Cazadores de inmigrantes a las órdenes de nadie

No estaría mal preguntarles qué adrenalina de salvapatrias, de cristianos más papistas que el papa, de controladores de la paz y el orden les recorrió el espinazo cuando vieron a aquellos inmigrantes despavoridos en busca de una Ítaca a la que no tenían derecho

07 de agosto de 2025 a las 10:05h
Bañistas intentan atrapar a migrantes en una playa de Granada.
Bañistas intentan atrapar a migrantes en una playa de Granada.

La travesía de esos inmigrantes que han llegado a la costa granadina sabe Dios desde dónde, hambrientos, sedientos, heridos incluso en el alma, es una odisea por la lucha por la vida tan digna que todo su lirismo choca con el prosaísmo de las fuerzas de seguridad españolas tratando de detenerlos en la orilla de mar. Pero al fin y al cabo es su trabajo. Ahora bien, esa mancha de turistas, bañistas y gente ociosa que, de súbito, se creyó colaboracionista necesaria para cazar a inmigrantes como si aquello fuera un juego de Pokémon es lo más patético que hemos tenido que tragarnos en muchísimo tiempo.

Gente bien nutrida y sin más problemas que la postura que adoptar para tomar el sol persiguiendo a gente en el límite de seguir viviendo, como salvapatrias de mierda, soñando con convertirse en héroes plausibles. Hay que estar aburrido, hay que tener una mente retorcida, hay que ser miserable, hay que tener poca educación, poca empatía y poca humanidad para dedicarse a hacerle la vida imposible a gente que ya vive en la imposibilidad de vivir. Hay que ser malnacidos.

Y, sin embargo, aquí están entre nosotros: españoles como usted y como yo, o más, pensarán ellos. Españoles nacidos en algún hospital de todos, educados seguramente en colegios públicos y probablemente con uno de esos sentimientos religiosos, por alguna imagen devocional de las que no se puede aguantar. Total: qué tendrán que ver estas cosas con ese gesto patriótico suyo de ayudar a los agentes policiales a cazar a estos invasores. No estaría mal preguntarles qué se les pasó por la cabeza, qué adrenalina de salvapatrias, de cristianos más papistas que el papa, de controladores de la paz y el orden de su playa les recorrió el espinazo cuando vieron a aquellos inmigrantes empapados y despavoridos en busca de una Ítaca a la que no tenían derecho. A estos los cazamos nosotros antes que la policía, se dirían entre carcajadas, y emprenderían la carrera, con la torpeza de sus chanclas y el odio en sus sienes, con la vaga ilusión de que lo mismo les concedían luego alguna medallita.

Todo se andará, porque nuestra Andalucía ha cambiado tanto en lo que llevamos de siglo que uno no puede evitar recordar aquella otra estampa de mi paisana Isabel María Caro Parejo amamantando, con 28 años, a una bebé que acababa de desembarcar de la patera en la que había llegado, negra de llanto y con su madre exhausta, a la playa de Los Caños de Meca. Mi vecina, de Los Palacios y Villafranca, se encontró con una estampa similar a la que tanto les chocó a esos salvapatrias en la playa granadina, pero en vez de perseguir a invasores se le ocurrió sacarse la teta y darle de mamar a aquella criatura que solo se diferenciaba de la suya en el color de la piel. A Isabel María le dieron luego, entre otras distinciones, el Premio Andaluz del Voluntariado de la Junta de Andalucía, pero todo fue para ella una sorpresa y un inmerecido homenaje porque, a su juicio, cualquiera hubiera hecho lo mismo en las mismas circunstancias. Cualquiera no, Isabel María, cualquiera no. Decía mi abuela que hay más clase de gente que de melones. Qué tristeza.

Y como la teoría del péndulo parece la única suficientemente demostrada, también debemos recordar que, solo cinco años antes de que aquella vecina mía amamantara a una inmigrante nada más llegar a la orilla, a otra señora de Tarifa le costó cara su generosidad de buena samaritana. Ocurrió en el verano del 97, cuando Paqui Gil vio a un joven inmigrante por la carretera de Tarifa en tan mal estado que lo ayudó llevándoselo a su casa para cuidarlo y, cuando se dio cuenta, había pasado un mes tratando de calmarle el miedo al muchacho. Paqui fue detenida, esposada y multada con 250.000 pesetas.

La educación, la política, la economía y hasta las artes marciales forman parte de una misma asignatura, tan enorme como el humanismo, que cada cierto tiempo se nos olvida impartir desde el principio.

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