Pilatos ante el cartel de Semana Santa de Sevilla

La pasada Cuaresma alguien mandó tirar la primera piedra y se han lanzado unas 25.000, sin saber quién ordena exactamente y sin saber tampoco contra quién ni por qué

Álvaro Romero Bernal.

Álvaro Romero Bernal es periodista con 25 años de experiencia, doctor en Periodismo por la Universidad de Sevilla, escritor y profesor de Literatura. Ha sido una de las firmas destacadas, como columnista y reportero de 'El Correo de Andalucía' después de pasar por las principales cabeceras de Publicaciones del Sur. Escritor de una decena de libros de todos los géneros, entre los que destaca su ensayo dedicado a Joaquín Romero Murube, ha destacado en la novela, después de que quedara finalista del III Premio Vuela la Cometa con El resplandor de las mariposas (Ediciones en Huida, 2018). 

Cartel de Semana Santa de Sevilla.
Cartel de Semana Santa de Sevilla. MAURI BUHIGAS

'Yo no encuentro culpa en él', dijo la lógica volviéndose a la muchedumbre de 25.000 fanáticos. 'Este hombre ha dicho que es capaz de destruir el templo y reconstruirlo en tres días', le gritaron a la lógica. Y esta contempló al hombre, resucitado, sobre un fondo de rojo pasión que enlazaba lógicamente con la Historia del Arte hasta llegar a estas alturas del siglo XXI. Pero los fanáticos no se dieron por vencidos. Y pidieron su crucifixión. La lógica se lavó las manos y lo entregó para que, al menos, lo azotasen… 

En esta Sevilla cainita como la España que analizó Machado, un grupo que se bautiza a sí mismo como abogados cristianos (aunque yo no entienda a quiénes defienden) consigue miles de firmas contra el cartel anunciador de la Semana Santa. El Consejo de Hermandades, que es la institución que le ha encargado la obra a un artista concreto, pliega velas y, para navegar con la ropa seca en las aguas turbulentas de esta Semana Santa ventosa, decide poner en la portada de su habitual programa de mano una foto más potable, a su entender y el de toda esa Sevilla firmante, aunque el cartel siga por ahí, con exposición incluida y todo. Los cristianos abogados o abogados cristianos (no es lo mismo un sustantivo que un epíteto) presumen de que han conseguido que el programa de mano no lleve como portada el Resucitado de Salustiano. Presumen y hablan de victoria, aunque el muy cuco Consejo insiste en que una cosa no tiene nada que ver con la otra y que, de hecho, han imprimido más carteles que nunca... Así todos salen contentos y se evita conducir la polémica por cauces verdaderamente incómodos. Pero lo que a mí me incomoda en el fondo es vivir en una ciudad que sacraliza la opinión de cualquier radical y banaliza el trabajo, el esfuerzo y la dignidad de cualquier artista. 

El episodio da vergüenza ajena y hay que decirlo. En primer lugar, no solo no comprendo a quiénes defienden estos cristianos abogados (sigo sin entender qué término es sustantivo y cuál es adjetivo, y no es baladí), sino que ni siquiera comprendo a quiénes representan de verdad, si a la cúpula eclesiástica, a los cristianos laicos, a los Kikos del llamado Camino Neocatecumenal, al Opus o a los cofrades más puristas. Porque un problema (o una riqueza) que tiene la Iglesia actual es que es tan diversa como la propia humanidad, y claro, cuando sale alguien a defenderla presuntamente hay que clarificar por qué Iglesia de todas es por la que aboga. Defender así, en general, es siempre sospechoso de defenderse a sí mismo. Y eso no le caería demasiado bien a Jesús el Nazareno, que abominaba de los tibios de corazón. 

El caso es que la pasada Cuaresma alguien mandó tirar la primera piedra y se han lanzado unas 25.000. Sin saber quién ordena exactamente y sin saber tampoco contra quién ni por qué. El cartel no ha gustado y, desde entonces, no han parado de surgir mamarrachos alternativos o tópicos insufribles que, a los firmantes por lo menos, se ve que les satisfacen mucho más. Pero por detrás del gusto, por detrás del odio y por detrás de la absurda polémica hay un gran artista internacional que sigue explicando a quien lo quiera escuchar que a él lo llamaron. Lo mismo es cuestión de que el año que viene todas las Iglesias posibles, al menos las que respiran en Sevilla, se pongan de acuerdo antes de decidirse por un artista, cuyo trabajo no es sacrificado sino sacralizado en tierras de gentiles. Lo digo hoy, el Día del Amor Fraterno. 

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