Volver a la vía del sueño europeo

Foto Francisco Romero copia

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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El 9 de mayo de 1950 “los padres de Europa” (Schuman y Monnet), trazaron un plan de reconciliación entre países promovida por la cooperación y pequeñas acciones de los mismos. Un horizonte común de solidaridad y cooperación que la hizo ganadora del Premio Nobel de la Paz. 

En una Europa devastada tras la II Guerra Mundial, cinco años después de la rendición del régimen nazi, Robert Schuman y Jean Monnet se disponían a leer la declaración de intenciones que harían cambiar el destino de Europa.

Aquel 9 de mayo de 1950, “los padres de Europa” (Schuman y Monnet), reunidos en el salón de relojes del ministerio de asuntos exteriores galo, trazaron un plan de reconciliación entre países promovida por la cooperación y pequeñas acciones de los mismos, asegurando que “Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho”, con el horizonte común de la Europa federal.

Un horizonte común de solidaridad y cooperación que la hizo ganadora del Premio Nobel de la Paz. Lejos quedan los derechos fundamentales aprobados el 4 de noviembre de 1950 en Roma.

Sin embargo, hoy día el proyecto europeo no corresponde a la lógica tradicional de Europa basada en la solidaridad, confianza y la igualdad entre los Estados. El contexto económico y social ha dejado poco lugar a la celebración. Lo que hoy debería ser una fiesta para los ciudadanos de los Estados miembros y un día de orgullo se ha convertido en una festividad agridulce y tenue donde las banderas ondean a media asta.

La solidaridad, cuando interviene en las relaciones económicas, se convierte en fuerza productiva y en un factor económico, que permite que la unión  de voluntades tras objetivos económicos influya en el desarrollo de la productividad y eficiencia de las operaciones. Sin embargo, el proyecto político y solidario se transformó en meros intereses en defensa de la oligarquía económico-liberal, alzándose por encima de los pueblos y la ciudadanía. Muestra de ello la libertad de movimientos de capitales (Art. III-156) y la libertad de mercado (Art III-314), que se establece en el Pacto de Lisboa 2005, o la liberación de los servicios públicos alcanzada tras la tristemente famosa “Directiva Bolkesthein”. Y aún intentan ceñir más la situación con la implantación de un camuflado TTIP,  donde podrían ser eliminados algunos límites regulatorios fiscales, medioambientales, arancelarios, laborales y sociales.

Fueran quedan la viabilidad de iniciativas enmarcadas en un paradigma alternativo de ordenamiento económico y social, donde el ser humano sea el centro y el fin de la propuesta. La “economía solidaria” aparece así como la antítesis del modelo neoliberal, un concepto que refiere experiencias y procesos económicos concretos, cuya lógica refleja valores y sentidos distintos al neoliberal.

Nos encontramos pues, ante una Europa dividida que acumula crisis, amparando un débil crecimiento económico y poca perspectiva de cambio a corto plazo. Las perspectivas de un Brexit y la crisis de refugiados hacen cada vez más difícil el proceso de reconstrucción del “sueño europeo”.

La crisis del mercado financiero promovida por la irresponsabilidad del neoliberalismo nos ha dividido entre centro-norte, liderada por el empoderamiento hegemónico y desproporcionado de la Alemania de Merkel, quienes han establecido sus fronteras en el Rin y el Oder, y el cinturón de países del sur. Quedan pues difuminados los intereses comunes, atrapados por un intergubernamentalismo desigual donde unos países dictan y otros acatan.

Siempre existieron diferencias entre los países pobres y ricos. Sin embargo, la lógica de confrontación entre países acreedores y países deudores nos ha llevado a una división que afloran nuevas fronteras desaparecidas, abordadas por la desconfianza entre gobiernos y un creciente rechazo ciudadano de “más Europa”, convertida más en un problema que en una solución.

La política exterior también nos separa. La permanencia de Reino unido se aleja cada vez más del resto de los miembros. David Cameron ha impuesto costes elevados a su permanencia a través de importantes concesiones sobre los principios de soberanía, beneficio social, economía y competitividad, que de mantenerse dentro de la UE, los británicos pasarían a disfrutar un estatus de exclusividad dentro de la misma, destruyendo el principio de igualdad entre países y la vulneración del “Convenio para la protección de los derechos humanos y de las libertades fundamentales”.

La vergonzosa subasta de refugiados de la UE divide a Estados, políticos y ciudadanos, donde nuevamente Reino Unido vuelve abusar de su privilegio en el seno de la Unión Europea delimitando la acogida, al igual que Bulgaria, Eslovaquia, República Checa o Rumanía, incluyendo la postura abstencionista de Finlandia. Divididos del resto de miembros encabezados por Alemania, Francia y España, quienes se obligaron a la acogida de 160.000 refugiados.

Sobre esta crisis migratoria también encontramos división entre ciudadanos, aquellos  que anuncia “la invasión” promovidos  por la xenofobia,  enfrentada a otra parte de la  población avergonzada e impotente ante la exigua solidaridad que mantienen los gobiernos  europeos sobre la gran crisis humanitaria, cuya acogida sólo supondría el 0,024% de la población de la UE.

El asentimiento de reglas económicas particulares impuestas por algunos países como Alemania, abrigada al modelo ordoliberal germánico, nos somete a un anquilosamiento humillante al que debemos de oponernos. La economía europea no puede exigir más sacrificios a los ciudadanos. Es hora de implantar políticas económicas y sociales que establezcan recursos adicionales para el desarrollo del empleo y el retorno al Estado del Bienestar.

Asumir una mayor Unión político-social Europea implicaría mayor unión económica, donde garantizaríamos el desarrollo de un Estado del bienestar y la intervención en el panorama global económico, a  fin de evitar crisis financieras como la que estamos aun pasando.

Es inaceptable la imposición de intereses particulares de algunos Estados sobre los intereses generales de la UE. Reino Unido se nutre de diversas oportunidades estratégicas relevantes, relaciones comerciales e inversoras para el país dentro de la UE, lo que debilita la justificación económica de los británicos a optar por abandonar la UE.

Es más que nunca necesario que recuperemos el “sueño europeo”, la narrativa de “más Europa”, volver a los principios fundacionales, encarrilando  de nuevo este tren que se ha salido de su vía, sólo así llegaremos a nuestra verdadera estación; una Europa  solidaria, igualitaria y federal.

Debemos rechazar y frenar la creciente corriente antieuropeísta que emana en algunos sectores del continente, capaces de utilizar el desencanto de los acontecimientos producidos por la globalización económica como pretexto para volver al proteccionismo a fin de cuestionar los fundamentos del proyecto europeo.

Sólo con una Europa unida y fuerte los ciudadanos podremos tener voz en un proyecto global, recuperando con ello  los principios fundamentales, que promueva el compromiso social de ayuda a los sectores que lo necesiten, que dignifique la vida humana, una Europa que asuma que sólo en base a la igualdad y a unas relaciones justas se puede sostener y profundizar en la libertad de las personas y de los pueblos, posibilitando la económica social, sin límites de fronteras, haciendo no solo economía, sino dando forma al proceso social de integración de acuerdo con nuestros valores e intereses. 

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