Cádiz celebra que el maremoto de las 10.14 fuera falso: "Si alguien aprende algo, bien está"

Casi tres millares de escolares usaron menos de la mitad del tiempo máximo en llegar a los "espacios seguros" de Mina y San Antonio, con las Puertas de Tierra y Santa María del Mar convertidos en escenarios cinematográficos

Identificación forense en un momento del simulacro, sobre la playa.
Identificación forense en un momento del simulacro, sobre la playa. REYNA
20 de noviembre de 2025 a las 17:36h

Una cafetería de la calle Antonio López, a dos pasos de la plaza de Mina (uno de los principales "lugares seguros" junto a la de San Antonio), pegada al Museo Provincial que ensayó la salvaguarda de su patrimonio.

Un lugar tan bueno como cualquier otro para el ensayo de una tragedia posible, incluso probable cada 500 años.

Una veintena de trabajadores públicos desayuna. Dos parejas de mujeres, madres e hijas, y una veinteañera con un bebé. Dos hombres atienden.

Suena, con fuerza, un tono desagradable en varios móviles, a la vez. Es un zumbido alarmante, como debe. Incomoda aunque se le esperaba.

Son las 10.14 minutos del jueves 20 de noviembre de 2025 en Cádiz.

Desde el puesto de mando del baluarte de Santa Elena (entre la Audiencia Provincial y las Puertas de Tierra) las autoridades vestidas con chalecos de emergencia y cara de rodar un episodio de El ala oeste de la Casa Blanca, han ordenado que se apriete el botón. Envío masivo del mensaje telefónico.

Simulacro del tsunami en Cádiz.
Ejercicio de evacuación de una supuesta víctima en Santa María del Mar.  REYNA

Ese entorno de la entrada amurallada al casco antiguo de Cádiz reúne horas antes del chivatazo telefónico un conjunto de uniformes, colores, tiendas de campaña y vehículos que hace pensar en un desfile militar.

En la cafetería, como laboratorio u observatorio, el timbrazo no le suena a todo el mundo pero casi. A los pocos minutos se escuchan también unas sirenas potentes en la calle. Ese primer paso, el aviso, parece que funciona. Si no de forma completa, sí muy mayoritaria.

Empieza el humor preventivo de los no llamados a un simulacro que implica a unas 20.000 personas entre imaginarios afectados y equipos de ayuda.

Los simulacros de tragedias, como las maniobras militares, tiene algo de juego, fiesta y espectáculo.

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Bomberos trasladan a un voluntario tras subirlo desde la orilla.  REYNA

El simple hecho de que sean una representación, el remedo de una desgracia, contagia el alivio y ganas de reír en todos. Quizás porque recuerda que si las bombas, los tiros, el ataque, la ola, el miedo o el temblor fueran verdaderos nadie actuaría del mismo modo. Como todo es falso, hay que celebrarlo.

"Yo no pienso moverme hasta que no me termine el pan y el café, que me coja la ola". "A mí no me ha sonado el móvil pero he escuchado el de ustedes ¿será que no he pagado la factura?". "A mí me da igual, llevo manguitos en el bolso".

Entre las bromas y las veras, la ciudadanía no convocada deja pasar el aviso sin hacer nada, como debe.

Movilización visible

Nada más salir a la calle se nota algo distinto. Los que sí están llamados a la prueba ya están en marcha. Policías locales activos casi en cada esquina de acceso al casco antiguo. Ambulancias y furgones policiales o de Protección Civil por todas partes. Fuera del perímetro del centro, la normalidad impera.

Hay puestos de mando -toldos tristemente conocidos por los más graves incendios forestales- en las plazas de Mina y San Antonio. También alrededor de las Puertas de Tierra que mantienen el tono marcial, nervioso.

Los niños y estudiantes son los grandes protagonistas. Casi 3.000 de los 19.000 invitados a ensayar el comportamiento de la llegada de un maremoto (de fuerza 7,6 Richter y epicentro a unos mil kilómetros al Suroeste, como el de 1755) son alumnos o profesores de Infantil, Primaria o Secundaria.

Llegan en alegre formación por la calle Ancha, bajitas, felices e inofensivas legiones, bajitas. Ríen la novedad, inquietos, pero cumplen con el plan y el horario.

Los nueve centros educativos de Cádiz consiguen desalojar el centro en menos de tres minutos, como media, y todos llegan a los puntos de seguridad (plazas de Mina o San Antonio) en menos de 20. Muchos de ellos, según la cercanía, en menos de diez.

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Grupos de escolares concentrados en el "lugar seguro" de San Antonio.  REYNA

La plaza de San Antonio presentaba un obstáculo inesperado: la pista de falso hielo y las atracciones navideñas ya preinstaladas. Aún así, los escolares aprovechan los huecos con orden y criterio.

José Miguel de la Torre, con su chaleco reflectante como cientos de profesores y coordinadores, se mostraba satisfacho, contento de su clase de alumnos de nueve años: "Los chavales se lo toman todo así, casi a juego pero lo importante es que lo hemos hecho bien, sin errores, sin sustos, caídas ni nada".

