"Esta es la feria más abierto, más gitano y más alegría de todas las que hay", expresa Steve MacLeod a su manera. En la caseta de González Byass, la más bonita e internacional, el presidente de la peña taurina de Glasgow, Escocia, atrae todas las miradas al llevar las pantorrillas al aire con su kilt. Justo después de hacerse un selfie con una jerezana, un hombre se le acerca y le dice: "Escocia independiente. Cataluña no, pero Escocia sí". No obstante, este señor no supo entender el atuendo de Steve. Si bien viste una falda escocesa, de cintura hacia arriba va de lo más británico con camisa, corbata y chaleco.

"Yo soy escocés e inglés. Yo quiero al Reino Unido", le contesta con una sonrisa. Horas antes de que las fuertes rachas de viento levantasen una enorme polvareda de albero, en el Real todo eran rumbitas, palmaditas y brindis con rebujito. Son las ocho de la tarde en el último día de la Feria del Caballo y las escenas son dos: los que acaban de llegar con el cuerpo renovado y con ganas de marcha, y los excursionistas que llevan desde las diez de la mañana y ahora reposan en los asientos que encuentran por el recinto ferial.

Mis compañeros dicen que el jueves y el viernes de Feria son días para los jartibles. Pero entonces, ¿para quién es el último día? Una jornada de pluralidad, de mil caras, de resaca, cansancio, pena, lastimica... Las últimas emociones de un mundo donde se aparcan los problemas para palpar la felicidad durante una única semana. Así se lo toma María José Barba, una jerezana que reside en San Fernando y que es, ante todo, una amante de las ferias. "Yo soy muy ferianta y para mí, esto es un mundo. Siempre digo que mis cenizas las esparzan en la feria, por aquí, en un arbolito", expresa, mientras señala un gran macetón del parque González Hontoria.

¿Qué tiene la Feria del Caballo que no tengan las demás del mundo? Hoy, en un mundo tan cosmopolita, vecinos y extranjeros destacan qué es la Feria del Caballo y qué es lo que la diferencia de la de Málaga, la de Sevilla, o incluso la de Normandía (?). De entrada, María José acompaña a su madre María José Gálvez, quien nada más preguntar salta: "¡Como Jerez, ni hablar! ¿Verdad?", le pregunta a una señora que está a su vera, pero que no conoce de nada. Su hija coge las riendas de la "encuesta" y manifiesta que "Jerez reúne lo que reúnen todas las demás ferias. Yo he ido a muchas y cuando estoy en ellas digo: Qué bonito, pero no tiene...".

Un grupo de malagueños descansando frente a la caseta de la CGT. FOTO: CLAUDIA GONZÁLEZ ROMERO.

Las comparaciones son odiosas. Pero hasta un sevillano le saca punta a su emblemática Feria de Abril. "En Jerez las calles son más anchas, el alumbrado es precioso y hay muchísimos más caballos que en Sevilla", señala Leonardo, natural de Alanis de la Sierra, al Norte de la provincia sevillana. "Pero eso sí, en Sevilla hay más ambiente de feria. Aquí hay mucha gente vestida, pero pocos bailan sevillanas", enlaza Rafaela, su esposa. "Para mí la Feria de Abril es más parecido a una verbena. Las casetas son muy homogéneas y allí te pierdes", valora Raquel Marín, una joven jerezana que ha estado estudiando en la capital andaluza. "Nosotros hemos estado en la feria de Jaen, Huelva, Sevilla... Pero ninguna tiene lo que tiene la de Jerez: el recinto, la entrada libre, ese paseo de caballos, la feria de ganado, la iluminación, las mujeres vestidas de gitana...", enumera María José Barba con soltura. Apenas piensa y resalta las características de su Feria con vehemencia.

Una pequeña parte de un grupo de excursionistas malagueños descansa un ratito en unas sillas de esparto que hay junto a la barandilla de una caseta. "Estamos reventados. Entre la caló y el no parar...", saluda Susana González, originaria de Coín. Un grupo de 45 malagueños llevan en Jerez desde las once de la mañana y se marchan a eso de las diez de la noche, una hora después del alumbrado. Tanto Susana como su padre Pepe González, comparten que es la primera vez que visitan la feria jerezana.

¿Primeras impresiones? "Aquí la gente es muy acogedora. Allí en Málaga somos muy nuestros y aquí son de todos. No sé si tú me entiendes", responde Pepe. Pero hay algo que no les ha gustado mucho, y es que dicen que "aquí está todo el mundo muy rebujao, y que la gente no respeta a los caballos. En Málaga, ellos tienen su sitio, y las personas van por otro lado". ¿Qué ocurre con la cordobesa?  Javier Benítez, un joven jerezano que se sacó el título de veterinario en Córdoba, destaca la inmensa zona de botellón y la portada de la Feria. "Te puedo decir que el espacio para hacer botellón es más grande que el recinto ferial, puede haber unas 5.000 personas allí como mínimo. Y la portada de la Feria de Córdoba es la más bonita que yo he visto. Pero el alumbrado no tiene historia", comenta. "Otra diferencia es que allí se estilan las casetas de facultades, mientras que aquí en Jerez son hermandades, peñas...", añade.

En Andalucía cada feria es un mundo, una subcultura, pero guardan similitudes: comida, precios, atracciones, música... En cambio, cuando se sobrepasa la Península Ibérica la escena, la tradición, dista lógicamente mucho de lo que se puede llegar a vivir en la Feria del Caballo. "En Francia las casetas no existen, ni hay caballos", indica una joven jerezana que ha estado viviendo durante tres años en Ruan, Normandía. Hoy en Jerez, y en el último día de Feria, le acompaña su pareja Johann, un joven francés. "Allí, en La Foire solo hay cacharritos que se ubican junto al río Sena. Y para comer solo hay brasseries. Allí en las ferias los franceses suelen comer churros y cerdo", explica. "¡Los caballos!", es lo único que Johann consigue pronunciar en castellano. Y es que como su pareja traduce, conoce a muchos franceses que se acercan a la Feria de Jerez únicamente para comprar caballos. Por toros y caballos llegan muchos extranjeros, como Steve MacLeod.

https://www.youtube.com/watch?v=DQKnZzqmEN8

"En cualquier feria donde haya toros, hay un escocés", apunta un amigo suyo sobre la gran pasión de Steve por la tauromaquia. Pero, ¿cómo son las ferias en Escocia? "Esto no existe, la gente es más de emborracharse y ya está", contesta su amigo en un perfecto español. "El año que viene yo enseño sevillano en la Feria 2018", promete Steve, a su manera. Un propósito que más de uno se repite en ese último día. Al salir de la caseta de González Byass, la noche se va cerrando poco a poco. El reloj marca ya las nueve de la noche y el alumbrado se enciende por arte de magia. A los pocos segundos, la gente se sorprende y alzan cientos de móviles para aprovechar esa última estampa. A la hora, todo quedó sucio y polvoriento. El viento y el Real forzaban una despedida, pero no un adiós... un "hasta el año que viene".

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Claudia González Romero

Periodista.

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