El primero de mayo, que era un día para la 'paraíta' en pleno miércoles, ha reaparecido el presidente del Gobierno en una feria catalana. Y a todos los suyos se les llena la boca defendiendo que todos tenemos derecho a parar. Por supuesto que sí, pero que se lo prediquen a quienes llevan toda la vida echando deshoras para llegar a fin de mes. Yo me crie en un hogar donde siempre fue lo normal echar una peonada por la mañana y otra por la tarde, y muy de vez en cuando se paraba algún domingo y no porque fuera el día del Señor, sino porque de higos a brevas tocaba ir a la playa o se terciaba una fiesta con los amigos.
Todos hemos sentido alguna vez la necesidad de parar, de tener tiempo para reflexionar, de hacer un paréntesis, de cerrar la puerta y tomar impulso, de taparnos la cabeza y de que saliera el sol por Antequera, de bajarnos del mundo en la siguiente parada. Y, sin embargo, no es posible decretarnos a nosotros mismos que vamos a dejar de realizar nuestras funciones durante cinco días porque nos da la realísima gana.
Ya sabemos que todo es un símbolo, pero no hemos descubierto por qué cinco días y no dos, o diez. Y también sabemos ya de sobra que el estado funciona sin presidente. Ya tuvimos la experiencia histórica de no tener siquiera gobierno durante muchos meses, y no pasó nada. ¿Qué iba a pasar? La gente corriente, la que trabaja de sol a sol y tantas veces de sombra a sombra, se ha tomado la 'paraíta' de Sánchez como otro motivo de meme más, como otro de los números a los que el presidente –y los políticos en general- lleva demasiado tiempo acostumbrándonos porque tanto él como nosotros nos hemos resignado a normalizar que cualquier iniciativa gubernamental –incluso las positivas- no partan de la observación real de los problemas ciudadanos, sino del tacticismo político de estos profesionales de la cosa pública que siempre terminan riñendo para que no les riñan, señalando a la oposición para que la oposición no los señale a ellos, pidiendo democracia para que la democracia no les pida nada a ellos, juzgando a los jueces para que los jueces no se atrevan a investigar nada de nada porque cualquier amago de cumplir con su obligación se torna una suerte de persecución que aguanta mal el primer plano.
Parar está muy bien y es sano. Y se antoja oportunísimo que la 'paraíta' histórica del presidente se haya producido justo antes del Día del Trabajo, una jornada de descanso que nos recuerda cuánto hay que trabajar el resto del año, pero incluso ayer hubo gente que no paró, y no por falta de convicciones, sino por falta de oportunidades en este país en el que sigue hablándose de trabajar cada vez menos horas sobre el papel pero nadie sabe lo que se trabaja más allá de los papeles para sobrevivir a meses cada vez más largos y a precios cada vez más altos, y cuando algún político estupendo lo descubre trabaja sobre el descubrimiento hasta conseguir su titular y luego si te vi no me acuerdo. Estaría bien que el presidente y todos los que paran con él sin cesar de cobrar pararan durante el tiempo que necesitasen para asomarse a la vida real en la que nadie puede darse el lujo de parar.
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