Donald Trump, en una imagen de sus redes sociales.
Donald Trump, en una imagen de sus redes sociales.

Como cuando faltando un minuto, Sergio Llull, con una mandarina -un tiro de baloncesto típico de este jugador que, por lo inverosímil y peculiar, tiene nombre: mandarina ¿?- consigue darle la vuelta al partido y conseguir una agónica victoria. Como cuando con una volea de Carlos Alcaraz desarbola al contrario y a partir de ese momento ve como el tenista murciano, y marciano, le remonta un partido que parecía claro. Cuando ya todos teníamos asumido que Joe Biden iba a pegarse un “pellejazo” -literal-; cuando todos esperábamos que el “gorila” Trump se diese un paseíto triunfal hasta la Casa Blanca acompañado del que se disfrazaba de búfalo, o de la ordinaria congresista esa que se hace fotos con subfusiles como si el subfusil fuera su mascota…

Entonces, en cuestión de un mes, se empiezan a confabular los astros y se van sucediendo mandarinas, voleas y demás armas de destrucción masiva de plutócratas: apareció en Reino Unido un tipo soseras, pero que ha ganado a la derecha hortera post Boris Johnson; apareció, cuando todos cantábamos la Marsellesa como último servicio a la República laica y democrática de Francia, una inesperada coalición de mandarinas y voleas en forma de coalición electoral de la izquierda, la insumisa y la otra, impidieron que los franceses tuvieran que pasar la vergüenza de un segundo Vichy.

Y cuando lo único que esperábamos es que a Biden le dieran una plaza en un buen geriátrico donde pudiera atemperar los fallos cognitivos que le hacen confundir a Trump con Putin -cuando todo el mundo sabe que son inconfundiblemente iguales, angelitos- y compadecer al pueblo americano por lo que le quedaba por pasar -quien dice al pueblo americano dice a nosotros mismos-, pero en un giro de guion que aún no está suficientemente explicado -aunque nos podemos imaginar que Biden igual confundió en la cama a su mujer con Beyoncé y hasta ahí podíamos llegar-, este se retira, o le hacen retirar… Y llega Harris y con ella, una mandarina de Llull, una volea de Alcaraz, da la vuelta a todo, que en Estados Unidos significa que consigue un montón de millones para la campaña, cosa esta que allí significa que está más cerca de ganar las elecciones, Trump se ha acojonado y la ataca, sin complejos, con insultos racistas.

Cuando todo parecía irresoluble, la política americana, por primera vez, imita a la europea: aquí se comenzó con el inesperado resultado electoral que mantuvo a Sánchez en el gobierno, después lo de Francia e Inglaterra y, por fin, parece que los estadounidenses hacen algo de provecho para la épica política más allá de asustarnos a todos. Habrá que esperar a noviembre, pero, de momento, la inercia ha cambiado, si no, pregúntenle a los catalanes: “Illa, Illa, Illa… Illa maravilla”. Y a todo esto, ya ven que ni siquiera he querido mentar al juez Peinado… Ni falta que me importa, él ha conseguido parte de su objetivo, pero se ha olvidado que quedan las mandarinas y las voleas, especialidades de un tal Sánchez, y ahora de Kamala.

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