Carlos Cana, el andalucista clandestino que hizo varias huelgas de hambre: "Nos pegaban palizas"

Este algecireño, presidente de Foro Andaluz de Chiclana, ha luchado en incontables causas políticas y sociales desde que llegara a Barcelona en los años 60 como "exiliado económico"

Carlos Cana, activista andaluz.
Carlos Cana, activista andaluz. MANU GARCÍA
28 de diciembre de 2025 a las 19:45h

Si se encuentra con alguna injusticia delante de sus narices, es muy probable que acabe implicado de lleno. A Carlos Cana González (1950) siempre le ha hervido la sangre. Defensor de causas por vocación, este hombre natural de Algeciras, afincado en Chiclana, no puede permanecer quieto cuando hay situaciones que le chirrían. Su ADN está marcado por una inquietud que le ha llevado a ser la cara visible de multitud de protestas. Y su nombre, sin relación alguna con Carlos Cano, una curiosa referencia a quien es la voz de los andalucistas, que se marchó hace 25 años. 

A sus 75 años, transmite un fuerte compromiso con todo tipo de causas sociales. Él es quien lleva la pancarta en las manifestaciones Pro Palestina y quien alza la voz en las concentraciones en defensa de la sanidad pública. Le sale natural. Lo lleva haciendo toda su vida, desde que en los años 60 llegara a Viladecans, en Barcelona, como “exiliado económico”.

Su familia buscaba el pan en el barrio de La Roca tras el significativo cierre de la verja de Gibraltar, donde trabajaba su madre. Con la zona totalmente bloqueada por Franco desde 1969, no les quedó otra que desplazarse a una tierra que, por entonces, era la opción para muchos otros andaluces. Con 16 años, Carlos tenía claro que, en cuanto pudiera, volvería al sur. “Yo no estaba a gusto, me sentía que estaba fuera de lugar”, comenta a lavozdelsur.es desde el centro de mayores de Santa Ana.

En plena dictadura, se sumó al movimiento político antifranquista que percibía a su alrededor. Así, desde muy joven se dedicó a repartir panfletos reivindicativos. “En un canasto llevaba las octavillas para organizar las huelgas, y me iba a todos los rincones”, recuerda. Pronto entró en la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT), marxista-leninista y maoísta, acción combativa que compaginaba con su trabajo en varias empresas de cerrajería o como mecánico.

Su talante rebelde le venía de su madre. “Ella había estado en el frente de la República y la quisieron matar. Le raparon la cabeza y le dieron aceite de ricino. En mi casa había un matriarcado. Mi padre era un hombre humilde y analfabeto. Y mi madre sabía leer, escribir y era luchadora”, comenta.

Carlos, durante la entrevista con lavozdelsur.es.
Carlos, durante la entrevista con lavozdelsur.es.   MANU GARCÍA

Carlos se implicó de lleno con la causa antifascista, decisión que en más de una ocasión le salió cara. “Mi mujer no sabía nada. Si le decía algo, la pringaba. Ella se preguntaba por qué aparecía a las tantas de la noche. Lo único que veía es que las cacerolas estas de aluminio estaban todas bolladas de los palos que le pegaba”, dice el algecireño, que vivió esa etapa “en clandestinidad”.

En su historial cuenta con numerosas anécdotas que escribieron la historia de España. Hizo una campaña en protesta por la matanza de Atocha, atentado terrorista en un despacho de abogados en el 77. “Me subí a la mesa de un bar a dar un mitin, pero había dos guardias civiles y salí por patas”, explica.

Carlos también fue uno de esos hombres que se plantaba en las puertas de la cárcel La Modelo para pedir la libertad de los presos políticos. “Nos detenían, nos llevaban a la Via Laietana y nos pegaban palizas. Nos metían en la comisaría y, al día siguiente, nos dejaban salir. Así me pasé la vida”, señala.

“Saliendo de la catedral de Barcelona, íbamos cargados de propaganda y por un chivatazo, me pillaron y me pegaron una paliza tremenda. Por un despido hice una huelga de hambre. Una vez mi madre fue a comisaría a buscarme y me estaban pegando. Salieron las mujeres del pueblo a tomatazos. Allí eras como una pelota, recibía palos por todos lados”, detalla.

