Porque hubo un tiempo en el que el rock, y el arte por extensión, era una religión, y la mística, la vanguardia y la denuncia confluían en el pequeño cuerpo de una guitarra eléctrica.
En 1973 Luis Alberto Spinetta presentaba su disco Artaud en el Teatro Astral de Buenos Aires. Artaud ha pasado a la historia por ser un giro de ciento ochenta grados en las pretensiones artísticas de lo que los argentinos llaman "rock nacional". A cada asistente se le facilitó un beligerante texto, bajo el epígrafe "ROCK: MÚSICA DURA. LA SUICIDADA POR LA SOCIEDAD", el cual, además de manifiesto, desembocaba en una bombástica denuncia, que terminaba por teñirse de misticismo: "DENUNCIO SIN EL LIMITE DE LA DENUNCIA A LO QUE NO RECIBE DENUNCIA A LO QUE LA DENUNCIA TRASPASA A ALGO PEOR QUE LA DENUNCIA. Denuncio a los representantes y productores en general, y los merodeadores de éstos sin excepción, por indefinición ideológica y especulación comercial. Ya que estos no se diferencian de los patrones de empresa que resultan explotadores de sus obreros. O sea, por ser los engranajes de un pensamiento de liberación a quienes no les interesa que toda la pieza se mueva, dado que al producirse el más mínimo movimiento, serían los primeros en auto reprimirse y dejarían por tanto de participar en la cosa. Denuncio a ciertas agrupaciones musicales que se alimentan con esas mentalidades no libres, a pesar de contar con el apoyo del público de mente libre. Denuncio a otros grupos musicales por repetitivos y parasitarios, por atentar contra la música amplia y desprejuiciada, estableciendo mitos con imágenes calcadas de otras músicas que son tan importantes como las que ellos no se atreven a crear ni sentir […] Denuncio a las editoriales “fachas” por distribuir información falsa en sí misma, y por deformar la información verdadera para hacerla coincidir con las otras mentalidades a las que denuncio. Denuncio a los participantes de toda forma de represión por represores y a la represión en sí por atañer a la destrucción de la especie. Denuncio finalmente a mi yo enfermo por impedir que mi centro de energía esencial domine este lenguaje al punto que provoque una total transformación en mí y en quien se acerque a esto. El rock, música dura, cambia y se modifica, en un instinto de transformación".Ahora resulta que la escena musical de principios de los setenta era tela de decadente... Así lo subraya un párrafo muy citado del debut de los norteamericanos Steely Dan, Can't Buy a Thrill (1972), que dieron a conocer la cara más comercial de la vanguardia jazz-rock. Tras presentar a la mítica banda y mencionar a la ilustres The Ultimate Spinach, el texto culmina de forma apoteósica: "...y hay más. La tradición y la experimentación reinan lado a lado cuando Denny Dias acepta la carga de resucitar el sitar eléctrico en "Do It Again" y hace el sonido fácil. En el mismo corte un barato órgano de plástico importado (un instrumento que hace mucho cayó en desuso en la mayoría de los círculos del rock) es interpretado competentemente por Donald Fagen. ¡Y escarba en esos deslumbrantes efectos de bajo de alto registro en la cadencia final de "Heartbeat! Así pisa con fuerza el titán de Steely Dan, proyectando una larga sombra sobre el erial del rock contemporáneo, aspirando a verter sus semillas en un terreno baldío, y al mismo tiempo luchando por hacer sentido de los restos del naufragio de su herencia musical eléctrica. Con un sólido primer álbum bajo su cinturón, y con una reputación en expansión como un grupo de interpretación dinámica, parecería que el lugar de Dan en la escena musical americana está asegurado. Dan Steele. Outre Daniel. Steely Dan. Está creciendo".
"Only a Fool Would Say That"! Y si aquello era erial, que vengan a ver esto.
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