Una imagen de la pasada manifestación histórica del 8M en Jerez.
Una imagen de la pasada manifestación histórica del 8M en Jerez. MANU GARCÍA

Aunque los días previos ya hacían presagiar que algo importante se estaba cociendo, lo que vivimos ayer desbordó todas las expectativas. Una impresionante y descomunal marea violeta recorrió las calles de todas las ciudades de España reivindicando igualdad de derechos, diciendo basta a la discriminación sexual, a las violencias machistas y reclamando un mundo justo para las mujeres. Lo que empezó, desde muy temprano, como una huelga al uso —piquetes informativos, cortes de carreteras, ausencias laborales— fue creciendo paulatinamente, cogiendo impulso hasta desembocar en su punto álgido, en torno a las siete u ocho de la tarde, en el que todas las imágenes que nos llegaban eran a cual más extraordinaria.

El éxito del movimiento feminista ha sido incuestionable. Se ha basado en la constancia, en un trabajo desde las bases insoslayable, de hormiguita, en una horizontalidad radical y en la generosidad y el esfuerzo de todas las mujeres por aparcar diferencias en torno a una causa común: la igualdad. Mujeres muy dispares de todos los ámbitos laborales, ideología y procedencia han sabido unirse, hacer pedagogía y explicar el problema de una forma muy clarita. Hemos entendido que esta sociedad que discrimina, asesina y somete a las mujeres no puede ni debe seguir así.

La hegemonía era esto. Era la conquista de espacios públicos. Era ignorar las malvadas críticas vertidas desde la derecha. Era ver las calles teñidas de violeta con un discurso certero. Era ver a las mujeres juntas, unidas y rebeldes (con la complicidad de algunos hombres que han sabido entender su papel secundario) por encima de cualquier interés individual o corporativo. Era el telediario de La Sexta presentado por un hombre. Ver a Rajoy aceptando con pudor la realidad, a Ana Rosa Quintana de huelga, al machista de Albert Rivera con un lazo violeta o a Marhuenda, Carlos Herrera y Arcadi Espada echando espuma por la boca.

Nada será igual en el futuro tras esta afrenta al machismo. A corto plazo (queda tan solo un año para las elecciones municipales) cambiarán las políticas públicas, que tendrán que aceptar y recoger el sentir de las mujeres, se vigilarán las actitudes machistas, se apostará por criterios de equidad en muchas parcelas inexploradas y se reforzará el discurso violeta. Aunque tras la jornada de ayer el vértigo asome, hay que seguir en la lucha con más determinación que nunca. Las mujeres han dado algunas claves de cómo aglutinar poder popular en favor de la igualdad. Es hora de tomar nota. Queda un mundo por conquistar.

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