Bajo el agua, la cosecha

Unas 1.500 familias de Chipiona están perjudicadas por la inundación de 350 hectáreas de cultivos tras las últimas lluvias. El acuífero sobre el que se asientan, del que no pueden extraer agua, está lleno desde hace dos décadas y la costosa solución sigue sin llegar

Luis Manuel Rivera, de COAG, delante de un cultivo sepultado por el agua en Chipiona.
Luis Manuel Rivera, de COAG, delante de un cultivo sepultado por el agua en Chipiona. MANU GARCÍA

De camino a los pagos Pinar Martín, Pinar Miranda y Pastrana, en la costa Noroeste gaditana, hay que sortear incontables charcos, que invaden los senderos, por los que hay que circular a escasa velocidad. Cada pocos metros, el mismo ruido irrumpe en el ambiente. El de las bombas que achican agua las 24 horas del día. Es la única forma que tienen los agricultores de intentar salvar sus cultivos tras el paso de Filomena. Ahora, unas 350 hectáreas de hortalizas y flores se encuentran sepultadas bajo el agua, un problema que tienen cada año con la llegada de las lluvias. 

Eduardo tiene guisantes y calabacines en los 5.000 metros cuadrados de la finca familiar que gestiona, aunque sólo utiliza 2.000. No se arriesga a tener más porque, lo más probable, es que la cosecha se pierda o que no dé apenas beneficios. Cuando retira el candado y abre la puerta que da acceso a la finca, sabe muy bien por dónde caminar. Salirse del camino trazado supone correr el riesgo de enterrarse en barro. Basta con pisar levemente para que la tierra se hunda bajo los pies, aunque aparentemente esté seca. 

“Son las mejores tierras de Chipiona”, asegura Eduardo Ruiz, agricultor de los de toda la vida —empezó con 16 años y tiene 54—y vocal de la Asociación de Agricultores Costa Noroeste de Cádiz, de la que forman parte 400 socios, creada hace un par de años para hacer presión y solucionar el problema que sufren cada invierno con la llegada de las lluvias. Unas 1.500 familias de Chipiona y alrededores han perdido los calabacines, patatas, boniatos o guisantes que tienen sembrados. Cada año, por las inundaciones, se pierden unos 300.000 jornales en el campo chipionero. 

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Manuel Rodríguez, llenando de gasolina la bomba que le ayuda a achicar agua. Autor: Manu García

“Me he criado debajo de una mata de tomate”, dice Eduardo, quien saca, a duras penas, algunos kilos de calabacines y guisantes, que coloca en el mercado a unos precios cada vez más bajos. Aunque cuando lavozdelsur.es lo visita, no es de los peores días. “Ahora está un poco mejor”, sostiene. Pero de lo que produce la tierra que cuida, propiedad de su suegro, no vive su familia. Antes lo hacía. “Me busco cuatro peonadas por ahí, esto no da para comer”, expresa con pena. Con eso y la prestación de desempleo que recibe, de poco más de 400 euros, malviven en casa. “De este terreno podría vivir tranquilamente sin tener que ir al paro, incluso darle trabajo a alguien”, apunta. “Me han arruinado, pero voy a pelear”, agrega, decidido. 

“Chipiona es un pueblo muy rico, con una buena tierra, mucha luz, un cultivo de mucha calidad… pero los políticos han apostado tanto por el turismo que han abandonado la esencia de este país, que es la agricultura”, se queja Eduardo Ruiz, quien recuerda que a la Costa Noroeste de Cádiz se la conoce como “la huerta de Europa”, aunque encuentran una traba tras otra para seguir produciendo. 

“Con esta edad, ¿dónde me voy?”, se pregunta él mismo, “si no hay trabajo… si fuera por mí, me hubiera ido”. “Aguanté para ver si esto cambiaba, pero sigue igual”. Antes plantaba flores, pero llenar de flores las tierras que cuida le cuesta más de 30.000 euros, una inversión que no puede rentabilizar si se le inunda la cosecha. Por eso optó por los guisantes. “Hay que tener plantaciones con un gasto mínimo… por si se pierde”, explica Eduardo. “Es la única forma de seguir”.

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Eduardo Ruiz, en el invernadero donde tiene sembrados guisantes. Autor: Manu García
Eduardo continúa a pie de campo, como Carlos o Manuel, que tienen terrenos muy cerca del suyo. Manuel Rodríguez tiene sembradas patatas y guisantes. Cuando atiende a lavozdelsur.es, en su invernadero apenas se distinguen los tubérculos, que están sepultados por el agua. “Si en primavera esto está mejor, pongo sandías”, cuenta Manuel. Mientras, una bomba, que emite un sonido ensordecedor, funciona a pleno rendimiento. Unos 25 litros de gasolina consume cada día. De electricidad, no quiere ni pensarlo con el actual precio de la luz, por las nubes. 

