30 años de inclusión en Down Jerez Aspanido: “Aquí me han dado felicidad"

La asociación jerezana lleva desde 1991 luchando por los derechos de las personas con síndrome de Down y discapacidad intelectual. Ahora se enfrenta a la crisis con grupos burbuja y sin eventos. "Todo se ha cortado"

Imagen de archivo de un joven con síndrome de Down. La incapacidad del capaz
Imagen de archivo de un joven con síndrome de Down. La incapacidad del capaz

Con grupos burbuja, horarios distintos de salida y entrada, sin mezclarse y sin organizar ningún tipo de eventos. La asociación Down Jerez Aspanido cumple su 30 aniversario en mitad de una pandemia que no ha arrebatado la ilusión a sus socios, 72 jóvenes con Síndrome de Down y discapacidad intelectual. Este domingo tienen motivos para celebrar. Llevan ofreciendo atención a las familias de forma ininterrumpida desde 1991. “Es verdad que ha habido temporadas de más usuarios, otras de menos, pero en los últimos años hemos crecido bastante”, comenta Esperanza Gómez, directora de la entidad.

Cada mañana, a partir de las 9:30 horas, las actividades en el centro de la calle Zaragoza, siguen su curso en tres grupos. Al entrar por la puerta de una de las salas de la primera planta, varios jóvenes de entre 20 y 30 años se preparan para la vida laboral. Todos miran con atención a Sergio, profesor de Nuevas Tecnologías, que les enseña claves para el teletrabajo. “En marzo nos vimos afectados por la pandemia, nos quedamos en casa y tuvimos que improvisar de alguna manera con algunas plataformas para seguir conectados y trabajando”, dice. Así, les mostró una aplicación para participar en clases virtuales. Según sostiene, “están preparados completamente para poder trabajar desde casa sin ningún tipo de ayuda, son completamente autónomos”.

Una clase de Nuevas tecnologías en el centro de la calle Zaragoza de Jerez.
Una clase de Nuevas tecnologías en el centro de la calle Zaragoza de Jerez.   ESTEBAN

En el aula, trabajan la búsqueda de empleo, la preparación laboral y todo lo que eso conlleva. Gonzalo, de 21 años, recién llegado al grupo, pide la palabra para expresar lo a gusto que se encuentra. “Aquí me tratan muy bien, estoy aprendiendo muchas cosas, a manejar un ordenador y a cómo mandar un documento”, cuenta el jerezano desde su silla. En la última fila se sienta Isabel, que también está encantada. “Estoy aprendiendo cosas nuevas”, expone la jerezana de 28 años que ya ha hecho prácticas en diversos supermercados de la zona. Ahora busca su sitio en el mundo laboral. “Yo quiero trabajar de reponedora en Ikea o de camarera, limpio muy bien las mesas”, asegura con desparpajo.

“Yo quiero trabajar de reponedora en Ikea o de camarera, limpio muy bien las mesas”

Al otro lado de la sala se encuentra el segundo grupo de formación para el empleo. En silencio y concentrados, rellenan la ficha de lengua que la pedagoga Sandra les ha propuesto. Se respira un ambiente de trabajo óptimo y el esfuerzo de los jóvenes por seguir creciendo. “Son chavales que están preparándose para la vida adulta y para el empleo, estamos en un centro para la promoción de la autonomía y la vida independiente”, explica Sandra. Ella pone su empeño para que “las capacidades y conocimientos que hayan adquirido en el cole, no los pierdan y sigan manteniéndolos”.

De Sanlúcar, de El Cuervo, de Chipiona. “Aquí vienen de toda la provincia”, comenta la profesora que llegó al centro hace cinco años. Igual que Marian, de 22 años, barcelonesa residente en Jerez que, después de su etapa escolar, entró en Aspanido. “Antes estaba estudiando un grado medio de jardinería en la Granja, pero no lo terminé”. Desde que comenzó sus cursos, donde trabaja la expresión corporal o las matemáticas, “me siento muy bien y me han aportado felicidad”, confiesa. Justo en la mesa de enfrente, Jaime tiene muchas ganas de conversar. “Aquí cojo el ordenador y me pongo con internet”, cuenta el jerezano de 31 años. Le encanta leer, escribir y, sobre todo, cocinar. Una afición que practica en el “piso grande” de la calle Arcos donde “hay lechuga, ensalada y palitos de cangrejo”.

Los jóvenes completan sus fichas de lengua.
Los jóvenes completan sus fichas de lengua.   ESTEBAN

Jaime se refiere a la vivienda habilitada por Aspanido donde los jóvenes se prepararán para vivir solos. Cada dos día un monitor les visita para ayudarles a aprender a ser autónomos y controlar aspectos vitales como el aseo, la alimentación y la vestimenta. Actualmente, hay cuatro chicos y cuatro chicas agrupados en función de sus capacidades. “Es una manera de empoderarlos, de darles seguridad y de que se sientan capaces de hacer muchas cosas que, a lo mejor, estando siempre en el paraguas de los padres nunca llegan a realizarlas”, explica Esperanza mientras recorre los pasillos para mostrar a lavozdelsur.es la dinámica del centro.

Lolo, a punto de cumplir 38 años, llegó a la asociación cuanto tenía 14 y es uno de los inquilinos del piso. Desde que se mudó desde Rota, no ha parado de aprender. Su madre, Ana Gómez, vocal de la junta directiva, ha visto cómo su hijo desprende un afán incansable por ser su mejor versión. “Ha hecho muchísimas cosas, prácticas en tiendas, cursos de tapicería y ha estado trabajando ocho años en Primark, él se apunto a todo lo que hay”, dice orgullosa.

