barrio_a_barrio_-_la_constancia_05
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Conocida por su continua lucha en pos del arreglo de sus viviendas, La Constancia, edificada a mediados de los 50, es hoy una de las barriadas con más solera de Jerez.

En la asociación de mayores Jesús de la Paz se habla de fútbol, de política, del paro… Y de dominó, donde la partida no falta a su cita diaria con los jubilados de la barriada de La Constancia. Francisco y Manuel Grimaldi, José Amarillo, Alberto Sánchez y Dionisio Álvarez sacan una ficha y otra y de vez en cuando se pican cuando uno está a punto de ganar y sin embargo lo hace cualquier otro. Eso sí, para aliviar las penas de la derrota tienen una buena colección de Botaina, Viña 25 y Monteagudo. “Aquí verás que somos delicaditos”, bromea Manuel.

Todos se han criado en esta barriada, que al igual que La Plata fuera levantada por Fernando de la Cuadra a mediados de los años 50. Recuerdan cuando los depósitos de Campsa se situaban más o menos en donde hoy está la gasolinera de Martín Ferrador y justo al lado la serradora jerezana, que un día salió ardiendo y obligó a movilizar a toda la vecindad ante el riesgo de una explosión. Y las huertas, de Terry y de Joaquín, situadas en los alrededores, así como el antiguo cementerio de Santo Domingo, vecino de La Constancia que se asentaba en lo que ahora son las Torres de Córdoba. Pero sobre todo, si de algo se acuerdan es de “la cantidad de niños que había”. “Ahora es al contrario. Los niños envejecimos y casi todos los que vivimos aquí ya somos mayores”, explica Francisco.

Barrio de anchas aceras, grandes plazoletas, amplios soportales, patios ajardinados y frondosos árboles hasta no hace tanto, en la Constancia también se palpa el ambiente taurino como no podía ser de otra manera teniendo el coso de la calle Circo a un paso y denominándose sus calles con nombres de famosos toreros. Así, tampoco es difícil encontrar a alguien que haya sido del mundillo. Es el caso de Félix Román, otro jubilado que se acerca a ver cómo discurre la partida de dominó. Félix, que fue rejoneador durante 33 años en las cuadrillas de Galloso, Currillo, Juan Antonio Romero o Rafael de Paula, afirma que para él sus amistades están por encima de mitos como el diestro de Santiago. “Para mí el Paula es otro más, ni más ni menos que nadie”.

Aquí, con apenas 1.100 habitantes, se vive “muy bien” y “tranquilo”, señala otra vecina, Dolores Sánchez, junto al Kiosko Chico. De lo poco malo, afirma, el paro, que afecta a los jóvenes del barrio, y el eterno arreglo pendiente de varios bloques por parte de la Junta de Andalucía. El suyo, sin ir más lejos, al ser un último piso tiene goteras cada vez que llueve, aunque al menos no está apuntalado, como le pasa a otros vecinos. En esa guerra con la Junta por la rehabilitación, Paco Flores, presidente de la asociación de vecinos, es el que se encarga de ir detrás de los políticos para recordarles que tienen que cumplir con La Constancia. “Si de aquí a 15 días no responden vamos a convocar manifestaciones y a sacar a la gente a la calle”, afirma el veterano dirigente vecinal a este respecto, recordando que los bloques que tienen que ser intervenidos ya tienen toda la documentación en regla y los acuerdos firmados.

Pero si algo caracteriza a La Constancia es su ambiente. Aunque ya no se celebran verbenas como antaño, los diferentes bares del barrio animan las tardes y las noches y crean un auténtico lugar de encuentro, sobre todo de los fines de semana, atrayendo a vecinos y a ciudadanos de diferentes partes de Jerez gracias, entre otras cosas, a los buenos precios que manejan.

Entre ellos, quizás el más famoso sea el que regenta Jesús Pérez Mateos, el Rubio de la Constancia, que todavía no sabe por qué le llaman así. “Será porque la gente es daltónica, porque yo soy pelirrojo”. El Rubio, inconfundible con su barba y su coleta, es de los personajes más carismáticos de la barriada, una persona que desde luego no deja indiferente a nadie gracias sobre todo a su característico sentido del humor. Desde los 12 años está al pie del cañón, primero trabajando en un pequeño almacén y luego en lugares tan dispares como la azucarera, la mítica juguetería Álvarez, su vecino bar Chirri, o en el extinto supermercado Simago. Menos de p… he hecho de todo”, vuelve a bromear mientras sirve una cerveza. Nada menos que 250 cajas de tercios y entre cinco y seis barriles despacha al mes, sin contar los centenares de cubatas que sirve, sobre todo, los fines de semana. “Me he mantenido con la crisis, porque mis precios siguen siendo muy buenos”. ¿Y hasta cuándo estará el Rubio detrás de la barra? “Hasta que me jubile o me muera”. 

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Jorge Miró

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