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Ejemplo de cómo funciona la memoria de un pueblo.

Este es un buen ejemplo de cómo funciona la memoria de un pueblo. Un ejemplo de cómo pueden intentar quitarle la identidad, pero ésta sigue perviviendo en los usos cotidianos para decirnos quiénes somos, de dónde venimos como pueblo. Una identidad que permanece hibernada porque la represión de tantos siglos nos arrebató el pasado del consciente hasta tener que olvidarlo. Pero la huella del pasado se revela en unas acciones que ningún poder puede eliminar, pertenecen al subconsciente colectivo.

El cocido actual viene de Al-Ándalus, donde se denominaba adafina. Su origen se cree que es judío sefardí. La ley mosaica prohíbe cualquier trabajo en sábado, ni siquiera el hecho de encender fuego está permitido; por ello las mujeres preparaban el viernes por la tarde un guiso de garbanzos, cordero y verduras, especiados con canela y clavo, los metía en una cazuela de barro y lo colocaba cerca del fuego para que se fuese cociendo solo durante la noche. Al día siguiente, si se mantenía caliente, estaba listo para comer; si no, le daban una propina a algún chaval vecino que no fuese judío para que les encendiese la hornilla y poder calentarlo. Esta resultaba una manera fácil de cumplir con su ley y comer decentemente.

La palabra adafina o adefina viene del árabe y significa "tesoro enterrado o escondido". En la Crónica de los Reyes Católicos, Andrés Bernáldez nos informa que: «Nunca perdieron en comer la costumbre judaica de manjares y olleta adefina». La adafina se servía caliente y tiene el denominado rito de los tres vuelcos, en el primero se servía la sopa y posteriormente la carne y las verduras.

Quizá la adafina, como alimento, venga de una tradición anterior o se desarrolló entre el pueblo de una forma generalizada, pero el hecho de tomarla en un día concreto debe ser judaica. De todas maneras, esta costumbre hebdomadaria fue adquirida por los andalusíes musulmanes y mozárabes hasta extenderse por todo Al-Ándalus.

Tras la conquista de Castilla, el cordero fue sustituido por el cerdo; sobre todo cuando la persecución de los conversos se hizo más intensa, esta resultaba una buena forma de parecer mejores cristianos. Después del descubrimiento de América, a la adafina, que había tornado su nombre por el de cocido, se le incorporó la patata; sustituir el cerdo por gallina o vaca fueron variantes posteriores, bien para suavizar el caldo o como demostración de poder económico.

Tomémonos un buen cocido, componente de la sana dieta mediterránea, sabiendo, además, que estamos rememorando una costumbre que en esta tierra tiene siglos de existencia. Y para el que quiera conocer otras particularidades sobre esa conciencia callada que, como pueblo, permanece aún en nuestras costumbres, le podemos aconsejar que lea el libro El flamenco, una identidad hibernada, donde se dan muchos ejemplos sobre este tema.

José Ruiz Mata

Sobre el autor:

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María Luisa Parra

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