Moondog se pasea por la Gran Manzana.
Moondog se pasea por la Gran Manzana.
El rock ‘n roll es ante todo una experiencia de la locura. Para empezar porque sus realizadores, si los analizamos, rara vez han tenido la cabeza sobre los hombros en lugar de en un opiáceo nubarrón de excesos. Que eso se deba al tópico de que genio y locura van de la mano o se trate de una cuestión de embrutecimiento es un debate muy antiguo. ¿Es el delirio de las drogas el que gesta los grandes álbumes, o más bien el responsable de la decadencia artística inevitablemente posterior a ellos? Los brillantes Skip Spence, Syd Barrett, Roky Erickson o Daniel Johnston saltaron de la psicodelia al psiquiátrico, aunque no todos proclamaban la dimensión insondable. Hoy nos centraremos sólo en algunos personajes para quienes la lucha contra dioses y demonios quizá fue demasiado.
Sun Ra
El jazz siempre tuvo querencias contemplativas, en parte debido a la gran devoción de los afroamericanos. Lo podemos comprobar desde Pharoah Sanders hasta la saga de los Coltrane, cuyo patriarca John es adorado hoy como un santo por varias iglesias de San Francisco. Sun Ra, genio y figura. Pero pocos llevaron la cosa tan lejos como Herman Poole Blount, quien fue transportado a Saturno a mediados de los años treinta y conoció allí a unos ángeles que le revelaron que él mismo provenía de dicho planeta. Aquellos seres le enseñaron las ecuaciones de la Mitociencia, haciéndole comprender la situación del hombre en el Cosmos y la importancia de la raza negra en la historia de la Humanidad. A su vuelta a la tierra Blount adoptó el nombre de Sun Ra y desde los años cincuenta el iluminado, guiado por el intrincado plan que le reservaban las Ecuaciones, comenzó a predicar el amor universal vestido a la manera egipcia, mediante una "música solar" de excentricidad creciente pero siempre interesante. En los años setenta protagonizó una psicotrónica película de ciencia ficción, de título Space is the place.

Wesley Willis
Wesley Willis vivía en Chicago, tocaba en las calles de su ciudad y padecía esquizofrenia. Su música roza lo inefable: desafinada, de letras obscenas hasta el paroxismo y música repetitiva, es imposible dirimir si se plantea en serio o se trata de un agudo sentido del humor.  Tenemos la impresión de que lo segundo no puede ser descartado. No quedan en eso los síntomas de esquizofrenia: alguna vez comentó que tenía que esforzarse para "no golpear a la gente en la calle con ladrillos", y describía encuentros con demonios, sobre todo en autobuses, que pretendían arruinar su "Alegre Música Armonía" y trasladarlo a "Viajes Infernales". Afortunadamente, interpretar sus convulsas composiciones le permitía alejar a los demonios. Entre ellas se incluyen hitos como "Suck My Dog's Dick", "Lick a Bulldog's Nasty Asshole","Suck a Hyena's Dick", "Suck a Zebra's Dick", "Suck a Caribou's Ass", "Suck a Llama's Smelly Ass", "Drink a Camel's Cum", "Suck a Sloth Lemur's Dick" o incluso "Eat that Mule Shit". La traducción de las mismas se la dejamos a quien leyere. Otro caso visionario, más reciente, es el de las canciones (¿o más bien deberíamos llamarlas efectos de sonido?) del internauta con presunto síndrome de Asperger JustinRPG, quien repite sin cesar que está casado con el Pokémon Reshiram.
Moondog
Hoy los músicos callejeros se anuncian en facebook, pero hubo una época en la que había que ir a verlo para creerlo. Louis Thomas Hardin, alias Moondog, se había quedado ciego a los dieciséis a causa de un desafortunado accidente, dinamita mediante, pero ello no le impidió ser el barbudo excéntrico en las calles de Nueva York desde la década de los cuarenta. Poeta, músico y adorador de Thor, vestía con un apropiado casco vikingo y mallas construidas por él mismo, como sus instrumentos. En los setenta cambió Nueva York por Alemania, donde se quedaría a vivir. Aunque no lo parezca, la música de ese ciego vestido de Vikingo de la Sexta Avenida es muy inteligente. Lo más curioso es que diversas fuentes lo califiquen como “cosmólogo”, aunque en qué consistía su cosmología se nos escapa por el momento.
Ramases
Kimberley Barrington Frost era un entrenador de las fuerzas armadas británicas que recibió una visita del faraón egipcio Ramsés (no se sabe exactamente cuál de ellos) para comunicarle que él, Kimberley, era su reencarnación en el siglo XX. En consecuencia se rapó la cabeza, se hizo llamar Ramases, se vistió de egipcio, convenció a su novia (reina del carnaval local de Felixtowe, según las hagiografías) de que era la reencarnación de la diosa Selket y se mudaron a una casa en Sheffield que remodelaron como una villa romana. Juntos lanzaron algunos singles con inverosímil mala suerte, incluyendo retitular desafortunadamente "Quasar One", por error o espíritu comercial, por "Crazy One", o "Screw You" por "Love You". Ramases y Selket. Finalmente, Ramases produjo un álbum de bella y trastornada factura, Space Hymns (1971), destinado a predicar el amor del gran Dios universal. Su repercusión fue escasa, por decir lo menos, aunque en sus liner notes se encuentra la mejor ilustración que nos ha sido dado conocer del segundo precepto de Hermes Trismegisto: “Miras a los cielos a través de un telescopio. Invierte el telescopio y tienes un microscopio a través del cual (si es suficientemente poderoso) tendrías casi la misma vista. (Electrones en órbita alrededor de sus estrellas.) “En la casa de mi padre hay muchas moradas”. (La Biblia). Estamos con toda probabilidad existiendo en una molécula dentro del material de, quizás, una cosa viva del siguiente tamaño. La forma de nave espacial de una iglesia [se refiere a la portada del álbum, posible influencia de la de los sevillanos Pony Bravo] probablemente se remonta a la visita de Moisés para hablar a Dios en la montaña y lo que vio allí”. Unos años después le sucedió un segundo y último disco con orquesta, Glass Top Coffin (1975), donde se palpa la desesperación de un profeta ante la humanidad que hace oídos sordos a su mensaje. Poco después se suicidaría. Se dice que el segundo marido de Selket, en un ataque de celos, tiró a la basura todo lo que tenía que ver con ese extraño romance intergaláctico de su mujer, grabaciones incluidas. Pero nadie puede silenciar para siempre una buena historia.

Sobre el autor:

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Óscar Carrera

Estudió filosofía, estética e indología en las universidades de Sevilla, París y Leiden. Autor de 'Malas hierbas: historia del rock experimental' (2014), 'La prisión evanescente' (2014), 'El dios sin nombre: símbolos y leyendas del Camino de Santiago' (2018), 'El Palmar de Troya: historia del cisma español' (2019), 'Mitología humana' (2019) y la novela 'Los ecos de la luz' (2020). oscar.carrera@hotmail.es

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