vida en el Costa Cruceros que naufragó hace unos años porque siguieron las indicaciones de esperar en su camarote y nunca nadie fue a por ellos… No obstante, doy por hecho que de una u otra forma llegó a todo el mundo la orden de abandonar el tren. En cualquier caso, en ningún momento hay una evacuación ordenada y un acceso a los trenes que diera el lógico privilegio a niños y mayores, como parece oportuno.

Un tren Alvia de Renfe.
Un tren Alvia de Renfe. CANDELA NÚÑEZ

El caso es que llega el tren de Puertollano y entramos todos a saco. Es un tren normal, ese que estaba anunciado para las 19:23 horas y que viene desde dicha localidad, no es un convoy especial para llevar a los 'naufragos' del Alvia. Este cronista y su acompañante cogen sitio, pero si algo se puede hacer mal se hará mal hasta el final. Lo lógico, tal vez, hubiera sido subir primero a la gente con billete de Ciudad Real, contar los huecos –en tiempos digitales lo de "contar los huecos" va dicho con toda la maldad del mundo– y permitir que subiera el número adecuado de viajeros del Alvia, pero no. Esto es sálvese quien pueda.

Este cronista le cede su sitio a alguien que se presenta con billete de dicho tren (nos pasa como a veinte del Alvia o así), pero dada la edad provecta a la que se aproxima, unos chavales tienen el detalle de cederle un sitio pensando en ir de pie hasta Madrid, hasta que nos comunican que no va a viajar nadie que no tenga asiento. Entonces, le devuelvo el sitio al chaval que gentilmente me lo ha dejado, se lo agradezco, y me bajo al andén: Beau gest, como la peli. Le digo a mi acompañante –se trata de A, una amiga de amigos que casualmente iba en mi mismo vagón– que ella siga hasta Madrid, claro, que de verdad, no hace falta, pero dice que esta aventura la acabamos juntos, lo que de repente da un toque épico a lo que no deja de ser, en realidad, una molestia tras otra, pero nada más…

Al final podemos subir al AVE Sevilla-Madrid que llega como diez minutos más tarde. Se ocupan todos los asientos disponibles, que no son muchos, la verdad, pero ahora sí nos dejan viajar de pie, en la cafetería. Un par de cervezas y botellines de agua después –aquí nadie nos ha dado nada para refrescarnos, por cierto– llegamos a Madrid-Atocha. Son casi las nueve y media y debíamos haber llegado minutos después de las seis de la tarde. Ir de Cádiz a Madrid vuelve a ser un auténtico viaje…

Sobre el autor

Carlos Piedras, nuevo jefe de Edición y Opinión de lavozdelsur.es, en un retrato en la redacción del periódico.

Carlos Piedras

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