Crónica desde los viñedos de Jerez: "El que pueda no hacer la vendimia... bendita sea su alma"

Las Tablas es un pequeño núcleo poblacional entre los pagos donde en estos días comienza la historia del vino. "La vendimia es una de las faenas más guarras y peor pagadas del campo"

Un momento en la peña de Las Tablas, con trabajadores y extrabajadores de la vendimia.
Un momento en la peña de Las Tablas, con trabajadores y extrabajadores de la vendimia. ESTEBAN

La vendimia se festeja históricamente en septiembre, que es cuando Jerez despedía el verano habitualmente. Pero eso de que las primaveras lleguen antes provoca que ya en agosto huela a uva cortada en el Marco de Jerez, tan tempranera como el cambio climático ha convertido en habitual. El grueso comienza esta próxima semana, cuando rueden los primeros camiones hacia la Cooperativa Nuestra Señora de Las Angustias, que tiene acuerdos con pequeños propietarios de toda la vida.

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José Luis posa con los melones de su 'frutería ambulante'.   ESTEBAN

En el asentamiento de Las Tablas, al norte del núcleo urbano, a menos de diez minutos en coche del centro por la carretera de Sanlúcar, entre viñas, hay apenas un bar y una peña junto a una vivienda, donde paran muchos hombres del campo a tomar su vaso de cerveza en hermandad. Las Tablas es el retrato de un Jerez que ya no es. Hubo un tiempo de carruaje con los pies manchados de albariza, la tierra blanca que otorga las especiales condiciones de humedad a las parras. Ya no es ese Jerez por el que pasaba un ferrocarril  destino Sanlúcar, vertebrando el Marco, que acabó siendo hasta los 80 el tren de la playa, pero que era un vapor creado en el XIX para conectar bodegas y sus campos. De Las Tablas, como Polila, Añina o Mesas de Asta, son muchas de las manos de los caldos jerezanos, porque, en parte, muchas personas se fueron a vivir al mismo Jerez rural para vivir de cara al campo, entre pagos.

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Marcos Gómez, frente a su terraza.    ESTEBAN

Marcos Gómez es de Las Tablas y volvió después de trabajar en septiembre. Tiene 43 años. Es el encargado del bar del centro de barrio de Las Tablas, Polila y Añina, los tres asentamientos constituidos como única barriada rural. No es solo que no pase el tren. “La vendimia da algo de trabajo, pero ahora casi todo lo hacen las máquinas”. El suyo es uno de esos negocios que deberían estar llenos por la llegada de gente. Pero es que esa gente ya no llega. Hubo un tiempo que incluso trabajaban inmigrantes, y multitud de jóvenes estudiantes que se financiaban lo que siempre se ha llamado genéricamente sus gastos. “Para el pueblo ya no es riqueza. Antes se trabajaba el año entero”. Los mayores beben fino o manzanilla. Los jóvenes, los pocos que hay, cerveza.

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Diego, en la peña.   ESTEBAN

El panadero del pueblo, ya jubilado, es Manolo. Toma una copita de vino al final de la mañana. “Hoy en las casas viven cuatro viejos”, dice. “La tienen los hijos y vienen a lo mejor el fin de semana. Esto está al lado. Aquí todas las familias tenían su parcelita”. Como pasa en muchos casos con las viviendas rurales, las licencias permiten la reforma, pero no nueva obra. “Esa gente de Las Tablas que se ha ido a Jerez a meterse en un piso vuelven porque no están acostumbrados a encerrarse, por eso mantienen sus casas aquí. Se fueron porque no les dejaban edificar. Veían un ladrillo y te echaban una foto”.

"Después de las vendimias, fuimos a las construcción y al año todos éramos oficiales, porque somos gente que vale para trabajar"

José Luis está en la misma tertulia. Vende plátanos, lechugas o melones en su coche, con el maletero abierto junto a la terraza. Es buena época, porque es “la frutería ambulante de todos estos pagos y ahora es la época de gazpachos. Tres piezas de melón de Chipiona a cinco euros”. La situación de crisis en este entorno no viene de la actual, sino de la anterior. Con el inicio del milenio y el definitivo boom de la construcción, muchos antiguos trabajadores de la vid acabaron en la construcción, donde se ganaba mucho más dinero. “Casi todos se hicieron peón de albañil”.

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José María 'El Primilla', en su peña.    ESTEBAN
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En pleno revuelto de patatas con huevo.  ESTEBAN

José María Oviedo, poco antes de la una, prepara huevos revueltos con patatas fritas en la peña, un espacio recreativo para los vecinos y trabajadores del entorno. Le llaman El Primilla. Ha trabajado muchos años en las viñas y tiene premios por sus pequeñas botas para el mosto. Las noches más frescas que otros años este 2021, y que no haga un fuerte viento de Levante, han sentado bien a la uva, pero el grado de alcohol llega antes de lo que sería normal, a inicios del verano. A este paso habrá que empezar el día de San Juan, dice, porque no tiene dudas del cambio climático. Recuerda a su madre subiéndose en el tren por Las Tablas, pero aquel chu-chu ya se fue. Su consejo para quien le toque su primera vendimia, de esas pocas que se hacen puramente a mano: “Que tenga cuidado con el calor”.