Carlos Rivero, que escucha la conversación, dice sin pensarlo que él dejaría la agricultura si le ofrecen otro empleo. “Con 1.000 euros de sueldo, mando esto por ahí…”. Él, que tiene sembradas plantas ornamentales, y que lleva prácticamente toda su vida en el campo, cuenta que “este problema no lo había antes, se sacaba agua y cuando llegaba el invierno, el acuífero subía”. “Aquí sacas para pagar, coges para hacer la compra… pero algunas veces estás hasta entrampado”, dice. Pero, como Eduardo, comenta eso tan socorrido de “dónde vamos con la edad que tenemos…”. “Cuando nos vayamos los que ahora tenemos 50 años… a ver quién compra esto”, dice. Los terrenos, en esta situación, se devalúan a cada minuto que pasa. 

El acuífero de Rota-Sanlúcar-Chipiona se inunda desde que hace más de dos décadas se impidiera la extracción de agua de los numerosos pozos existentes en el término municipal. Cuando llueve con intensidad, rebosa e inunda los campos de unos agricultores que no saben ya cómo pedir soluciones. En 1992 se declaró provisionalmente el acuífero como sobreexplotado, cuyo uso fue modificado por el Instituto Andaluz de Reforma Agraria a finales de los años 90 del siglo pasado. Desde entonces, los agricultores utilizan el agua que les proporciona la Comunidad de Regantes de la Costa Noroeste de Cádiz, a la que pertenecen.

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Una bomba de agua, en el pago de Esparragosa. Autor: Manu García
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El 'lago' del pago de Esparragosa de Chipiona. Autor: Manu García

“Hubo cuatro o cinco años de sequía y no había forma de regar”, cuenta Carlos Rivero, agricultor de Chipiona. “Se dejó de sacar agua de los pozos, se regaba del canal, y los acuíferos se han llenado con el paso de los años”, relata. Ahora, ellos pagan por el agua que utilizan para regar sus cultivos a la Comunidad de Regantes, mientras sostiene que podrían usar el acuífero, que les inunda los campos y estropea las cosechas. 

“Aquí vemos una nube y nos ponemos a llorar”, dice Luis Manuel Rivera, responsable de flor cortada de COAG Andalucía, al que todos conocen como Lima. “A esto le tienen que buscar una solución”, sostiene. “Somos una actividad esencial, tenemos que producir para abastecer los mercados”, agrega, por lo que insta a Junta de Andalucía y Ayuntamiento de Chipiona a “dejar de pasarse la pelota y se sienten para solucionarlo”. Mientras se busca —o se ejecuta— una solución, 350 hectáreas de cultivo de Chipiona están bajo agua, como alertaba esta semana la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). 

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Eduardo Ruiz, junto a un camino lleno de charcos. Autor: Manu García

El Consistorio chipionero está a la espera de conocer los resultados del informe que el ingeniero agrónomo José García Serrano está elaborando, con posibles fórmulas para rebajar el nivel del acuífero. “El estudio preliminar consistió en ver la viabilidad de evacuar las aguas pluviales, algo que prácticamente es imposible dado el coste de las obras y la dificultad técnica para ejecutar un posible proyecto”, informaba el Ayuntamiento, en una nota de prensa, el pasado mes de noviembre. “La solución más viable era la de extraer el agua del acuífero e intentar reutilizarla para el riego”. A mediados de 2020 se estaban haciendo gestiones para evacuar aguas de lluvia a través del colector que discurre en paralelo a la carretera de Sanlúcar-Chipiona.

Los métodos de achique de agua, de momento, los aportan los propios agricultores. En el pago de Esparragosa, una bomba instalada hace unos días evacúa unos 150.000 litros de agua diariamente. Allí está el “lago”, como lo conocen coloquialmente, una balsa de agua que abarca hasta donde alcanza la vista, y que tardará semanas en rebajar su nivel. Debajo, hay batatas. Con este panorama, no es raro ver muchas parcelas abandonadas, llenas de malas hierbas tras la espantada de sus propietarios, que las dejaron después de perder la batalla contra el agua. Cada vez son menos. En definitiva, “esto se lo han cargado”, resume Carlos. 

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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