Sin quererlo, el docente da la clave de todo el ejercicio: "Si algún niño y algún mayor se queda con alguna información y se la puede contar a otro, si aprende cómo actuar, qué hacer y dónde ir en caso de maremoto, de un terremoto, de una catástrofe parecida, ya habrá merecido la pena. Como con los incendios".

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Ejercicio de hipotética atención sanitaria en la plaza de San Antonio.  REYNA

"Si llegara el caso de que salva alguna vida dentro de muchísimos años, pensaremos que estuvo bien hacerlo, aunque tampoco vamos a saberlo".

Una pequeña alumna, llamada Olivia, del colegio San Rafael, entre La Viña y el Falla, recuerda con un objeto que el maremoto -el tsunami, la ola- forma parte de la cultura popular gaditana. No tendrá ni seis años y porta un estandarte con la imagen de la Virgen de la Palma.

Va escrita la leyenda legendaria "hasta aquí y nada más". Es la frase que habrían dicho los que sacaron la imagen a la calle central viñera en 1755 para que las aguas no avanzaran.

Cuenta la mitología que el mar obedeció y se detuvo. Cada 1 de noviembre se recuerda esa hazaña en el lugar de los posibles hechos, ante el azulejo que lo rememora.

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Todos los escolares convocados evacuaron sus centros dentro del tiempo previsto.  REYNA

Teófila Martínez, que fuera alcaldesa de Cádiz durante 20 años, se concentra disciplinada pero en relajada conversación en la calle Ancha, camino de San Antonio. A su lado, mesas de turistas extranjeros que disfrutan el desayuno bajo un fogonazo de sol.

Tanto los recintos portuarios de Cádiz y El Puerto como la Zona Franca han participado en el ejercicio con sus cientos de trabajadores y la que fuera regidora de 1995 a 2015 lo celebra: "Creemos que no va a pasar nunca pero puede pasar y es positivo estar preparados".

"Es necesario que cada vez más instituciones estén implicadas, que veamos qué funciona y qué falla, qué se puede hacer mejor llegado el caso, que ojalá nunca llegue", defiende.

Operarias de emergencias observan fotos en el móvil de una de ellas durante el simulacro.
Operarias de emergencias observan fotos en el móvil de una de ellas durante el simulacro. REYNA

Apenas 50 metros, hacia la bifurcación entre las calles Novena y José del Toro, un grupo de unos 20 ancianos descansa en bancos y andadores. Tres coordinadores, con los inevitables y visibles chalecos, les acompañan.

Hablan con calma de lo que han hecho, lo que han tardado. Lo analizan con la calma que no tendrían en un suceso real, muy metidos en la preparación teórica y con seriedad.

En algunos hoteles, como el parador nacional Atlántico, al borde de la Bahía, han subido a las plantas altas "según los consejos del simulacro y como dice también un pequeño reglamento de emergencias que tenemos", afirma un empleado.

Segundo acto, frente al mar

El interés y un avispero de cámaras, profesionales o telefónicas, aficionadas, se desplazan entonces a la playa de Santa María del Mar.

Este escenario es más cinematográfico y algo más militar. Un helicóptero de la Guardia Civil sobrevuela toda la orilla, desde Cortadura hasta el Campo del Sur, ida y vuelta. Un operario eleva un dron y los paseantes se paran para hacer fotos.

Abajo, en la arena, un voluntario tumbado hace de víctima rescatada. Los operarios bajan la cuesta con camillas, llegan las ambulancias. La simulación de la evacuación sanitaria es completa, desde la entrada al mar con lanchas y efectivos humanos hasta la salida por la avenida superior.

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La segunda parte del simulacro tuvo como escenario la playa de Santa María del Mar.  REYNA

Funcionarios de la Policía Nacional, con chalecos identificativos llegan en grupos desde la Comisaría Provincial vecina. Se suman a la hilera de ciudadanos ajenos pero atraídos, los que van en bicicleta o pasean, los que llevan perros o usan el perfil costero para ir y venir de sus cosas.

Sobre el pequeño escalón que sirve de asiento y da al mar, dos veinteañeras, alumnas de un centro cercano, se toman un pitillo y un bocadillo respectivamente.

Una dice que "si yo me tengo que subir corriendo cuatro plantas, lo llevan claro, no me muevo". Se nota que no hay amenaza real que se enfrente a su pregonada pereza.

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Un grupo de alumnos recibe instrucciones en la plaza de Mina.  REYNA

La compañera le contesta "pues yo veo venir la ola y me quedo petrificada, me pasa por encima". Ojalá que también se equivoque. Nadie sabe cómo reaccionaría. Para bien o para mal.

De pronto, la comitiva de responsables políticos con el enjambre de colaboradores y periodistas se suma al gentío. La delegada de la Junta, Mercedes Colombo; la subdelegada del Gobierno, Blanca Flores; el alcalde, Bruno García; el consejero de Gobernación, Antonio Sanz.

Hay un escenario, con el océano Atlántico de fondo, para realizar declaraciones, para hacer algún primer balance ante cámaras y micrófonos. Queda inaugurado este simulacro, quedan advertidos y aconsejados, en parte, muchos miles de ciudadanos.

Ojalá nunca haya que hacer uso de lo aprendido pero nunca sobran las orientaciones. La información es poder. De supervivencia en este caso.

Sobre el autor

Afot

José Landi

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