Ahora Lolo vive de lunes a viernes en la calle Arcos, inmerso en una etapa de transición a la vida adulta. “Así ellos van separándose un poco de la familia y empiezan a tener una vida propia, más independiente”, expresa. Mientras que Ana comparte su experiencia, su hijo asiste a la sesión de terapia ocupacional junto a otros compañeros.

En la pantalla del proyector se observa a Jesús, uno de los primeros socios de Aspanido, que participa desde su casa en lo que ellos llaman “la asamblea”. “Hay algunos que no están viniendo de forma presencial por decisión familiar”, comenta la psicóloga Inés. La situación es complicada, pero gracias a los ordenadores pueden conectarse con ellos para que no pierdan el ritmo. Según Inés, “intentamos trabajar toda la parte de las emociones, cómo te sientes hoy, qué te ha pasado, por qué te sientes contento y por qué triste”. Para ello, creó un “emocionómetro” para que puedan identificar sus emociones y, posteriormente, explicar cuál le acompaña en el día y por qué.

La psicóloga Inés junto a Lolo y otros compañeros en "la asamblea".   ESTEBAN
La psicóloga Inés junto a Lolo y otros compañeros en "la asamblea".   ESTEBAN

La psicóloga les ayuda a desarrollar sus habilidades sociales. “Si se enfadan, tienen algún conflicto, o traen cosas de casa lo debaten entre todos y se dan consejos. Aquí ellos están más libres y se sienten escuchados”.

Después del desayuno, al grupo le tocará el taller de producción, donde elaboran “productos con alma” para su venta solidaria. “Es una forma de que se sientan útiles y vean que su trabajo es válido”, dice Inés que también hace alusión a la importancia de actividades para el fomento de la cultura y la estimulación cognitiva. “Ellos lo dicen muy bien: la memoria, que la pierdo”.

“Juana era una persona de mucho carácter, y cuando vio que no había nada, luchó"

En el comedor, Cari se toma un descanso para tomar un bollo de leche mientras que la directora se remonta a los inicios de la asociación. “Surgió gracias a un grupo de padres que buscaban respuestas para sus hijos con síndrome de Down y, más adelante, adoptó un carácter generalista atendiendo a todas las discapacidades intelectuales”. Esperanza recuerda que en los 90 la respuesta de la administración a nivel educativo y social para este colectivo “era muy bajita”. Por eso, Juana Zarzuela, la fundadora ya fallecida, alzó su voz, se quejó y movilizó a otros padres con los mismos intereses para buscar una solución. Como todas las madres, quería lo mejor para su hija, pero no encontraba los medios. “Juana era una persona de mucho carácter y muy peleona, y cuando vio que no había nada, luchó, y por eso estamos aquí”, añade Esperanza.

Ana y Esperanza en el centro de la asociación.
Ana y Esperanza en el centro de la asociación.   ESTEBAN

En 30 años, la directora nunca se había enfrentado a unas circunstancias como estas. Los jóvenes de Aspanido también notan la crisis.  “Cuando retomamos la actividad presencial en junio vimos que los meses de encerramiento habían afectado, hubo un retroceso en algunos”. Esperanza lamenta que, con la pandemia, “como todo el mundo, están más irascibles, más sensibles, pero hay que saber transmitirles que no hay que tener miedo, hay que tener cuidado”.

“El trabajo del día a día lo vamos a mantener hasta que nos lo permitan”

Desde septiembre, los cursos se retomaron, “el trabajo del día a día lo vamos a mantener hasta que nos lo permitan”. Con cambios necesarios en la rutina, la asociación no se rinde. El descanso ya no lo disfrutan todos juntos, lo hacen en grupos burbuja. Ya no se escuchan tantas bromas y risas. Los talleres de cocina en la escuela de hostelería, las actividades deportivas en el estadio Chapín, las fiestas, los cumpleaños, las excursiones, “todo se ha cortado”. Ana, sentada junto a Esperanza, afirma con la cabeza. La tristeza de sus rostros atraviesa la tela de las mascarillas. “Las actividades de ocio no las podemos hacer y eso pasa factura”, añaden. Tampoco los eventos que organizaban para recaudar fondos.

Varios jóvenes durante su descanso en el patio.
Varios jóvenes durante su descanso en el patio.   ESTEBAN

Como alternativa, impulsan iniciativas virtuales como la II Carrera solidaria Adelante Aspanido, en marcha hasta el 21 de marzo. Las personas interesadas en aportar su granito de arena podrán participar en esta carrera simbólica con un donativo de 5 euros subiendo una foto original a sus redes sociales con el hashtag #AdelanteAspanido.

En cuanto a la reducción de ayudas, se preparan para el temporal. “Sabemos que en lo público va a haber un recorte importante”, dice la directora, que mantiene la esperanza. “Somos consciente como entidad que vienen varios años complicados, pero bueno, aquí estamos, para torearla, hay que reinventarse”. Toca aguantar.

Sobre el autor:

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Patricia Merello

Titulada en Doble Grado en Periodismo y Comunicación audiovisual por la Universidad de Sevilla y máster en Periodismo Multimedia por la Universidad Complutense de Madrid. Mis primeras idas y venidas a la redacción comenzaron como becaria en el Diario de Cádiz. En Sevilla, fui redactora de la revista digital de la Fundación Audiovisual de Andalucía y en el blog de la ONGD Tetoca Actuar, mientras que en Madrid aprendí en el departamento de televisión de la Agencia EFE. Al regresar, hice piezas para Onda Cádiz, estuve en la Agencia EFE de Sevilla y elaboré algún que otro informativo en Radio Puerto. He publicado el libro de investigación 'La huella del esperanto en los medios periodísticos', tema que también he plasmado en una revista académica, en un reportaje multimedia y en un blog. 

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