¡Vota!

Una prueba doméstica sobre la utilidad del acto de votar es aquella que se expresa cuando los sectores ideológicos que más se han opuesto históricamente al ejercicio del sufragio universal en nuestro país lo ejercen masiva y disciplinadamente

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Francisco Javier Fernández Sánchez y Francisco Garrido Peña

Uno de los muchos andaluces llamados a votar.
Uno de los muchos andaluces llamados a votar.

Quien niega el principio de utilidad es o un mentiroso o un iluso. En ambos casos alguien que no es de fiar. Se puede y se debe refutar interpretaciones chatas o alicortas de la utilidad, como la que realiza magistralmente  Nuccio Ordine, pero al final o hay efectos de la acción, aunque este sea el simple placer de su ejecución mental, o no existe tal acción. Es como negar el principio de causalidad cuya misma negación está causada. Vienen estas afirmaciones a cuento por el debate que existe en la actualidad en cierta izquierda sobre la utilidad del voto. Cuidado no me refiero al viejo debate sobre el voto útil tantas veces fraudulento. No, aludo a  la puesta en cuestión de la misma utilidad del acto de votar es decir al hecho de abstenerse.

Una prueba doméstica sobre la utilidad del acto de votar es aquella que se expresa cuando los sectores ideológicos que más se han opuesto históricamente al ejercicio del sufragio universal en nuestro país lo ejercen masiva y disciplinadamente. De tal suerte que la abstención deviene en fenómeno de izquierdas y popular, y la participación activa en disciplina rigurosa de  las derechas y de las elites, cuyo fervor por el voto es casi místico y religioso.

Este fenómeno es fácilmente constatable con correlacionar simplemente tres variables: renta, voto y distrito. Un ejemplo: Los Pajaritos versus Neguri. Disuadir a los que más necesitan de la política para corregir su situación de que votar es inútil es el arma secreta de aquellos que ostentan su posición gracias al mercado. La abstención (autoimpuesta) es en democracia lo que el código penal en la dictadura (impuesta), la ruptura  con la política y su discurso emancipatorio. Todo aquello que no se consigue con la fuerza se consigue con la coacción y más sutilmente con la ideología. La ideología de la abstención es constitutivamente lo contrario a la ideología de la movilización. Hirschman en Las retóricas de la intransigencia lo describe muy bien con respecto al cambio político: difundiendo entre el pensamiento plebeyo la futilidad y perversidad del cambio. “A por ellos oe oe oe” ¿Quienes son ellos? ¿Ellos no seremos nosotros?

La polarización es una máquina de generar ruido. Su expresión comunicativa se basa no en la censura sí, por contraposición, en el ruido. El manto del ruido debe desconectar la reflexión y conectar la frustración. Cuanto más frustrado más obcecado. Se trata, como en todo los tipos de obstaculización de la acción colectiva, de convertir la información que coordina la acción política en ruido que confunde y desanima. En esta campaña podemos verlo en la construcción del “AntiSanchismo”. No gira en torno a la evaluación de la acción del gobierno de coalición, sí en torno a los ausentes. 

Clausewitz, en De la guerra, mantenía que al enemigo se le podía atacar de tres formas posibles, de frente, atacando su ala izquierda y atacando su ala derecha. El ala derecha del gobierno de coalición se ataca haciendo presentes a los ausentes. Ausentes son los terroristas de ETA, ausente es el conflicto catalán, ausentes están Alfonso Guerra y Felipe González. Pero el ruido va dirigido a tenerlos presentes. El ala Izquierda del Gobierno de coalición se está atacando desde aquellos que fueron, pero ya no son. La hostilidad del narcisismo de las pequeñas diferencias, que diría Freud, se muestra curiosamente contra aquellos que compartimos usos, ideas y convicciones e incluso preferencias culturales y proyecto político común en Sumar. En esta lógica maximalista y polarizada cualquier diferencia es insalvable. En la batalla por el poder no hay ataque de frente, Feijóo y sus adláteres de derecha e izquierda renuncian a hablar de Salario Mínimo, de creación de empleo, de crecimiento económico, de bono cultural y de Ley de Vivienda. Este baile incesante de antagonismos contradictorios donde todos son perversos a ojos de los perfectos se produce una percepción de caos que se traduce en abstención. Como toda acción tiene, al menos, una causa y una utilidad; el voto también ha de tenerla. El dispositivo cognitivo que  desactiva al voto es el idéntico al que desactiva otras formas de  acción colectiva igualmente útiles y necesarias como la protestas, manifestaciones o huelga. 

Estas (todas las) elecciones tratan simple y llanamente del poder. De la disputa entre los de arriba y los de abajo, la lucha entre vivir en un sistema político como el alemán o en un sistema político como el Húngaro. Si vencemos esta trampa de la confusión mental provocada por el ruido emergerá la racionalidad de la convivencia. En España todas las personas suman. Lo demás milongas de ausentes.

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