Sentado en la única mesa ve un partido de la selección de waterpolo Diego. Bebe Casera blanca, no son horas. Ha trabajado 15 años en la construcción, volvió dos años a la vendimia, pero tuvo que dejarlo por un problema en la rodilla, “que la tengo echá abajo” a sus 60 años. “Un tío de campo vale pa tó y en un año ya estábamos de oficial. Trabajábamos en Sanlúcar, Chipiona, Jerez, Cádiz, en revestimientos. Volvimos al campo, qué ibamos a hacer”. Ganaban más, y se fueron “la mayoría”. “Aquí, en otros septiembres, venían hasta los circos pequeñitos de la cantidad de trabajadores que llegaban. Montaban sus espectáculos, porque venían buscando la vendimia”. Como nota, recuerda que el que fue camello del Zoo de Jerez, asegura, fue uno que unos circenses dejaron en Las Tablas prometiendo que a las dos o tres semanas volverían a recogerlo a una finca. A los dos meses acabó en El Tempul ante el abandono. “De eso hace 40 años. No había casi animales entonces”. Síntoma así de cómo se movía todo.

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Mariano, encargado de una finca.   ESTEBAN

“La carretera estaba llena de motos y sobre todo de bicicletas, viniendo desde Jerez. Antes no se veía un olivo, todo era viña, viña, viña”. De aquellas crisis del sector y reducción del número de metros dedicados al vino queda ese buen recuerdo, el de otro tiempo. Aunque la tecnología ha ido recortando jornales, igual que la especialización en los campos, al existir ya un mayor control de cuándo llevar a cabo, por ejemplo, la poda. “La vendimia es el trabajo del campo más guarro. Si llueve, es criminal, acabas con los brazos pringando… Cualquiera no echa la vendimia, y eso que se aprende rápido. Tú veías las vendimias de hace 30 años y por aquí pasaban estudiantes de abogado y de médico, para ganarse los dos duros”.

Mariano, trebujenero, es el encargado de una finca. Viene de revisarla en el entorno y para en la peña del Primilla. En la suya, empiezan el miércoles. “El año pasado estuvo cortita de uva”, y este se espera algo más. “La juventud quiere poco campo y yo lo alabo. Mi hijo no se dedica a esto”. Será su penúltima vendimia. Le falta año y medio para jubilarse, cuenta mientras bebe en la barra una copa de manzanilla.

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Parras preparadas para la vendimia en Las Tablas.   ESTEBAN

“¿Un consejo para quien quiera hacer la vendimia? Que se busque otra cosa. Nosotros la hacemos ya con máquina”, explica. Así, desde hace 16 años. “Hay mayetos que tienen sus campos y los jóvenes no quieren”. Mientras que hay turistas que pagan por pequeñas experiencias cortando uva -una fórmula novedosa para atraer a la cultura del vino-, lo que quedan son los pies manchados de blanco y jornadas muy duras cuando no son las máquinas las que se dedican a ello. “Esto era ir para delante y para atrás con sacos de 20 kilos de uva. Lo sueltas y vuelves para atrás”. Aquellos vendimiadores con sacos y sacos llenaron los pagos. “Yo lo he hecho. Y el difunto de mi padre. El que pueda no hacer la vendimia, bendita sea su alma”.

"Vamos hacia una denominación de origen sin origen, el viñedo"

El secretario provincial de Coag Cádiz, Miguel Pérez, es una de las voces críticas respecto a la situación endémica del Marco. Los problemas no son de un día, de una vendimia, sino ya de todas. Prevé una de alta calidad este 2021, "aunque no haya llovido mucho. Porque el agua se ha quedado en el campo, no ha llegado a haber lluvias torrenciales y este suelo retiene la humedad", explica.

La clave es que "el precio del kilo lleva años estancado en los 40 céntimos. Los costes de producción suben, así que el viñedo no es atractivo, y no se incorporan jóvenes. Eso pone en peligro la continuidad". Mientras, las tierras albarizas, esas blancas apreciadas, "no se quedan vacías". El agricultor está diversificando, porque cultivos como el olivo o el almendro arraigan bien. "Hay una huida del viñedo". 

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Olivos entre viñedos en Las Tablas, vistos desde la calle.   ESTEBAN

Eso sí, una parra no es una inversión de corto plazo, sino a un cuarto de siglo, por lo que se sigue producción a la espera de que la situación mejore. Eso desvía la clásica ley de oferta y demanda, pues hay una tradición de ir tirando. "Vamos hacia una denominación de origen que se queda sin su origen, el cultivo".

Todo, mientras "la vendimia es una de las labores más duras, se paga poco y ojalá pudiera ser más. En gran parte está mecanizada. El convenio siempre ha estado por encima del de otros cultivos, pero, como se dice, reconocemos que el campo no está pagado. El problema es que no da para más. Hay que cambiar esa dinámica para que el viñedo sea más rentable".

"No nos dejan negociar colectivamente, pero sí podemos tomar medidas. Por debajo de X no se puede trabajar"

En todo eso trasciende el momento histórico de los vinos de Jerez. "El motor tiene que ser el producto, y eso es la botella. Podemos buscar turismo, que es importante, las bodegas pueden diversificar, pero todo es adorno si el precio no sube. Tenemos que entrar en otra dinámica, en la que merece Jerez por prestigio, historia y calidad".

El contexto económico implica repensar. "No podemos negociar colectivamente los precios de la uva, por lo que como productores no podemos ordenarnos, porque se supone que va contra el libre devenir del mercado, como dijo el antiguo tribunal de la Competencia. Pero eso no impide que nos pongamos medidas, porque por debajo de X no se puede trabajar. No puede haber dumping, no se puede producir por debajo de precio de coste, hay que buscar precios dignos".

No es el único producto del sector primario. La leche sufre los mismos problemas. La remolacha está al límite. "La cuestión del viñedo es que te atrapa por 25 años en la inversión. Es muy penoso. Intentas minimizar costes, pero tiene que haber cambios para que podamos ver la luz", remacha.

Sobre el autor:

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Pablo Fdez. Quintanilla

Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

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