"Almería dijo no". Es lo que suele decir la derecha (o ultraderecha) más españolista cuando se habla de Andalucía como autonomía. Aunque el referéndum del 28 de febrero de 1980 se perdiera en esta provincia, el ‘no’ supuso tan solo el 4,02% del total del electorado, es decir, el 7,89% de los votantes frente al 82,48% que dijo 'sí'. Entonces, ¿por qué se perdió? Nada más y nada menos que por las duras condiciones que se le exigió a la Junta, en aquel entonces preautonómica, y al propio pueblo andaluz. La cuestión no era que ganara el ‘sí’, sino que este superara a la propia abstención.
Hablamos del acceso a la autonomía por el artículo 151 de la Constitución. Una exigencia que puso sobre la mesa el propio autonomismo andaluz para no acceder a la autonomía por la vía del 143, llamada la “vía lenta”, y garantizar que Andalucía fuera una autonomía con las mismas competencias que el País Vasco, Cataluña o Galicia. Estas tres tuvieron el privilegio de ser consideradas nacionalidades históricas por el hecho de haberse ratificado su estatuto de autonomía en la Segunda República. El de Andalucía, sin embargo, no llegó a tiempo. Pese a estar en proceso, el golpe sublevado del 18 de julio acabó con la arbonaida. Una bandera verde y blanca que ya llegó a ondearse en corporaciones municipales como la de Jerez.
Así lo recogen historiadores como el doctor Manuel Ruiz Romero, especialista en la historia de la Transición en Andalucía, que recuerda el lema de campaña de la UCD para el 28F: “Andaluz, este no es tu referéndum”. “Lo difícil no era defender la autonomía andaluza en la Transición, lo difícil era defenderla en 1918 (en la Asamblea de Ronda), en 1919 (en la Asamblea de Córdoba) o en la Segunda República”, expone en un encuentro organizado por la Plataforma Andalucista de Jerez el pasado miércoles en el Tabanco Cruz Vieja. "Sin el 4 de diciembre nada de esto hubiera sido posible", añade el historiador, recordando la histórica cita del pueblo andaluz en las calles, una fecha que la Junta, ahora del PP y Cs, vuelve a ignorar.
Manifestación por la autonomía andaluza el 4 de diciembre de 1977.
Fue tres años antes, ese 4 de diciembre de 1977, cuando los andaluces se echaron a la calle, rompiendo con el hilo argumental previsto para la vertebración (o no) territorial del Estado español. Los andaluces ganaron, llenando las calles de todas las capitales y ciudades andaluzas, su autonomía antes de tiempo. Ese eco del sentimiento andaluz, que en Málaga se saldó hasta con un mártir, la figura de García Caparrós, resonaba en los pasillos del Congreso de los Diputados. Andalucía cambió el rumbo de la Transición y en el intervalo 1977-1980 abrió la puerta al Estado de las autonomías. Y lo hizo, tal y como cita Manuel Ruiz Romero, con el "agravio comparativo".
Para el estatuto, en Cataluña y el País Vasco se requería una mayoría simple, para su aprobación en Andalucía, el 50% del censo, en todas las provincias andaluzas. Nuestra tierra, además, no contó con publicidad de pago para el referéndum en la prensa estatal, cuando en algunas provincias andaluzas no había en aquel momento otra prensa que no fuera esta. 125 millones de campaña frente a los 200 o 250 de Cataluña y Euskadi, respectivamente. Una relación que se establece en 28,8 pesetas por elector andaluz, 56,5 pesetas por el catalán y 129 pesetas por el vasco. A Andalucía no se lo pusieron fácil, pero lo firmó.
Un momento del encuentro por el 28F. FOTO: MANU GARCÍA.
Ahora, 40 años más tarde, un gobierno autonómico dirigido por la derecha continúa con el discurso autonomista del PSOE-A que tanto ha contribuido al olvido de la historia autonómica andaluza. La reforma de la casa natal de Blas Infante, cuyos restos fueron olvidados en una fosa común esas de las que PP y Cs no quieren ni abrir, para reconstituir la memoria de nuestra tierra. Una circunstancia que habla del interés de la derecha para apropiarse de la verde y blanca. Como si Blas Infante no hubiera sido asesinado por aquellos que acabaron con la legalidad constitucional y aún están impunes, y como si el pueblo andaluz no hubiera ganado su soberanía y su autonomía por sí mismos.
A la izquierda política, la fracturación es la tónica general. Sin embargo, un halo de paz y esperanza, con la arbonaida de por medio, parece unir a una parte de la sociedad andaluza. Es cuestión de tiempo que el pueblo andaluz, con manifestaciones sociales pero también artísticas, vuelva a creer en sí mismo. Más allá de fechas, y de celebraciones institucionales en las que pocos recuerdan ya lo que realmente aconteció.
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