La APC inaugura una exposición que refleja las dificultades que padece la población para acceder al agua, escasa por el monocultivo de las multinacionales.

“Cada gota que baja del cielo la bendecimos como una reliquia”. Con una voz dulce pero firme, Regina Cuma Chávez, guatemalteca, mujer kaqchikel, perteneciente a la comunidad Junajpu (padre sol, abuelo sol cerbatanero), compartía en Cádiz las dificultades a las que se enfrenta su pueblo, el maya, que resiste los envites de la modernidad y del mercado del primer mundo.

Su presencia en España estaba motivada por la inauguración en la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) de la exposición Guatemala delante de la cámara: Mujer, agua y tierra; derechos olvidados tras los acuerdos de paz. Una muestra colectiva de 26 fotografías y textos de un grupo de viajeras, que el pasado mes de agosto pusieron sus ganas de ayudar rumbo a Guatemala con la ONG SoDePAZ —de turismo responsable— y con la que pretenden cumplir el compromiso que adquirieron con aquellas gentes: contar, contar con mayúsculas cómo una población, ya en paz después de una guerra civil, se ve abocada a la pobreza porque la expropiación de tierras, y su posterior venta, no ha repercutido en la población autóctona.

Antes bien, las hidroeléctricas y el cultivo del aceite de palma han condenado a los habitantes de un país rico en recursos naturales —dirigido, con frecuencia, por gobiernos corruptos— a no beneficiarse de su propia tierra, tal como explicó Carmen, una de las cuatro viajeras que acudió desde la provincia de Cádiz. Beatriz, su compañera, insistía que en Guatemala llueve, “no es un desierto”, pero la tierra se seca. Y se seca porque el cultivo de la palma y del aceite de palma absorbe toda el agua y contamina los acuíferos.

“Succionan de la madre tierra” y rompen ese “equilibrio” del que Regina habla todo el tiempo. Ese equilibrio entre los elementos y los hombres que hace seis siglos los colonizadores españoles quebraron esquilmando aquellas tierras y que se perpetúa hoy con la globalización económica. “Nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros”, que decía Galeano y que se vuelve a ejemplificar hoy en las comunidades indígenas guatemaltecas.

Sin tierras ni agua, la vida es de una “dureza extrema”, rememora Carmen. Carentes de suministros básicos, víctimas de la pobreza y de violentos fenómenos meteorológicos, “me asombra la dignidad y la capacidad de superación de la gente”. “Nos adaptamos”, dice con una naturalidad pasmosa Regina, que representa en España a todas esas mujeres mayas que sacan adelante a sus familias. “Son auténticas lideresas, la fuerza tractora de esas economías locales”, asegura Carmen, a la que le viene a la mente en ese instante una cooperativa de chocolate montada por mujeres en un pequeño pueblo perdido en la montaña. También recuerda otra, que le llamó la atención por una cuestión bien distinta. “A pesar de la escasez de recursos, el arte está por todos lados y en esa pequeña cooperativa tenían colgados dos cuadros: uno, de su tierra antes de la plantación de la palma y otro, después de esos cultivos. En el primero, se veía todo verde y hasta cascadas. En el segundo, la tierra era amarilla y el riachuelo se había convertido en un hilillo de agua”.

Durante su estancia en los departamentos de Jocotán y de Alta Verapaz, Carmen, Beatriz y sus compañeras trabajaron con SoDePAZ para apoyar el proyecto de la asociación local MejorHA para la construcción de reservorios de agua con los que poder almacenar el agua de lluvia. Una solución de sólo 500 dólares que “puede salvar miles de vidas”, explicó Lourdes Tomé, responsable de Sodepaz.

Y allí, sobre el terreno, lo que vieron les cambió la vida. En especial, la fuerza de esas heroínas anónimas. Por eso, la muestra tiene como tercer elemento la figura de la mujer, porque en una situación de pobreza o de crisis, “son las mujeres las más afectadas” y porque en esas situaciones tan adversas son “las protagonistas”, decía Beatriz. “No solamente por una situación de hambre sino también porque están sometidas a un sistema patriarcal y violento que atenta continuamente a las mujeres”. Y es que “ser líder en Guatemala no es simplemente una cuestión de empoderamiento, como decimos en el primer mundo, sino que supone jugarse la vida…" La violencia de género, que ni siquiera se expresa, unido al alcoholismo de los hombres, colocan a esas mujeres destacadas en primera línea de fuego.

Defensora de su cultura y de su lengua, Regina explica ese feminismo del que es ejemplo sin hacer referencia a esa construcción lingüistíca extranjera: todo es cuestión de equilibrio. Como el de los hombres con los elementos, igual debe ser el del hombre con la mujer. Una suerte de feminismo naturalista que, no obstante, “debemos enseñar cada día para conseguir su respeto”. De esas luchas y conquistas, que no ocupan el interés de los medios de comunicación ni de la agenda internacional, da buena cuenta esta muestra que permanecerá expuesta hasta el próximo 15 de junio en una ciudad también iberoamericana.

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Vanessa Perondi

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