El algecireño comparte su historia de vida.
El algecireño comparte su historia de vida.   MANU GARCÍA

Lo que le motivaba era, alcanzar algún día la libertad. “Aquello era insoportable, no había libertad de ningún tipo, era un régimen totalmente oscuro”, añade.

Llegó un punto en el que Carlos decidió mudarse a Suiza durante un año tras ver que habían registrado su casa varias veces. “Quería despistar a la policía porque me tenía fichado”, dice. A su vuelta, tras la muerte de Franco y el nacimiento de su primer hijo, casi coinciden, regresó a Andalucía.

Vuelta a Andalucía

Pero no dejó de lado su actividad política. Fundó el Partido Andalucista en Chiclana y en 1999 fundó Foro Andaluz, para potenciar la cultura andaluza.

Desde finales de los setenta, participó en numerosas actividades y su nombre, curiosamente casi similar al del cantautor andalucista Carlos Cano, resonó en la vida pública de la ciudad. Conoció al insigne andalucista al que se le rinde homenaje por el 25 aniversario de su muerte, algo que ya hizo él en el año 2000, cuando le dedicó una carta y propuso que fuese nombrado hijo adoptivo de Chiclana a título póstumo y que se le dedicara una calle o una plaza.

“También hice una campaña en contra de la Constitución porque la estábamos negociando con los fascistas”, sostiene este hombre que propuso, desde Foro Andaluz, que el flamenco fuese declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco

Carlos cuenta que surgió hace 15 años tras conocer al escritor Juan Goytisolo en Marrakech, que por entonces presidía el jurado de la Unesco encargado de seleccionar las Obras Maestras del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad. Hicieron ruedas de prensa con artistas y la propuesta llegó al Ayuntamiento de Chiclana, a la Diputación de Cádiz, a la Junta, y ha sido la única moción que se ha presentado en el parlamento español sin ningún voto en contra.

Un momento de la entrevista en el centro de mayores Santa Ana.
Un momento de la entrevista en el centro de mayores Santa Ana.   MANU GARCÍA

Otra de sus iniciativas fue pedir que en las procesiones de Semana Santa se interpretara el himno de Andalucía. Pero, con el tiempo, Carlos se desvinculó del partido que había fundado, eso sí, sin dejar de luchar por causas. El algecireño muestra algunos recortes de prensa que recogen esas protestas. Alzó la voz por la recuperación de la almadraba de Sancti Petri y su poblado, también por la defensa de los productos andaluces o contra la incineradora de Miraflores.

A estas acciones se suman las huelgas de hambre, por la liberación de unos chicos detenidos en Medina o por la falta de personal en el Hospital Puerta del Mar de Cádiz, donde trabajó en la cocina. “Yo peleaba contra las privatizaciones y cuando faltaba gente me iba al despacho del director y pedía más contratos. Me declaraba en huelga de hambre y nada, conseguía 10 o 15 contratos más”, dice.

Retrato de Carlos Cana, implicado en numerosas protestas.
Retrato de Carlos Cana, implicado en numerosas protestas.   MANU GARCÍA

Carlos recuerda con especial cariño el año 2015, cuando participó en otra huelga de hambre con el fin de que el Ayuntamiento de Chiclana financiase la operación de Cristian, un pequeño con una patología cardíaca congénita. “A veces no conseguía nada y me iba muy mosqueado, pero bueno, yo me siento satisfecho de las cosas que he hecho. Cuando me preguntan cuál es tu religión, se llama libertad, no tiene otro nombre”, expresa.

Podría estar todo el día sumergido en recuerdos llenos de rabia e indignación. Su ceño se frunce en cada palabra, en cada comentario. Años de dedicación que hacen que para él sea “preocupante” ver a las nuevas generaciones cantando el Cara al sol. “En los colegios no se ha educado sobre qué era el franquismo de verdad”, expone.

Si algo tiene claro es que, mientras viva, no le temblará el pulso. Todavía le quedan muchos 4 de diciembre en los que reivindicar los derechos de los andaluces. Muchas mañanas de megáfonos. De momento, su nombre sigue en los medios, ya sea por protestar o por participar en debates. “Ya he hecho testamento”, dice el hombre, recién operado, enseñando una cicatriz en el torso. “Yo quiero que me toquen el himno de Andalucía, que me canten unas bulerías, que me incineren y que con las cenizas hagan un supositorio para dar por culo después de muerto”, sentencia. Su bandera, además de la blanca y verde, es el activismo.

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Patricia Merello

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